Marginalias, marcas y recorridos lectores.

Una visita a la biblioteca del Maestro Luis Fortunato Iglesias.

Javier Peón
CENDIE - ISFDyT n° 8 (DGCyE) - FaHCE (UNLP)

RESUMEN

A partir del proceso de armado de la colección que conforma la Biblioteca personal del Maestro Luis Fortunato Iglesias y que resguarda el Centro de Documentación e Información Educativa, se realiza un recorrido por los libros que lo inspiraron a construir un método de enseñanza en la educación rural, el cual se observa en las marcas y escrituras depositadas entre sus páginas, las cuales ponen de manifiesto las múltiples lecturas que reflejan que recorridos por autores y temas tan diversos y ricos como su experiencia pedagógica.

Palabras clave: Educación rural, Bibliotecas, Colecciones de bibliotecas, Experiencias educativas.

El desarrollo de bibliotecas personales como política institucional

El Centro de Documentación e Información Educativa (CENDIE) es un organismo dependiente de la Dirección General de Cultura y Educación que contiene, preserva y difunde a investigadores, especialistas e integrantes de las comunidades educativas, la memoria histórica del sistema educativo de la provincia de Buenos Aires. No ahondaremos aquí en la descripción de las múltiples colecciones que alberga y que dan cuenta de ello, dado que son variados los artículos y escritos que en diferentes publicaciones reflejan en sus páginas este ideario de la institución.1

En esta oportunidad nos detendremos en una política institucional que viene desarrollándose desde el año 2010 bajo la línea de fortalecimiento de una cultura de la donación de libros. El Departamento de Documentación promueve la recepción de donaciones de libros o de bibliotecas personales de educadores bonaerenses de reconocida trayectoria en el ámbito educativo de nuestra provincia, garantizando su guarda y difusión a los usuarios para consulta, estudio e investigación.

Como parte de su patrimonio, nuestra institución atesora un fragmento destacado de la historia de la educación en la provincia de Buenos Aires, que se extendió en Latinoamérica: la biblioteca personal del maestro Luis Fortunato Iglesias; compuesta por diversidad de materiales de biblioteca y archivo, incluyendo también parte del mobiliario utilizado por el educador y construido con sus propias manos.

En el año 2012, luego de su fallecimiento, los hijos del maestro (Ana y Alejandro) deciden ofrecer en donación a la Dirección General de Cultura y Educación la biblioteca de su padre. Por su relevancia pedagógica e histórica, la biblioteca del Maestro Iglesias, es considerada objeto de preservación y resguardo, lo cual constituye un valor agregado dentro del acervo documental del cual el CENDIE es depositario y garante de su resguardo y difusión.

Un recorrido biográfico necesario

Narrar la historia de vida de una persona, reconstruyendo sucesos que fueron rescatados de escritos y documentos que ponen de manifiesto aspectos personales y profesionales, siempre es una tarea delicada que seguramente constituya un recorte arbitrario y parcial sobre esa experiencia vital. Aun así, nuestra intención es honrar su memoria recorriendo aquellos aspectos de su vida que fueron conformando su trayectoria profesional y cincelando su espíritu militante de la educación rural.

Luis Fortunato, el menor de varios hermanos, nació el 28 de junio de 1915 en la localidad de Tristán Suárez, partido de Ezeiza en la provincia de Buenos Aires. Como hijo de inmigrantes gallegos de condición humilde, su madre, campesina y analfabeta y su padre, herrero de minas, Iglesias conoció el sabor amargo de las “horribles injusticias sociales” como él cataloga a una de sus vivencias, pues sus padres tuvieron que decidir cuál de sus hijos estudiaría. En aquellas épocas estudiar era difícil para los hijos de sectores pobres, y su familia lo era.

Sin embargo, fue un ávido lector. Su gusto por las letras fue incentivado por su padre, quien diariamente leía el periódico a su familia, e indirectamente a su madre, en quien Iglesias vio el sufrimiento emocional que producía la ausencia del conocimiento de las letras. Según palabras de Iglesias refiriéndose a su madre, “eso toda mi vida me dolió mucho, no tuve la sensatez de haberle enseñado”2. Esto marcó el camino de Iglesias hacia la lectura.

Sus estudios primarios los cursa en la Escuela nº 4, y es allí donde comienza a revelar su espíritu combativo ante las injusticias: la pobreza, era una de ellas. Cursando sexto grado escribió y publicó su primer libro: El tamborcillo. Palabras de un niño contra la guerra.

Su trayectoria en el nivel secundario la realiza en el Colegio Normal de Lomas de Zamora, donde también egresa como maestro en 1935 e inicia su carrera docente en Monte Grande, en la escuela de su niñez. Desde 1938 se desempeña en la Escuela rural nº 11 de Esteban Echeverría, ubicada a 8 km. de Tristán Suárez, el poblado más cercano.

Esta será la escuela donde Iglesias desarrollará su praxis docente por 20 años, ámbito donde fue elaborando y desarrollando íntegramente su experiencia pedagógica, la cual ha quedado plasmada en numerosos libros de su autoría. Cuando es ascendido a supervisor comienza su etapa de reflexión sobre su propia pedagogía, entre 1961 y 1976.

Expresa así el maestro su desempeño en la escuelita: “Allí descubrí mi verdadera vocación, el ranchito había sido parada de carretas y tuve que hacer todo de la nada; pero con mis amigos (escritores, maestros y gente del teatro) lo pintamos y arreglamos, además de instalar un laboratorio, una biblioteca y una juegoteca”.

En su vasta trayectoria desempeñó diversos cargos jerárquicos en la Dirección de Escuelas, publicó una decena de libros vinculados a su método, dictó numerosos cursos a nivel nacional y latinoamericano, principalmente en México y como asesor argentino por la UNESCO en algunos de ellos. Recibió variados homenajes, distinciones y premios como el Konex de Platino; también fue declarado ciudadano ilustre de la provincia de Buenos Aires por Ley n° 12.610 de 2001, “por su incansable aporte a la educación rural”. El maestro Iglesias falleció el 8 de agosto de 2010 a los 94 años.

Algunas pinceladas de su vida como maestro

Luis F. Iglesias decía: “Yo nací maestro y escritor”. Con esta afirmación hacía referencia a su trabajo como educador y –movido por la pasión de su tarea– a la escritura de las experiencias que realizaba con sus estudiantes, que reunió en varios libros.

Fue un innovador en sus prácticas, entre ellas podemos mencionar el museo escolar, el laboratorio, y –hacemos especial hincapié– en su concepción de la lectura y escritura como aquellos “cuadernillos de pensamientos propios”, donde cada alumno podía escribir y dibujar sus vivencias diarias.

La estructura organizacional de la escuela rural donde se desempeñó Iglesias, consistía en un maestro único que tenía todos los grados a cargo y desempeñaba diversas funciones, realidad que se mantiene hoy en día en algunas escuelas rurales de la provincia. En ese contexto, debía enseñar un programa oficial para las escuelas primarias, a treinta niños de diferentes antecedentes culturales, distribuidos en siete grados, pero en un solo salón de clase.

Además, muchos niños no poseían experiencia escolar al ingresar al Nivel Primario y la escuela no poseía recursos materiales de ninguna clase, incluyendo materiales didácticos.

Cuando en 1974, en un reportaje, José Murillo le preguntó a Iglesias qué era la “escuela unitaria”, él respondió: “Es la escuela en la que un solo maestro realiza todo el ciclo de la enseñanza primaria y sigue siendo un instrumento pedagógico imprescindible para ayudar a resolver los problemas de la educación primaria en América Latina. Y esto se comprende mejor si se piensa que ésta es la organización de enseñanza más ágil y flexible, más liviana y económica que puede arraigar en la llanura, trepar a la serranía, penetrar en las regiones boscosas sin plantear exigencias previas insuperables”.

Una propuesta pedagógica y didáctica cuyo propósito estaba puesto en el desarrollo educativo de niñas y niños, para quienes la escuela pasaba a constituirse un espacio de creatividad y de libre expresividad en sus formas de enseñar, siempre partiendo del universo interior y cotidiano que circundaba a cada estudiante, el cual permitía que se fueran apropiando poco poco de universos culturales amplios, diversos y plurales. Así lo expresa el maestro en forma contundente “Los niños con los cuales Iglesias desarrolló su experiencia pedagógica, trabajaban buena parte del día. Los niños lo hacían fuera de sus casas y las niñas quedaban en el hogar donde debían atender a sus hermanitos menores y a los animales domésticos porque sus padres desde muy temprano, se abocaban a las tareas del campo. Estas niñas y niños, para llegar hasta la escuela de Iglesias, debían recorrer diariamente entre 5 y 15 kilómetros, si las condiciones del tiempo lo permitían. Lo hacían a pie, a caballo o en sulky” (Santillán, 2002:84).

En este entramado Iglesias orienta a sus estudiantes en el uso del lenguaje como un medio para expresar sus realidades y también sus contextos. Pero no solo las niñas y los niños usan el lenguaje para comunicar sus vivencias diarias, sino también el maestro. Haciendo uso de la escritura para expresar lo que observaba sobre la realidad alienante de sus estudiantes, Iglesias escribió lo que ello provocaba en él. En su libro Viento de estrellas, refiriéndose a uno de sus alumnos, Iglesias escribe:

Francisco Calvo: Ignorando su pobreza deshilachada, llegaba todos los días por el ancho camino tropero, nutrido de humor fresco y juguetón. En los ojos pícaros tenía tras la risa toda la esperanza, como un guindo en flor. Pero su destino proletario lo llevó del tercer grado, sin transición y sin piedad, al callejón amurallado del peonazgo, donde el recuerdo de su mundo con pájaros y promesas, ahora bailará al viento como un barrilete acribillado (Iglesias, 1979:23).

Iglesias de esta manera, “logra establecer un proceso dialógico entre contexto, reflexiones pedagógicas y lenguaje. Este proceso es dual, porque lo realiza con sus alumnos y con el mismo como maestro” (Santillán, 2002:93).

Sus ideas sobre la escuela eran muy claras: “un ámbito de libertad y creatividad en el que los chicos puedan aprender por medio de la libre expresión y la responsabilidad. La pedagogía no es solo ciencia sino sentimiento. Y eso reflejé en mis libros, que han servido de aliento a muchos maestros para darse cuenta de que para hacer cosas basta con compromiso y optimismo, que es lo que traté de transmitir en mi obra” (Santillán, 2002:118). Tal es así que lo llevaron a crear un método de enseñanza para las miles de escuelas con un único docente de primero a sexto grado, que atravesó fronteras para instalarse en varios países de América Latina.

Las marcas materiales y simbólicas de sus lecturas.

La producción de quienes ejercen el oficio de escribir desde los diversos campos del conocimiento, deja rastros que en general se aloja en sus bibliotecas personales. Los libros, publicaciones y variados documentos que contienen, constituyen el germen de sus escrituras, pues albergan en su interior, en forma de paratextos e hipertextos de lectura, una multiplicidad de elementos estratégicamente agregados por su lector en determinados lugares de cada documento.

Esas marcas en los libros constituyen la materialización de lo leído, específicamente de un tipo de lectura reflexiva que deja marcas materiales y simbólicas que posibilitan observar recorridos, intereses, necesidades, intencionalidades, búsquedas y hallazgos.

En la biblioteca personal del maestro Luis Iglesias, observamos con asombro y admiración que esa diversidad de elementos, aparentemente dispuestos casi como al azar, se halla conformada por papeles sueltos con apuntes, señaladores, marginalias, fotografías,3 subrayados, flores y hojas secas, dedicatorias, cartas, y recortes de diario que recuperan biografías, entrevistas, decesos, reseñas de libros, entre otros tesoros, que en general responden al contexto de vida y producción intelectual de la autora o del autor del libro que los contiene.

Esas marcaciones nos dan pistas para asomarnos apenas al modo íntimo y personal en que cada ejemplar probablemente ha sido leído. Los subrayados, los papeles agregados, las anotaciones y escrituras al margen en una innumerable cantidad de libros, pasan a ser las huellas que dejó Iglesias como ávido lector; registro de pensamientos, dudas, y reflexiones.

Se va trazando una línea casi directa entre las lecturas y las obras a producir, pues cuando realizaba sus anotaciones, el maestro ya estaba escribiendo parte de sus ideas. Casi como una proyección de esos libros de su biblioteca que lo hicieron soñar, lo inspiraron y lo nutrieron para dar forma en sus escritos a las convicciones sobre la educación rural. Pero por sobre todas las cosas lo ayudaron a dar forma a toda una experiencia pedagógica que él consideró una técnica:

Entonces también yo hube de crearme desde el primer día, y luego con la vigilia de muchos otros que sumaron años, mi técnica de trabajo. Técnica que no cabe en la denominación de un método ya conocido, ni que tampoco es una simple suma total o parcial de algunos de ellos. Nutrida de la búsqueda inagotable de antecedentes y teorías -en lecturas mordidas con desesperada impotencia, muchas veces- fue moldeándose en la cadente realidad de los elementos que la actividad diaria me fue dando y quitando (Iglesias, 2004:14).

Así es como él mismo describe que surgió su libro La escuela rural unitaria.

Al iniciar un recorrido por los estantes, se van haciendo visibles las preocupaciones del maestro por los temas que lo desvelaban. Entre ellos podemos observar tópicos tales como la educación rural, la organización escolar en las escuelas sin grados, los programas escolares oficiales, aspectos de la psicología infantil, organización de museo escolar, teatro de títeres, dibujo infantil expresividad a través del arte, literatura infantil, entre otros tantos.

Esas preocupaciones y la búsqueda incesante de respuestas reflexionadas a partir de esas lecturas que mostraban otras experiencias educativas alternativas a la educación tradicional, lo llevaron a conformar su propia biblioteca personal, única, como él la describe. Fue recorriendo las calles de Buenos Aires donde halló respuestas a la búsqueda de material: “la calle corrientes […] en la que están las librerías […] yo me la pasaba buscando lo pedagógico y desde luego la literatura, la poesía, el teatro. Buscaba todo. Así conseguí hacer mi biblioteca” (Cabrera Salort, 1995:11).

A su vez, al adentrarnos en los libros, recorrer sus páginas y hallar esas notas al margen, esos papeles escritos con avidez de saber van dándonos nuevas pistas sobre cómo el maestro, a través de sus lecturas, fue adoptando ideas, reflexionando, pero también debatiendo con los autores, discutiendo posiciones. Esas marcas y registros nos brindan el testimonio de una mirada socialista y humanista del mundo que se rescata orgánica y sólidamente construida, pues siempre esas ideas van en defensa de la escuela, pero no la tradicional, sino aquella que se concibe como un espacio activo. Pues su experiencia educativa construida en la escuelita rural n° 11 tiene un fuerte basamento en las pedagogías soviéticas de las cuales toma el principio de la clase como un taller experimental y de comunidad en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Y más marcadamente en las pedagogías activas (bajo la idea de la escuela nueva, escuela activa), y en autores como Freinet, de quien toma aspectos de su teoría sobre la educación y sobre todo de su práctica, en la búsqueda de que esas niñas y esos niños puedan educarse desde la expresividad, la autonomía, la solidaridad. Es también del libro de Freinet, La imprenta en la escuela, de donde rescata la experiencia de trabajo que lo llevará al maestro junto con sus alumnos, a editar en la escuela y con la expresión creadora surgida de los dibujos y escritos de sus alumnos, el libro Viento de estrellas. Antología de creaciones infantiles. El origen primario y natural de esas producciones infantiles se hallan en un recurso didáctico fundamental para Iglesias: los cuadernos de pensamientos propios, donde sus alumnos plasmaban las vivencias cotidianas:

En sus cuadernillos diarios, nos traen desde hace diez años, todo el mundo de la infancia campesina recorrido con ojos puros de asombro y alegría; todo el campo […] Toda la aventura inesperada de los descubrimientos, de lo que se ve y se huele por primera vez con infinito júbilo (Iglesias, 1950:3).

Un aspecto relevante de su vida como maestro se encuentra plasmado en las enseñanzas cotidianas que apelan a la libertad con que las niñas y los niños construyen sus aprendizajes, surgidos de la más pura y libre expresión creadora. Iglesias reconoce que estas prácticas iniciadas en 1938, están en el diálogo con aquellas experiencias educativas que entre 1930 y 1940 desarrollan Jesualdo en su escuelita de Canteras de Riachuelo en Colonia (Uruguay) y los ensayos pedagógicos de las hermanas Olga y Leticia Cossettini en Rafaela y Carrasco en Santa Fe.

Recorrer en su biblioteca las marcas, las marginalias y las reflexiones escritas por Iglesias, plasmadas en los libros donde tanto Olga como Jesualdo relatan sus vivencias en carne propia, con sus hallazgos, sus frustraciones y sus conquistas educativas, nos transportan en el tiempo a esos momentos tan íntimos de trabajo escolar entre docentes y alumnos.

Construidas con las lecturas de otras formulaciones pedagógicas previas como las de Freinet en Francia, Muresanu en Rumania, Makarenko en la Unión Soviética, Radice en Italia, entre otros, sus marcaciones constituyen una experiencia única que describe la biografía lectora y la identificación del maestro con otros docentes que trazaron un camino diferente, junto a los cuales fue construyendo su propio método de enseñar y de aprender.

Interpretar los subrayados, los comentarios anotados en los márgenes, permiten acercarnos expectantes y descubrir aquellas lecturas que el maestro fue marcando y remarcando en sus libros, y nos muestran una característica fundamental de su hacer como educador: la docencia se hace en la práctica, pero no sobre sus alumnos sino con ellos, junto a ellos.

El maestro y los alumnos deben moldear su experiencia pedagógica: tallarla, pulirla pintarla contarla. Lo que muchas veces no saben es que al realizar cada una de estas actividades también se tallan, se pulen, se pintan y se cuentan a ellos mismos (Iglesias, 2004:16).

Sus huellas lectoras muestran claramente que en su biblioteca los temas de interés han sido muchos y de muy variadas áreas del saber: pedagogía, filosofía, sociología, didáctica, historia, teatro, psicología, artes, entre muchas otras, lo cual configura un sentido humanista muy amplio. A la manera de tesoros en bruto, se observa que en cada libro leído, fueron rescatados elementos teóricos, prácticos, experienciales, con los que fue puliendo y tallando reflexivamente un posicionamiento pedagógico, una manera muy particular de hacer escuela en la ruralidad. Constituye un testimonio invaluable como experiencia educativa, que describe desde un contexto absolutamente adverso, la posibilidad de construir desde allí una pedagogía de la esperanza.

Breves reflexiones para renovadas lecturas

En el recorrido de su memoria pedagógica depositada en sus libros, describe toda su experiencia educacional vivida durante 20 años en la escuela rural nº 11 de maestro único, la más pobre del distrito de Esteban Echeverría. Esos recuerdos que describen las múltiples estrategias para lograr que sus estudiantes aprendan, estaban rodeados de contexto cotidiano crudo, de una vida solitaria y dura en el medio rural, pero encarada con vocación absoluta, optimismo y confianza en el otro.

Sus ideas sobre la escuela eran muy claras, un espacio donde se daba aliento a la libertad y la creatividad para aprender, a partir de la libre expresión creadora y el compromiso personal asumido con alegría. Tal es así que lo llevaron a crear un método de enseñanza para las miles de escuelas con un único docente de primero a sexto grado, que traspasó las fronteras de nuestro país. Seguramente conforma una pedagogía que ha sido y será una inspiración para que muchos maestros tengan el camino allanado para encarar otras formas del enseñar y del aprender. El CENDIE, que posee toda su biblioteca y archivo personal, lo recuerda con cariño y le rinde homenaje al humanista y maestro que forjó una trayectoria de lucha por la defensa de la educación rural, cuya obra en la actualidad se cuenta como una de las experiencias educativas más importantes de América latina.

Notas

  • 1 Véase en revistas como Anales de la Educación Común, Anuario sobre Bibliotecas, Archivos y Museos Escolares.
  • 2 Así lo expresa el maestro Iglesias, en una entrevista que le realiza Mirta Gladis Santillán, incluida en su Tesis de Doctorado “Protagonismo docente y desarrollo profesional: una perspectiva desde la pedagogía del maestro Luis F. Iglesias”.
  • 3 Se retoma la definición de marginalia, de otro artículo de mi autoría en la revista Anales de la Educación común (2017: 97) como un término acuñado por el poeta Samuel Coleridge, quien denominó así a las marcas, fechas, anotaciones realizadas al margen de las hojas de un documento.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS