Marinela Pionetti

CELEHIS - Universidad Nacional de Mar del Plata


“Soy nadie”.

Juana Manso y la Biblioteca popular

de Chivilcoy (1866-1868)

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RESUMEN


Durante su primera etapa, los Anales de la Educación Común (1858-1875) dieron a conocer las bases del proyecto educativo sarmientino con miras a su implementación. Entre ellas se destacan las múltiples iniciativas de su fundador y Juana Manso para poner en funcionamiento políticas públicas de lectura previstas para difundir esta práctica en el común de la población. Una de las principales estrategias fue la fundación de bibliotecas populares en el interior del país. Luego de promover la primera en San Juan, Sarmiento encomendó a su amiga continuar en Chivilcoy. Para esto, ella puso en marcha una serie de acciones, desde solicitar donaciones hasta organizar conferencias como espectáculos para recaudar fondos, pasando por la cesión de su biblioteca personal para proveer a la de este pueblo. Todo fue publicado y comentado en los Anales, también de manera estratégica. En este trabajo seguimos el itinerario de esas publicaciones que nos permiten conocer los logros y avatares vividos por Juana en los albores de la fundación de esta conocida biblioteca popular.


Palabras clave: Biblioteca popular, Anales de la Educación Común, Juana Manso, Domingo

F. Sarmiento, Políticas de lectura.


BIBLIOTECAS POPULARES Y LECTURAS PÚBLICAS


Un artículo sobre “Bibliotecas locales” publicado en El Monitor de las escuelas primarias en Chile anticipaba la forma en que Sarmiento promovería estas instituciones desde la prensa pedagógica, puesto que su proyecto bibliotecario se inscribía en los marcos generales del dispositivo público de educación, de modo que la articulación entre escuela y biblioteca formaba parte de un mismo proyecto de modernización cultural (Planas 2017, p. 33).

En los Anales de la Educación Común esta difusión comenzó en el n° 22 de julio de 1861, en el Tercer Informe de Sarmiento como Jefe del Departamento de Escuelas. El apartado sobre “Lecturas y Bibliotecas populares” sostiene que: “las Bibliotecas populares, diseminadas donde quiera que haya una poblacion, completan el sistema que inician las escuelas; y las Lecturas llenan el vacío que la educacion dejó para la inteligencia de los libros” (p. 687).1 Esta consideración de la lectura en voz alta como poderosa estrategia de atracción fue compartida con Juana Manso, tanto que ella fue la encargada de llevar su voz a los pueblos del interior para promover la apertura de Bibliotecas populares, inaugurando al mismo tiempo, un género y un modo de intervención pública hasta entonces vedado a las mujeres.

Tanto los discursos como las conferencias públicas habían sido privativas

de varones. Como ha observado Liliana Zucotti (1994), Juana “se apropia de un género que requiere/reviste de autoridad al que está hablando.

Una autoridad que, si es ajena a la palabra femenina en el siglo XIX, mucho más lo es cuando se trata de llevar adelante (aun veladamente) una práctica política” (p. 103). Su objetivo era, ante todo, político y, por eso mismo, polémico en su contexto: difundir la lectura en todos los estratos sociales. Su audaz iniciativa emulaba las Lectures de Horace Mann para promover la educación común en los Estados Unidos.2 Ella tradujo esos discursos, junto con extractos de sus Annual Reports, los complementó con sus propias “Conferencias de Maestras” y los publicó en los Anales, como modo de visibilizar la comunión de intereses y acciones con la “fuente de la civilización”. Pero fue un paso más allá que su maestro y les imprimió su sello de artista, organizándolas como un espectáculo con interludios musicales y narración de cuentos o declamación de poesías a cargo de mujeres.

Había iniciado esta práctica en abril de 1866 en la Escuela Normal de Buenos Aires. Continuó con una sobre la Reforma protestante en el mismo establecimiento, donde previo a comenzar se le dio “con aire misterioso una carta oficiosa” en que se le suplicaba “el silencio sobre materias religiosas, anunciandome alli la aparicion de un sacerdote para coartarme la palabra y delatarme al Obispo por hereje!” (1867, p. 306), según contó a Sarmiento. La amenaza no fue suficiente y al salir de la Lectura le tiraron asafétida en la ropa.

Pese a esto, en septiembre de ese año, Juana se dirigió a Chivilcoy para inaugurar la Biblioteca del pueblo con una lectura que resultó un éxito. En diciembre ofreció otra en Quilmes, que “pasó desapercibida”, según ella y fue publicada en el n°43 de los Anales. La ovación de la primera conferencia la llevó a proponer una segunda en el mismo lugar. El evento se postergó hasta abril de 1867 y también tuvo gran acogida del público. Motivada con la posibilidad de recaudar algo más para la biblioteca, decidió hacer una función extra al día siguiente y eligió leer su drama Rosas, pero el evento fue boicoteado por opositores infiltrados entre los asistentes. No obstante, volvió acompañando al Presidente en octubre de 1868 y participó de un “verdadero torneo oratorio” (Weinberg, 1988, p. 173) en el teatro del lugar junto con Santiago Estrada, Martín Behety y Héctor F. Varela.

Las Lecturas tuvieron una ubicación táctica en el diagrama de los Anales y apuntaron a convencer, lograr la participación e insistir en la formación de la opinión pública propuesta desde el primer número del periódico. Por eso, estuvieron cargadas de una retórica persuasiva, poblada de datos y estadísticas comparativas, revisiones, contrastes, ejemplos y una serie de estrategias destinadas a fortalecer el valor de las ideas sarmientinas, la imagen del amigo como candidato presidencial y su propia militancia reivindicadora de los derechos femeninos.

Todo lo referido a la Biblioteca de Chivilcoy ocurre entre los n° 40 (octubre 1866) y n° 47 (mayo 1867) del periódico, en los que se aprecia un optimismo acorde a las dimensiones del evento reflejado en el trato entre Juana y el entorno. Basta mencionar como ejemplo el acta de la comisión organizadora de la Biblioteca que ofrece un “humilde tributo y verdadera justicia al mérito” que “la convencerá á V. que esta Sociedad sabe apreciarla, y que á falta de estatuas ó monumentos; quiere con ello dejar un recuerdo imperecedero de V. á las futuras generaciones” (1866, p. 140). El homenaje incluía la colocación de una fotografía de Juana en un lugar destacado de la Biblioteca con la leyenda: “Fundadora de esta primera Biblioteca popular en la Provincia”. Además de donar su biblioteca personal, ella había aportado la traducción de reglamentos de Bibliotecas norteamericanas para servir de guía y la organización de Conferencias públicas a su cargo. En carta a Manuel Villarino anunciaba:


 

Pero yo que atravieso la vida como el mendigo de la Escritura, sola y desnuda: en falta de los millones que no poseo, haré de mi labor intelectual, la alquimia que nos dé los medios pecuniarios que necesita la construccion del Edificio para la Biblio- teca. Me propongo dar Lecturas periódicas, cuyo producto se consagre á ese solo objeto (p. 144).


Esta declaración revela una filosofía de vida basada en el amor a la lectura y al estudio, alimentada en soledad y valorada como capital intelectual capaz de producir dinero al que sumaba su programa de reivindicación feminista. A diferencia de las Conferencias que había dado en la Capital sobre temas de interés general, las de Chivilcoy tuvieron el objetivo primordial de postular la lectura como engranaje fundamental del progreso y la integración social.


LECTURAS EN CHIVILCOY


En los Anales, las palabras de Juana aparecen fragmentadas en dos momentos correspondientes al orden que tuvieron en la apertura del establecimiento.

Primero, las “Palabras con que D° Juana Manso inició la planteacion de una Biblioteca Pública en Chivilcoy pronunciadas en el acto de la inauguracion de la Estátua”, preludian el tema central del evento mediante un hábil funcionamiento retórico que concentra, en un breve espacio, la potencia pasional del exordio y el epílogo para lograr la atención del público. La captatio benevolentiae es su gran recurso desde las primeras líneas, modulado en la narratio y la confirmatio, y reforzado hacia el final. Puesto que “la vía de seducción varía según la relación de la causa a la doxa, a la opinión corriente” (Barthes, 1982, p. 67), Juana acude como señuelo a su figura, llamativa para los asistentes que escuchan por primera vez a una mujer en el estrado. La estrategia de captación es la elusión, “No vengo a hablaros a mi nombre; soy nadie” (1866, p. 72), comienza. Es mensajera, “vengo a traeros el recuerdo y el pensamiento de un amigo que hoy se halla distante de nosotros, en la opuesta ribera del Océano Atlántico. Ese amigo es Sarmiento” (p. 72). La evocación del ausente agiganta la figura profética del futuro presidente y permite un juego dual con la imagen de la oradora que se prolonga hasta la segunda parte de la conferencia. Si la referencia a Sarmiento deja en la sombra la imagen de Juana, simultáneamente es el nombre propio que avala su misión. Esta dualidad se afianza en el vínculo de admiración y afecto que legitima su voz. Busca “cumplir el precepto del Maestro, y llenar los deseos del amigo” que le encomienda fundar una Biblioteca, allí donde fragua su proyecto nacional. Se lo encarga a ella, única que puede desempeñar esta tarea con el mismo ímpetu y convicción con que lo haría él. En este preludio vemos el doble juego de legitimidad y borramiento en la autofiguración de Juana que impacta, seduce y se extiende a la conferencia propiamente dicha. De él es la inspiración, pero ella es la mano ejecutora, y desde ese lugar estratégico, y ciertamente injusto, moverá los hilos para lograr el proyecto común.

Coincidimos con Liliana Zucotti (1994) en que el motivo de la

elusión guarda relación con la tradición del género, “si bien en su carácter de representante intenta ‘desdibujarse’ es el género mismo el que excluye a la mujer, aún en su carácter de mediadora, porque ese género posee una historia, y tiene, si se quiere, una condición previa de existencia” (p.104). Juana lo corrobora en la respuesta de Sarmiento a la carta de desahogo que le había enviado luego del episodio de las pedradas en Chivilcoy. Allí la consolaba: “Son las lecturas las que irritan. Es la primera vez que se introduce la práctica de hablar al público sobre cualquier materia El púlpito solo estuvo en posesion de esta prerogativa. Hoy lo está el pensamiento” (1868, p. 225). Pero en la reinvención del género puesta a funcionar por Juana se lee su confianza en la “alquimia intelectual” y una fuerza inédita que le permite diseñar una estrategia artística y discursiva para postular la figura de Sarmiento y su programa educativo como única solución para la mejora del país. Conocedora de las artes retóricas, conecta las palabras inaugurales con un epílogo destinado también a conmover al público. Lo hace acudiendo nuevamente a su figura, ya no para borrarla sino para elevarla en la comparación con un personaje bíblico, la viuda pobre a quien Jesús defiende y valora en cuanto da lo que tiene comparada con los más pudientes que dan limosna, “Yo seré, pues, como la viuda del Evangelio” (1866, p.74). Para llegar a esta analogía, ha preparado al auditorio exhibiendo sus posesiones: “Relaciones, que me ayudasen y que no tengo, Dinero, que no poseo. Libros. De estos, tengo algunos y son los que vengo hoy á ofrecer á Chivilcoy; no son muchos, pero ya es algo, porque solo soy rica de buena voluntad y de perseverancia” (p. 73). La viuda bíblica es un símbolo de su presente, de su pobreza y su soledad, para “dar el ejemplo”, como pedía Sarmiento al encomendar la fundación de la Biblioteca. En este sentido, su “desdibujamiento” es estratégico, apunta a captar paulatinamente la atención del auditorio y operar por analogía para diseñar una imagen propia despojada del interés material, rica en valores con los que busca empatizar con el público.

El epílogo exhibe su significación en sus dos niveles, el de las “cosas”, donde retoma y resume, y el de “los sentimientos”, en el que emerge la conclusión “patética y llorosa” (Barthes, 1982, p.68):


 

Fundemos una biblioteca popular, como complemento de la Escuela, y ambas como base de toda libertad, imposible sin la educacion del pueblo: para llenar este propó- sito, daré todos los libros de mi pequeña biblioteca, es cuanto poséo Chivilcoy, los traigo con mi corazon á esta fiesta memorable; recibidlos para fundar con ellos la Biblioteca Sarmiento (1866, p.74).


Este final sintetiza la política de lectura desplegada en el discurso y en el programa de educación común. Ya no es nadie, sino una mujer poseedora de una biblioteca políglota, un capital excepcional en su contexto, pero también de un saber y de un sentir que pone a disposición de una causa colectiva, donde tales dones adquieren valor asociado a una imagen inédita, la de la lectora pública. No sólo la lectora de novelas concebida como fenómeno masivo en esos años, sino la lectora que se ha constituido en ese “público políticamente raciocinante” (Habermas, 1994) capaz de intervenir en la vida política y expresarse en alta voz en una conferencia destinada a hombres y mujeres por igual.

La Lectura enlaza los valores de la sociedad moderna —libertad, educación y progreso— con la lectura. El despliegue retórico nos hace olvidar que “es nadie” y vemos a través suyo la imagen proyectada de la nación moderna en las alegorías, ejemplos y analogías moduladas por una primera persona fuerte (“Voy a explicar mi pensamiento”, “voy a narrar un episodio…”) para exaltar el valor de la lectura y la importancia de la accesibilidad a los libros en la formación del ciudadano. Acude a pasajes bíblicos que asocia a las figuras de Franklin, Horace Mann y Sarmiento, destacando la pobreza original de cada uno, el rol de la lectura y la asociación como claves del ascenso social y de la prosperidad de la nación. Equipara momentos y figuras históricas (Webster/Rivadavia), y en todos los casos, el punto de comparación modélico es el norteamericano (“Voy á narrar un episodio de nuestra historia comparada á la historia de los Yankees, en corroboracion de mi pensamiento”, p. 78). Este posicionamiento estuvo presente en los Anales desde el comienzo, pero aquí se potencia y se didactiza para captar la atención, seducir y convencer. De un lado aparece Estados Unidos, su historia, sus prohombres, el progreso y la lectura, del otro, nuestro pasado colonial, la influencia hispánica monárquica, las guerras civiles y la tiranía de Rosas. El acostumbrado modelo binario sarmientino permanece como armazón sobre el cual Juana construye una apuesta presente disparada al futuro, en cuya base coloca la lectura y la accesibilidad a libros como complementos indispensables del telégrafo, del ferrocarril (recientemente inaugurado en Chivilcoy) y de todos los adelantos técnicos de la humanidad. El libro es “el locomotor de los conocimientos útiles, de los sentimientos castos, de los fallos severos de la historia” y por esto mismo, “un gran poder moralizador en la vida moderna, en que los pueblos se agitan movidos por las corrientes eléctricas, de la libertad del pensamiento, de la conciencia y del trabajo” (p. 77). La lectura es una necesidad espiritual, moral e intelectual, por eso insiste en que: “No basta aprender á leer, es tambien necesario cultivar el gusto por la lectura, para que ese pasatiempo venga á ayudarnos á la obra de nuestra educacion propia, de nuestro progreso moral é intelectual” (p. 75). Y al hablar de su formación, parece inevitable no filtrar su experiencia lectora en clave argumentativa, primero al auditorio en general:


 

cuando las miserias de nuestras pasiones, traen, al corazon el desencanto de los amores que creímos eternos, de las amistades que supusimos invariables, cuando la muerte en su cosecha incesante, nos roba los caros objetos de nuestras afec- ciones, qué amigo mas fiel, qué consolador mas asiduo que el libro, con quien nos hallamos frente a frente en la hora del desconsuelo ó de la decepcion?! (1866, p. 77).


El cambio a la primera persona plural, los deícticos y la evocación de experiencias universalmente sentidas (la amistad, el amor, la muerte) interfieren en la narración histórica y apelan a la comunión espiritual con la lectura. Ya no es el progreso sino el alma que se beneficia con ella.


Juana vuelve a su caro tópico de la lectura como consuelo y del libro como cómplice y aliciente contra el infortunio. Más adelante, retoma y focaliza en un sector del auditorio que le interesa destacar. Se dirige a las mujeres de Chivilcoy y las incita a integrarse a esta empresa. Busca mostrar la causa común que las une y apuesta a su reivindicación, a su participación social a través de la promoción de la lectura:


 

La mujer, pues, no tiene un amigo mas leal que el libro; él sera el cómplice, y el con- solador de sus males, él calmará su pesar de un modo mas radical, que los banales consuelos que no llegan hasta su corazon dolorido. La mujer que lee y ama la lec- tura, luchará mejor contra el infortunio, contra alguno de esos dolores agudos que saben quebrantar las fibras de los corazones mas firmes (1866, p. 80).


Una vez más, la lectura es consuelo que fortalece el espíritu de la mujer. El destinatario general se particulariza, la carga argumentativa procede de su propia experiencia y empatiza con madres, amantes y esposas, apuntando a los lugares comunes del sufrimiento y la abnegación. Lejos de usufructuar la victimización, apela a estas cualidades para dar protagonismo a las mujeres en la empresa lectora, apunta a la acción y les confía el empuje de la biblioteca en ciernes. Los agradecimientos indican que las mujeres asistieron a la conferencia y desde el comienzo esta iniciativa estuvo signada por su propia marca ideológica. En este sentido, la inauguración del género en voz femenina lo es, asimismo, de su reivindicación.

Hacia el final Juana organiza, ofrece consejos prácticos, descubre los secretos de su puesta en escena: “La lectura es hoy un arte de ornato, es la ciencia de persuadir por el magnetismo de la entonación y la pureza de la dicción” (p. 87), incitando a continuar “en tan buen camino; organizad sociedades de lecturas públicas dominicales; adelante, adelante y el porvenir es vuestro” (p. 87). La cualidad pasional del exordio se realiza en aspectos prácticos, la seducción está en lo concreto, en lo que puede hacerse y en su beneficio cotidiano. La lectura debe entrar en todos los órdenes de la vida, en todos los integrantes de la sociedad como clave para obtener su carta de ciudadanía. La promoción de la lectura involucra la formación de la opinión pública y su periódico es el espacio por excelencia donde esto puede comprobarse. Aclara que todo se publicará en los Anales, elogiando a Chivilcoy por contar con más suscriptores que en Buenos Aires. Lejos de ser nadie, esta primera lectura permite ver que ella también es una hacedora de la educación común.

La segunda Lectura se concretó el 27 de abril de 1867. Fue publicada en los Anales de ese mes y continuada en mayo. Su título, “Escuelas comunes”, anticipa la ampliación temática respecto de la primera. Mantiene el esquema binario con reminiscencias a la época de Rosas en clave argumentativa y a los “traficantes en política, que hace años esplotan el país en provecho propio, postergando la primera de sus necesidades, la educacion, y creyendo darnos mucho, cuando alquilan una casa sucia, asignan al primer pillo que se quiere convertir en maestro” (p. 284), críticas que sostiene con datos sobre infraestructura escolar rural, tema recurrente en el periódico.

Aquel “soy nadie” muta en una primera persona plural, programática y activa. Sus palabras llevan impresas la fuerza, la decisión y la carga semántica romántica que caracteriza la utopía de ambos amigos. Ella es parte activa de ese proyecto que tiene en Chivilcoy su primer resultado. Hay biblioteca popular, hay Asociación de Escuelas, hay distribución de tierras y renta comunitaria.

Aquí el público se construye en su imaginario como un prodestinatario (Verón, 1987) que sigue la senda del progreso. Así, se comprende el final apasionado:


 

Perseveremos señores, perseveremos, y dispongámonos á la lucha, sin parar la con- sideracion en las amarguras que nos llegue a costar. No me ofrezco como modelo, pero con la mano sobre el corazon, puedo decir que se sufrir, se despreciar que ni me arredra la indiferencia ni me intimida la calumnia. Tengo toda la fuerza de volun- tad requerida para el sacrificio, y voy de frente, quebrando uno á uno los obstáculos, levantemos la antorcha que ilumina; las aguas del Mar Rojo se abren, paso a Israel, paso al pueblo soberano! (p. 295).


Hay un presente promisor que requiere perseverar en la lucha contra el enemigo común, la ignorancia, ubicada a un lado en el esquema binario desplegado en ambas conferencias. El sistema de valores opositivos, propiamente sarmientino, cobra nuevo sentido expresado por la amiga, quien ha preparado el terreno para exhibir la construcción de la República como una gesta. La triada educación-asociación y renta erigida como bandera es la fórmula que los enfrenta por igual a la oligarquía terrateniente y a “la ambición de los caudillos”, artífices de la ignorancia enemiga de la marcha “irresistible” del progreso.

El hecho de que sea Juana la oradora, la política, la que levanta “la antorcha que ilumina” el porvenir resulta excepcional en un contexto en que estas actividades eran vedadas a las mujeres. Se apropia de un género de tradición masculina, lo dota de un nuevo sentido y estilo propio para alzar su voz republicana. Conoce la oratoria, utiliza sus estrategias, le pone el cuerpo e imaginación artística, se legitima intelectual y socialmente estableciendo un enlace entre su discurso, su rol como mujer de prensa, como directora del primer y único periódico pedagógico del país. Desde este lugar inédito promueve la lectura y los derechos de la mujer, vinculados también a esta práctica. Asocia a las artistas, las noveles y las consagradas, escritoras y lectoras, como representante local de una hermandad transnacional. Así, cobra fuerza la estrategia de comenzar “siendo nadie” para hacer visible su propio carácter, que crece y se agiganta a la vista del lector actual de los a medida que recorre sus páginas. Este posicionamiento, a la vanguardia de un modo de intervención femenina en el espacio público, como sabemos, trajo consigo el rechazo del entorno, aferrado al status quo, y de los detractores del programa sarmientino, que hicieron sentir su oposición.


DESCARGO: CARTA DE JUANA A SARMIENTO SOBRE BIBLIOTECAS POPULARES


El n° 47 de los Anales (mayo 1867) muestra con nitidez el movimiento de utopía, acción y frustración que caracteriza el tono del periódico bajo la dirección de Juana. Allí incluye una carta a Sarmiento como exposición pública del desprecio recibido en sus últimas iniciativas en favor de la difusión de la lectura. La carta se titula “Bibliotecas populares”, y es un testimonio desalentador de la fundación de bibliotecas en el interior y puede leerse como contraparte de la proliferación de evocaciones celebratorias sobre esta empresa en distintos registros históricos. Javier Planas (2017) ha analizado en detalle el devenir del proyecto, su dimensión utópica, sus contradicciones, vaivenes legales y sociales. Aquí nos centramos en el relato en primera persona publicado en el mismo escenario promotor de estas iniciativas. Juana exhibe en la prensa lo que otros esconderían y lo que la enorgullece con el mismo valor e importancia. Al testimonio de la angustia se suma la denuncia:


 

Quiero consignar en los Anales mis trabajos sobre Bibliotecas Populares encomen- dados por Vd. en una de sus cartas: si le escribiese por el Paquete, irían mis pa- labras á recargar las sombras que enlutan su corazon todavía; en los a Anales, le llegara mas tarde esta nueva decepcion, que para mi no lo es, porque nada espero hace mucho tiempo, y si prosigo en mi tarea de Sisifo, es porque la vida debe tener un fin útil; yo empleo la mia como el lote que me ha cabido, contenta porque lleno un deber y resignada con la esperanza de la justicia postuma (Anales, 1867, p.303).


Esta toma de posición es producto de una ética y una coherencia respecto de la libertad de prensa y de la necesidad de formar la opinión pública. El motor es la noción del deber y la consciencia de trascendencia de la empresa acometida.

Juana resiste porque confía en el juicio de la posteridad. La carta es provocadora, descubre al enemigo más peligroso que el de la batalla de Curupaytí en la que ha muerto Dominguito: el enemigo interior, el que acecha en la ignorancia y la indiferencia. El efecto perlocutivo apunta en varias direcciones, al amigo protector, al paradestinatario indeciso y al enemigo en campaña. Busca afirmar su valor, convencer de que “ni me arredra la indiferencia ni me intimida la calumnia”, como concluía en Chivilcoy. El vaivén entre el desaliento, la frustración y la afirmación de una voluntad providencial que la empuja a continuar se tiñe de pesimismo y enojo a medida que avanza el relato. La narración de los trabajos encomendados por Sarmiento viene acompañada de fuertes críticas, una vez más, el egoísmo de la oligarquía y a la censura de la Iglesia. Narra los episodios de ataque más conocidos en la actualidad, pero por debajo de la ira aflora, imbatible, la sensibilidad. Se llama a sí misma “este pobre mártir” y construye su imagen de acuerdo con su discurso en los Anales, entre la utopía, la crítica virulenta a los enemigos del proyecto y la resignación ante los avatares del destino. Formula la queja en preguntas retóricas cuya semántica descubre la barbarie del enemigo:


 

Le diré que un populacho grosero soportando el frío venia a apiñarse a las ventanas para proferir obsenidades dirigidas a las damas que asistían a mis lecturas, porque se les hace un delito en las mugeres hasta que deseen ilustrarse, y peor que delito es ridículo todavía en nuestro pais que la muger haga uso de su inteligencia; voy a decirle esto también? Le diré que allí donde existe una Biblioteca fundada por mi ha terminado a ladrilla- zos contra las paredes del edificio, una lectura cuyo producto era destinado a esa misma Biblioteca? (p.306).


Fundar bibliotecas, dar lecturas públicas y promover la participación femenina eran actos transgresores, como hablar de la Reforma protestante en un entorno católico y clasista. Pero el enemigo es descalificado por bárbaro, es el “populacho grosero” que insulta y ataca a las mujeres que quieren ilustrarse. El juego semántico ironiza con la escala de valores de la transgresión; para la barbarie –letrada o analfabeta–, ilustrarse es un delito. Las premisas centrales del programa de educación común se estrellan contra una sociedad que aún no está abierta a tales cambios, “pobre como soy y sola, es fácil echarmeasafétida en la ropa y hacerme una ovacion de cascotazos!” (p. 305). Pero no calla e insiste redoblando la apuesta para demostrar la asertividad de su prédica, por eso al finalizar la carta incluye una traducción realizada por Ernestina Cabot, una joven estudiante de la escuela n° 1 dirigida por ella, discípula y colaboradora de los de los Anales, mostrando así lo que las mujeres formadas desde pequeñas pueden hacer.

Este ciclo que exhibe “toda la fuerza de voluntad requerida para el

sacrificio” se cerró en la última visita a Chivilcoy en octubre de 1868, única mujer de la comitiva presidencial. Su discurso no aludió a la visita anterior ni se detuvo en críticas. Por el contrario, recordó los buenos momentos y el “pacto de amistad” con el pueblo. Su perspectiva nunca fue más práctica que en este discurso, donde recomendó comprar para la Biblioteca el libro de Woodward sobre log-houses, hoy conocida como construcción en seco, a fin de que los paisanos pudieran construir su casa propia. Lejos de los años de juventud, Juana siguió apostando a la lectura para igualar posibilidades, clave de una sociedad democrática.


FUENTES


Anales de la Educación Común (1861). Nº22. Vol. II. Imprenta del Nacional. https://cendie.abc.gob.ar/revistas/index.php/revistaanales/issue/ view/59


Anales de la Educación Común (1866). Nº40. Vol. IV. Imprenta del Orden.


Anales de la Educación Común (1866). Nº42. Vol. IV. Imprenta del Orden. https://cendie.abc.gob.ar/revistas/index.php/revistaanales/issue/ view/81


Anales de la Educación Común (1867). Nº46. Vol. IV. Buenos Aires: Imprenta Americana.


Anales de la Educación Común (1867). Nº47. Vol. IV. Buenos Aires: Imprenta Americana.


Anales de la Educación Común (1868). Anuario. Sin datos editoriales. https://cendie.abc.gob.ar/revistas/index.php/revistaanales/issue/ view/84


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


Barthes, R. (1982). Investigaciones retóricas I. La Retórica Clásica. Ayudamemorias. Ediciones Buenos Aires.


Habermas, J. (1994). Historiaycríticadela opinión pública. La transformación estructural de la vida pública. Gustavo Gili.


Planas, J. (2017). Libros, lectores y sociabilidades de lectura. Una historia de los orígenes de las bibliotecas populares en la Argentina. Ampersand.


Verón, E. (1987). La palabra adversativa. En AA.VV. El discurso político (p. 11- 26). Hachette.


Weinberg, F. (1988). Las ideas sociales de Sarmiento. Buenos Aires: Eudeba.


Zucotti, L. (1994). Gorriti, Manso. De las veladas literarias a las “Conferenciasde maestra”. En Fletcher, L. (comp.). Mujeres y cultura en la Argentina del siglo XIX (pp. 96-107)

 

1 En todos los casos, se mantiene la grafía original, por lo que no será aclarado en lo sucesivo.

2 Conferencias, pero las llama Lecturas como una traducción cuasi literal de Lectures.

 


Pionetti, M. (2023). “Soy nadie”. Juana Manso y la Biblioteca popular de

Chivilcoy (1866-1868). Anuario sobre Bibliotecas, Archivos y Museos Escolares, 3, 41-53