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Universidad Nacional de Quilmes
Capítulo 6
Los chicos toman la palabra
Les escribo para decirles que en la escuela que voy yo mandaron este diario número cero y como dice que nos hagamos periodistas y me quiero hacer, les escribo cada tanto así van amontonando cosas (Diego Marcelo Beatrice, noviembre de 1973).
En aquella nota publicada en agosto de 1974, Gustavo (12), Alejandro (13) y Miguel Ángel (12) compartían su mirada sobre la participación argentina en el Campeonato Mundial de Fútbol realizado en Múnich: “Argentina anduvo muy mal. Los jugadores no se conocían, no tenían esquema de juego”; “Nosotros formamos jugadores para la exportación. Nos dicen que cuestan muchos millones”; “Mucho de lo que ocurre en el fútbol es culpa de los dirigentes que se interesan más por la economía que por el deporte”; “Es una lástima la muerte del Presidente. Perón ponía mucha atención en el deporte”.En los hechos fue el último número de El diario. Pero, en ese momento, iniciaba una de las formas de participación previstas en el proyecto: “la organización de mesas redondas en diferentes escuelas, las cuales serían posteriormente vertidas al periódico”, relataba la nota publicada por El Cronista Comercial. “Para Dujovne y Amengual, el problema de la participación es decisivo: una o dos páginas –anuncian– se pondrán a disposición de los lectores y serán ellos los encargados de llenarlas”.1
Además de las mesas redondas, por supuesto, preveían un correo
de lectores que habilitaría un ida y vuelta sobre el periódico, y nutriría a la redacción con textos y dibujos. Y en uno de los números de prueba incluyeron un cuestionario para conocer más a sus destinatarios y recoger sus percepciones e inquietudes.
La búsqueda de participación era de esas cosas que “estaban en el aire”, una impronta de las iniciativas ministeriales que se dio aunque no hubiera coordinación cotidiana o una directiva explícita. Así, la materia del secundario Estudio de la Realidad Social Argentina, que reemplazó a Educación Democrática, se construyó con ejes temáticos y formas de evaluación que debían ser redefinidos por cada docente y reenviados al Ministerio. De forma análoga, en los centros y escuelas dependientes de la dinea se puso en práctica una metodología participativa para construir un “Informe Anual Regional”. Comprometía a estudiantes y docentes en la recopilación de elementos de la cultura popular de la comunidad de pertenencia, como posible insumo para el futuro diseño centralizado de materiales pedagógicos y programas para los medios de comunicación masiva.2
La osadía de El diario radicó en llevar esa búsqueda a los chicos;
proponerles también a ellos la toma de la palabra. Por ese entonces, la declaración vigente de Derechos del Niño (1959) estaba centrada en la idea de la protección. Fue la Convención (1989), tres décadas después, la que planteó “el derecho de expresar su opinión libremente” (artículo 12) y el “derecho a la libertad de expresión” que “incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo tipo” (artículo 13). Mucho antes, El diario proponía desde su primer número cero –y para alarma de los sectores más conservadores– su sección “Los chicos opinan”.
CHICOS PERIODISTAS
Otra manera de impulsar el protagonismo de los chicos fue la reivindicación de los periódicos realizados por estudiantes en las distintas escuelas del país. De manera diferente al ser organizado por adultos.
El diario era una suerte de pariente mayor de esas experiencias, a las que estimulaba y quería dar a conocer. “La importancia del periodismo escolar en Argentina es sorprendente: actualmente hay inscriptos, en el Consejo Nacional de Educación, 800 títulos”, se estimaba en la nota publicada por El Cronista Comercial. “El diario de los chicos propone, como una de sus metas, hacer las veces de canal de comunicación entre las distintas publicaciones”. 3
La realización de periódicos escolares se introdujo como actividad educativa en la Argentina hacia fines del siglo XIX; a comienzos del nuevo siglo ya era una práctica extendida, estimulada por distintas pedagogías que provenían de Europa y Estados Unidos.4 Célestin Freinet, autor de La imprenta en la escuela (1927), fue uno de los que promovió el diario escolar como vehículo de expresión libre, trabajo cooperativo y construcción colectiva de conocimiento. Los años de El diario coincidieron con el auge de la circulación en español de la obra de este pedagogo francés.
Ya en los años sesenta, el Ministerio de Educación había incorporado una Dirección General de Información Educativa, convertida luego en la sección de Complementación Educativa que, desde 1966, organizaba muestras y creó un Registro de Periodismo Escolar. Como parte de ese impulso, en 1969 se había realizado la Primera Jornada de Niños Periodistas y, en 1973, el Primer Encuentro Docente de Maestros Asesores.5
En el primer número 0 de El diario de los chicos, con el cintillo Chicos periodistas, una nota breve anunciaba la VII Muestra Simultánea de Periodismo Escolar, organizada para noviembre de 1973 en Centro Cultural General San Martín y en distintas dependencias provinciales. Llamaba a quienes quisieran participar de estas experiencias a inscribirse en el Registro de Periodismo Escolar, y también a estar presentes en sus páginas: “El diario de los chicos” está hecho por grandes. Apenas sí por ahora tenemos una página dedicada a cosas hechas por chicos. Pero opinamos que es importantísimo que los chicos fabriquen sus propios periódicos, pensándolos, haciéndolos, decidiendo cuáles son las cosas que importan.
Saludamos a nuestros colegas, los chicos periodistas de todo el país, que a través del mimeógrafo o la hoja manuscrita muestran sus preocupaciones y la importan- cia de su trabajo creativo. Y les pedimos que cada vez que puedan nos manden los periódicos que hacen y nos digan si nos dan permiso para reproducir parte de ellos en “El diario de los chicos”.6
Este pedido tuvo eco entre sus destinatarios. En noviembre de 1973, entre la correspondencia recibida hubo al menos tres ejemplares: la revista Horas Felices, realizada en la Escuela No 14 de General Cerri (Provincia de Buenos Aires), el periódico escolar Lonco Trapial, de la Escuela Provincia No 30 de Gastre (Chubut) y Mi planeta, de la Escuela No 20 - C. E. No 11 “Antonio Alice” (Capital Federal).
La expresión Chicos periodistas reapareció en el segundo número 0 para presentar una entrevista a Jorge Taiana. Es que el 23 de octubre –el mismo día de la presentación pública de El diario, a la que el funcionario no pudo asistir– fueron al Ministerio dos chicos de la Escuela Manuel Solá, con la intención de entrevistarlo para su periódico escolar. Y no solo lograron un encuentro con Taiana, sino que El diario les pidió autorización para reproducir –tal cual las escribieron– las preguntas y respuestas, que se referían a los cambios necesarios en la enseñanza, a la práctica obligatoria de deportes, y también a la muerte de Allende en Chile y la situación de las comunidades indígenas del norte y el sur. El titular de la cartera educativa sostenía que el país estaba “en plena” reconstrucción nacional, “pero como toda reconstrucción, no se hace en una semana sino en bastante tiempo, y debe ser hecha por los jóvenes, los niños y hasta los viejos”. Para ayudar, los estudiantes primarios debían “estudiar y aprender todo lo concerniente a la realidad histórica y contemporánea del país, en sus múltiples aspectos, humano, geográfico y económico”.7
PREGUNTAS PARA/SOBRE LOS LECTORES
La misma edición incluía, en una página que se proponía como recortable, una encuesta para saber qué le había parecido El diario a los chicos, conocerlos más y comprender sus opiniones.
Al igual que la encuesta para maestros, el instrumento había sido ideado por Dujovne junto con Silvia Dubrovsky. En este caso, se indagaba sobre qué notas habían leído, si les habían gustado y por qué, y también si había cosas que no habían entendido, si querían que la letra fuera más grande o igual y qué otros temas podrían incluirse en los números siguientes, etcétera. Desde la primera vez que nos mostró esos materiales, Marta nos aclaró que “la encuesta se hizo sabiendo que no se iba a procesar, que no se iba a hacer un trabajo posterior con ella más allá de leerlas una a una”.8 Hoy esas páginas recortadas resultan muy valiosas para pensar las infancias de aquellos años.
.Se conservan 265 encuestas, recibidas desde catorce provincias. No
se puede hacer un análisis estadístico concluyente: por un lado, porque seguramente no son el total de respuestas emitidas; por otro, porque no expresan una muestra representativa de la población. De algunas provincias –como Santa Cruz y Santa Fe– hay más de 50 cuestionarios, mientras de otras solo hay cinco, uno o ninguno.
El repaso de las respuestas ofrece, no obstante, un panorama sobre las condiciones sociales de los niños y niñas que accedieron a El diario, sus consumos culturales, las desigualdades regionales y, claro, la percepción que tuvieron de los primeros dos números 0 precisamente los lectores a quienes apuntaba.
El diario de los chicos, “Preguntas para ustedes”, encuesta a los lectores,
p. 10 del segundo No 0
En general, las niñas y niños que contestaron la encuesta asistían a sexto y séptimo grado, aunque hubo excepciones. En Chubut, un chico de 3o grado; en Victoria, Entre Ríos, una joven de segundo año de secundaria. En la escuela No 323 de Santiago del Estero, El diario circuló en todos los niveles, por lo que hay respuestas incluso de tres niños que asistían a primer grado. Las edades son variables, aun dentro de un mismo grado, y llegan hasta adolescentes de 15 años. Sus realidades también eran de lo más diversas.
Varias décadas después, Raúl Gagliardi –el asesor en temas de biología– tiene el recuerdo patente de haber compartido con Marta la lectura de algunos de esos materiales:
La encuesta les preguntaba si trabajaban o no. También había cartas.
Me acuerdo que había chicos que decían “no trabajo, lo único que hago es levantar- me a la mañana, ordeñar las cabras, limpiar las cosas, llevar las vacas...”. Chicos que trabajaban 18 horas por día pero para ellos no trabajaban. Y los otros que decían “sí, trabajo en casa, lavo los platos y los seco”. ¡Había una versión de lo que es el trabajo muy diferente entre las zonas rurales y las zonas urbanas!9
Efectivamente, el cuestionario relevaba la ocupación de padres y madres, y también preguntaba a los chicos si trabajaban. Entre quienes contestaron que sí, el detalle se divide entre quienes colaboraban en tareas hogareñas y quienes trabajaban en la cosecha, la viña, en un obraje, en una fábrica o cuidando personas mayores. A su vez, se indagaba si leían diarios de grandes (algunos sí, otros no; algunos en la escuela; varios interesados en la sección deportiva), qué hacían en los ratos libres, qué veían en la televisión. Aquí, otra vez, las diferencias regionales eran notables: en provincias como Santiago del Estero y Chubut, ninguno de los chicos veía televisión; en la última de ellas con una razón explícita: “todavía no hay”.
Más extendida era, en cambio, la lectura. De libros, en algunos casos, pero sobre todo de revistas. Aun con sus limitaciones en términos muestrales, los cuestionarios ofrecen hoy un interesante mapa de los consumos culturales infantiles de esos años. Patoruzú encabeza las lecturas, seguida de cerca por Billiken y Anteojito. Luego pueden apuntarse varios otros títulos –incluso no específicamente infantiles, pero leídos por algunos niños, como Nocturno o Gente–, con algunas curiosidades: por ejemplo, que en Santa Fe y en Santa Cruz se leía El Tony, una revista que había sido discontinuada tiempo antes y que por esos años solo se publicó como anuario, en ediciones guionadas por Héctor Oesterheld.
Además de estos datos, que recuperamos como foto de una época, fundamentalmente la encuesta esbozaba un análisis de la recepción, indagando por ejemplo cuáles eran las notas qué más habían gustado y las que no. También aquí encontramos una enorme disparidad en las respuestas. La historia “A volar se ha dicho”, por ejemplo, para muchos era la más valorada mientras que, para varios otros, la que menos gustó. Todas las notas tienen la aprobación de algún chico o chica, y el disgusto de otro u otra.
Entre las producciones del segundo número 0 que recibieron más valoraciones positivas están “Argentina en las Naciones Unidas”, “Construirán Yaciretá Apipé” y la historieta “La vuelta de Obligado”. Las razones, expuestas en una pregunta abierta, giraban entre lo “entretenido” o “divertido”, lo “interesante” y lo utilitario: “tiene cosas que estamos estudiando”. Sobre lo que más atrajo a los chicos también hay un dato llamativo por imprevisto. A la hora de enumerar los contenidos del segundo número 0 para que marcaran cuáles habían leído, el diseño del cuestionario no incluía el pliego central, al que los editores consideraron sencillamente como un espacio publicitario.10 Sin embargo, poco después, frente a una pregunta abierta qué indagaba lo que más les había gustado, fueron varios los niños y niñas que ponderaron “No pagues de más”, una propaganda de la Secretaría de Comercio que explicaba la función de los precios máximos, diseñada como historieta por “Lolo” Amengual.
LOS CHICOS PROPONEN
“El próximo número de ‘El diario de los chicos’ va a ser el número 1 y saldrá en marzo de 1974. En él contaremos el resultado de este cuestionario”, prometía la página de la encuesta, en noviembre de 1973. Lo que siguió no fue fácil, y aquella promesa quedó pendiente, aunque las respuestas fueron prolijamente archivadas en un bibliorato, divididas provincia por provincia. Es difícil saber qué consecuencias hubiera tenido un análisis de la encuesta en la planificación de los sucesivos números. Una de las sec- ciones menos destacadas por los pequeños lectores era “La columna de América”, central para la idea de la publicación. ¿Se hubiera replanteado su
inclusión? En un sentido similar, hay un grupo de alumnos que cuestionaba, entre lo que no gustó, que El diario tratara temas de política nacional o internacional, y reclamaba en cambio un tipo de propuesta propia de las clásicas revistas infantiles. ¿Tenía asidero atender a ese pedido? La lista de lo más solicitado para los siguientes números la encabezaban “deportes” y “chistes”, aunque en el conjunto había diversidad y originalidad.
Un niño de Clorinda, Formosa, sugería que escribieran sobre la energía atómica. Varias chicas pampeanas solicitaban información sobre platos voladores. También hay interés por los cometas, y en particular por el cometa Kohoutek, que fue visible durante buena parte de 1973 y 1974. Otros pedían notas sobre “las provincias de nuestro país”, “las escuelas rurales”, “natación”, “inventos de todo el mundo”, “de Sandro”, “algo del Brasil”, “de las drogas”. Una niña de San Luis insertaba una hoja aparte para esa “pregunta 17” y les proponía una extensa lista de temas, e incluso sugería secciones como “¿Sabías que... el apio fue utilizado primeramente para fines medicinales? Yo le puedo mandar muchísimo si ustedes desean”.11
Este tipo de propuestas no solo se adjuntaban a la encuesta, sino también llegaban a través de cartas que se recibieron en el Ministerio durante todo un año y quizá más, cuando la experiencia ya había concluido. El primer contacto epistolar de un niño, fechado el 6 de noviembre de 1973, corresponde a la cita que inicia este capítulo: Diego, de quinto grado de la Escuela Nacional N° 362 de Santa Fe, recogía la invitación a ser parte y proponía una nota sobre grandes artistas y otra sobre mitología. También quería saber cuánto iba a costar el diario. Y cerraba con “otra pregunta:
¿me puedo hacer periodista?”.12
Ya desde su primera prueba, la publicación se comprometía a incluir las producciones que llegaran por correspondencia, lo que terminó por suceder en el caso de Nora Córdoba, de Encrucijadas, departamento de Río Seco, provincia de Córdoba, que envió una poesía publicada en el N° 1 (con una tirada pequeña que apenas circuló, por problemas que detallaremos en el capítulo 9) y luego en el número 2. Empezaba a tomar forma la sección “Los chicos escriben”.
Desde otro pequeño pueblo de Córdoba, Matorrales, se contactó José Cassini en agosto de 1974 para contar la recepción de El diario en su aula, y lo hizo a través de un dibujo.
El mismo mes escribió Susana Orellano, de un quinto grado de la Escuela No 119 “Coronel Ortiz de Ocampo” de Rosario,
[...] para comunicarles que he leído vuestro diario el N° 2, y es fabuloso, muy a mi gusto, llegó a mis manos en forma inesperada, el viento lo traía volando, y no me arrepiento de haberlo recogido, sino no sabía que existía, yo les solicito que lo en- víen a mi escuela aunque tengamos que pagar algo; construir el tambor, es fácil y suena bien; les diré que nunca olvidaremos a nuestro querido General Perón, él nos quería tanto, que decía siempre que “los únicos privilegiados son los niños” [...].13
La belleza de la anécdota expone, también, los azares de la distribución del diario, que iría ordenándose progresivamente, con ayuda de chicos y maestros: no son pocos, en la correspondencia, quienes pedían el envío de El diario porque se habían enterado de que existía, o solicitaban que fueran más ejemplares porque no habían alcanzado para todos sus compañeros. A Gastón Marano, de 7° grado de la Escuela No 15 “José Manuel Estrada” de La Plata, se lo entregaron en el colegio. “Lo leí y realmente es muy interesante”, apuntó en una carta de agosto de 1974, en la que valoraba la sección “Los chicos escriben”. Había leído el poema de Nora Córdoba y enviaba una poesía propia, titulada “El campo”. Casi no reconoció aquel escrito cuando lo leyó cuarenta y seis años después: “Era todo un J. L. Ortiz en potencia, ja ja”. El diario es un recuerdo muy borroso en la memoria. “Me viene una imagen, la de una maestra que me preguntó si lo había escrito yo. Era la profesora particular que me preparó para el examen de ingreso al secundario”, refresca. Pudimos ubicar a Gastón, uno de los tantos niños y niñas de séptimo grado que recibieron El diario en su escuela durante 1974, por su participación en el Centro Ex Combatientes Islas Malvinas (cecim) de La Plata. Esta pertenencia fue un dato clave para comprender quiénes
eran aquellos chicos. Los de El diario fueron, luego, los de la guerra.
Aquella generación que vivió el final de la escuela en una primavera de estímulos, de participación, atravesó su adolescencia con el disciplinamiento de la dictadura. Sus memorias no fueron protagónicas en los años que siguieron. ¿En qué lugar de sus recuerdos se guardarán, hoy, las páginas de ese diario que los convocaba a tomar la palabra?
Carta del alumno José Cassini en agosto de 1974; dibujo en el dorso: “Así fue mi escuela cuando aparecieron los diarios de lochicos”
1 “Un intento pionero de periodismo infantil”, El Cronista Comercial, 29 de octubre de 1973, p. 16.
2 Bosovsky, Guillermo, “Todo el saber del pueblo: informe anual regional 1974: una experiencia educativa al servicio de la cultura popular”, Crisis, No 33, enero de 1976, pp. 52-57.
3 “Un intento pionero de periodismo infantil”, El Cronista Comercial, 29 de octubre de 1973, p. 16.
4 Finocchio, Silvia, “Un tesoro inexplicado: los periódicos escolares en la Argentina”, Revista História da Educação, vol. 17, No 40, mayo-agosto, Rio Grande do Sul, Associação Sul-Rio- Grandense de Pesquisadores em História da Educação, 2013, p. 29.
5 “Aquí, noticias”, El Monitor de la Educación Común, órgano oficial del Consejo Nacional de Educación, No 944, Buenos Aires, 1975, pp. 59-62.
6 “Raúl Gagliardi, entrevista del 30 de abril de 2020.
7 “Entrevista a Taiana”, El diario de los chicos,segundo No 0, noviembre de 1973, p. 5. “Preguntas para ustedes”, encuesta a los lectores, p. 10
8 Marta Dujovne, entrevista del 17 de enero de 2017
10 “Habíamos pensado que podía ser una fuente de ingresos para El diario. Iban a ser siempre avisos institucionales y con un contenido con el cual estuviéramos de acuerdo. Después de hacer ése nos avivamos de que no valía la pena, porque todo lo que se cobraba iba a rentas generales de la Nación”, explica Marta (entrevista del 14 de junio de 2013). Así, “No pagues de más: hay precios máximos” fue la única publicidad que hubo. En efecto, no era un aviso convencional: utilizaba el diseño, la tipografía y el estilo didácticos de la publicación. Una tira explicaba la cadena de formación del precio de un producto –señalando los intermediarios parásitos como problema– y otra planteaba el problema del acaparamiento. La página estaba firmada por la Secretaría de Comercio, que el 1o de junio de 1973 había fijado precios máximos para varios productos de la canasta familiar.
11 Carta de Alejandra Baudino, San Luis, 28 de noviembre de 1973.
12 Carta de Diego Marcelo Beatrice, Santa Fe, 6 de noviembre de 1973.
13 Susana Orellano, carta del 23 de agosto de 1974.
Abbatista, L. y Badenes, D. (2023) "Los chicos toman la palabra".
Anuario sobre Bibliotecas, Archivos y Museos Escolares, 3, 219-229