Entre el 18 de julio y el 2 de agosto la ciudad de Guayaquil, Ecuador, fue sede del Primer Encuentro Latinoamericano de Cultura organizado por el Centro Municipal de Cultura de esa ciudad. Por Argentina participó, junto a otros, el escritor Haroldo Conti, autor de Alrededor de la jaula y Premio Casa de las Américas 1974 por su obra Mascaró, el cazador americano. Nuevo Hombre entendió que el aporte de Conti a la literatura argentina lo convierte en uno de los intelectuales más consecuentes entre quienes se empeñan por que la literatura sea una tarea testimonial. Por eso uno de sus redactores entrevistó al escritor y juntos ensayaron una evaluación de la experiencia de Guayaquil
Nuevo Hombre: ¿Guayaquil fue la primera reunión de escritores a la que concurre?
Haroldo Conti: Sí, en cierta forma. Estuve dos veces en La Habana como jurado de Casa de las Américas y aunque esa reunión no es formalmente un congreso de escritores de hecho resulta el más provechoso de todos.
N.H.: ¿De qué depende que un congreso sea o no provechoso?
Haroldo Conti: De sus resultados, supongo. Un congreso de escritores puede llegar a ser con el tiempo nada más que un recuerdo de viaje o bien un hito importante en el movimiento cultural.
N.H.: ¿Y Guayaquil?
Haroldo Conti: Creo que fue esto último. Los resultados son concretos y útiles. Aparte de eso y como sucede en los encuentros de La Habana sirvió para reconocer nuestro aislamiento y promover los me dios para romperlo. El espíritu fraternal que flotó en el encuentro favoreció el crear y estrechar sólidos lazos más que nada en tareas concretas, no en meras efusiones pasajeras a intercambios de direcciones.
Estos congresos o encuentros, y vuelvo sobre la primera pregunta, son a veces la única forma que tenemos de viajar, de conocer nuestra América. Uno se recibe de escritor más o menos por decisión propia y la Sociedad Argentina de Escritores no tiene una fragata con la que podamos salir a recorrer el mundo como premio a nuestra decisión. El problema es saber quién maneja estos congresos para no prestamos al juego de nadie y menos del enemigo. Eso explica por qué, con lo que me interesa viajar, éste fue el primer encuentro al que asistí. Si usted recuerda hace cosa de dos años rechacé una invitación al Congreso de Cali por cuanto estaba manejado por la derecha. Hay que prevenirse de esto buscando toda la información posible. A veces basta con saber el nombre de sus organizadores. En el caso de Guayaquil obtuve todas las seguridades de que iba a ser un encuentro sin imposiciones políticas y efectivamente organizado por el Municipio de Guayaquil
N.H.: ¿Fue realmente asi?
H.C.: Sí, y quiero destacarlo en atención a las autoridades de Guayaquil, en especial al Concejal de Cultura y Educación, Otón Chávez Pazmiño. Se pudo hacer y decir lo que se quiso, en Guayaquil, sin presiones de ningún tipo. Esto permitió que el primer día de trabajo, en la conferencia de prensa con que se dio comienzo al evento, los escritores argentinos invitados pudiéramos hacer las declaraciones que hicimos e incluso, a partir de ahí, orientar el encuentro en la dirección que finalmente tuvo.
N.H.: ¿Cuál?
H.C.: Dijimos en esa ocasión que, expresamente, queríamos que ese encuentro no fuese una amable reunión de literatos sino que al concurrir allí como trabajadores de la cultura en nombre y representación de nuestros pueblos queríamos ser realmente una expresión de las luchas y situaciones de esos pueblos. Con respecto a la Argentina pusimos ese día a disposición del periodismo todos los informes que llevamos sobre la situación real de nuestro país, sobre todo en lo que hace a la cultura. A partir de ahí notamos permanentemente un gran interés y una gran preocupación por cuanto sucedía en nuestra patria. Es evidente que Argentina pesa espiritualmente, en toda Latinoamérica.
Este espíritu del encuentro se vio luego claramente reafirmado con las palabras de apertura que en nombre de los intelectuales ecuatorianos pronunció el compañero Jorge Torres Castillo. El acto fue en el salón principal del Municipio de Guayaquil, en la hermosa rambla frente al melancólico río Guayas que se entreveía por las ventanas y quiso el destino que me tocase decir a mí unas palabras en nombre de los “ilustres invitados”. Lo esencial de las palabras de Torres Castillo, que yo utilicé a mi vez para mi breve discursito, fueron aquellas de Fidel pronunciadas en el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura en Cuba que dicen, en síntesis, que el apoliticismo no es más que un punto de vista vergonzante y reaccionario en la concepción y expresión culturales. Confieso que tanto a mí como a otros compañeros nos sorprendió en ese momento y en ese lugar escuchar aquellas palabras dichas sin vacilaciones, con todas las letras y el fervor de alguien que creía en ellas, naturalmente. En esa noche y esa reunión prometimos hacer del encuentro algo efectivo, un aporte, aunque modesto, al movimiento cultural de Latinoamérica. Dependía exclusivamente de nosotros, después de todo.
N.H.: ¿Se cumplieron con esos propósitos?
H.C.: A lo largo de los días que siguieron, fue ese el espíritu que privó en mesas redondas, charlas, conferencias y demás actos que componían el programa del encuentro.
N.H.: ¿Cuál fue su participación y su aporte en ese sentido?
H.C. Recuerdo que a mí me tocaba dar una charla, supuestamente, sobre algo tan extenso y que por lo demás desconocía en grandes tramos, como la literatura argentina del siglo XX. Yo dije en esa oportunidad que ni me interesaba ni estaba en condiciones de desarrollar satisfactoriamente tema tan complejo pero que iba a referirme a algo que de alguna manera tenía que ver con él y que era en alguna forma una expresión cultural de la Argentina de Hoy, es decir, el tema de la Represión en la Cultura en Argentina. Señalé asimismo que no hablaba exclusivamente en mi nombre sino en el de buena parte de los escritores argentinos ya que, por otra parte, el informe que leí y comenté como base de aquella charla fue preparado por la Agrupación Gremial de Escritores. Al finalizar mi charla se repartieron 150 ejemplares del informe impresos por la gente de Guayaquil y luego fue reproducido en la revista NUEVA de Quito y por el movimiento Segunda Independencia que orienta Jaime Galarza. De manera que el cónsul argentino de Guayaquil que andaba tras el informe debe tener ya en su poder unas cuantas copias del mismo. No dijimos nada que ya no se supiese aquí. Ese informe, por lo demás, fue reproducido por el SOL de Méjico y la Universidad de la Cantuta de Perú. Nosotros volvimos a leerlo y comentario en Quito y Cuenca. Incluso se nos dio acceso a la radio y la televisión.
N.H.: ¿Qué otros resultados?
H.C.: Uno que me parece especial mente importante y en el que tuve activa participación junto con Oswaldo Rey. noso, de Perú, y los muchachos de Puño y Letra de Guayaquil. Fue la constitución de un Frente de Escritores de América Latina con asiento en Guayaquil. Se creó una comisión internacional de la que formo parte junto con Juan Rulfo, que asistió al encuentro. Hay otra comisión funcionando en Guayaquil que preside Hugo Salazar Tamariz, a nivel nacional esta última y en conexión con el Frente Cultural que orienta Ulises Estrella y la Bufanda del Sol, revista de sólido prestigio en Latinoamérica.
N.H.: ¿Todos los participantes en el encuentro estuvieron animados del mismo espíritu?
H.C.: Algunos no, por supuesto. Venían a hacer turismo o cualquier otra cosa. Paéz Vilaró, de Uruguay, por ejemplo, remarcó que él no hacía política, que en Uruguay no había represión ni fascismo y aprovechó su viaje para vender dibujos suyos por valor de 8 mil dólares que luego reinvirtió en artesanía para su residencia de Punta del Este, noble contribución, supongo, al Año de la Orientalidad. El hombre fue sincero y consecuente. El vive del sistema. No lo dijo, claro, pero fue evidente. A qué hablar en ambiente tan grato como las tibias noches en el Museo Municipal de Guayaquil de cosas tan desagradables e improbables como un país saqueado y vaciado por las nobles y patrióticas Fuerzas Conjuntas. Eso sólo se le ocurre a Mario Benedetti o Eduardo Galeano o a tantos otros hermanos uruguayos que ni siquiera puedo mencionar porque sería como colocarles la capucha yo mismo ya que como todos sabemos las fuerzas policiales uruguayas operan en nuestro propio país, y seguramente sus servicios de inteligencia tomarán buena nota.
N.H.: Algo más con respecto al encuentro de Guayaquil? H.C.: Varias cosas. La declaración de Guayaquil y algunos documentos anexos a la misma que resumen el espíritu y las tareas del encuentro. El hecho remarcable de que, dada la importancia y trascendencia que tuvo el encuentro, lo que se reflejó en sus resultados, el Municipio de Guayaquil acordó por ley que el mismo se realizará cada dos años. Para garantizar su realización el Municipio resolvió que no se podría aprobar el presupuesto general si en el mismo no se incluía la partida necesaria para realizar el evento, lo que refleja la importancia que las autoridades de esta ciudad dan a las tareas culturales. Por último, aprovechando este viaje e invitado por la Universidad de Quito pude presenciar y participar incluso, junto con mi compañera, de las actividades que desarrolla el Frente Cultural de Ecuador que como dije, orienta el poeta Ulises Estrella.
N.H.: Tareas como cuáles?
H.C.: Casi diariamente el Frente Cultural proyecta en sindicatos y comunida des indígenas películas como Yawar Mallku o El Coraje de un Pueblo o Diapofilmes, como ellos llaman a los audio visuales, preparados por el departamento de Cine de la Universidad de Quito y tras la proyección se promueven debates sobre lo visto orientados hacia el esclarecimiento de temas políticos y a crear una conciencia en el proletariado ecuatoriano que los capacite para sus luchas. Tuve oportunidad de asistir por ejemplo, dentro de esa campaña, a la exhibición de Yawar Maliku en una reunión de campesinos indígenas lo cual para mí fue una experiencia muy emocionante pues me pareció, esa noche, en el salón de un sindicato de campesinos, entrar en contacto directo con nuestra américa. Piel a piel, alma a alma. Esta es una de tantas actividades del Frente que como tal trata de conjugar la tarea solidaria y común de agrupamientos y organismos en base a un programa mínimo de coincidencias. Uno de esos agrupamientos, por ejemplo, que junto con el Frente Cultural buscan la unificación de las distintas centrales de trabajadores de Ecuador, es el movimiento Segunda Independencia con el que entré en contacto, a través de sus dirigentes, en la propia Universidad de Quito que como se ve desarrolla sus tareas en un clima de libertad que nos hace mirar con tristeza y, por supuesto con cierta envidia, el clima de opresión en que vive nuestra universidad haciendo cálculos sobre las magníficas tareas que se podrían encarar en ella si la intención de sus autoridades; no fuese convertirla en un cuartel o, en todo caso, en un convento de clausura.
Fuente: Nuevo Hombre, 5 de noviembre de 1975, p. 13. Comisión Provincial por la Memoria, Fondo Haroldo Conti con información reunida por la familia