Personajes entre rejas.

"No es otra gente: es la misma"

"HAY CIERTAS constantes en mi obra; «Alrededor de la jaulas» reelabora en alguna medida el tema o motivo del cuento que cierra mi libro anterior («Con otra gente»); su protagonista tiene rasgos comunes con el mocosito de otro cuento, «Como un león». En resumidas cuentas estoy escribiendo siempre sobre una misma cosa. Yo soy un tipo de humor vagabundo, para usar la única frase que recuerdo de Verlaine. Si me decidiera de una buena vez mandaría todo al diablo, empezando por esta cosa del escribir, que supongo que nace de esa indecisión, y me largaría por los caminos exactamente como ese loco lindo de Requena. Mientras llega el día me invento tristezas y saco el brazo entre las rejas de la jaula. A veces, un pie. Un día, como digo, pasaré el cuerpo entero"

Esto lo dice Haroldo Conti, el autor del libro que en estos días saldrá a la calle editado por Sudamericana -“Alrededor de la jaula”-, ganador en México del más alto premio que en ese país se otorga a la narrativa hispanoamericana, el de la Universidad Veracruzana; un escritor de labor constante, silenciosa, sin alharacas exitistas ni relumbrones publicitarios -últimamente abundan demasiado entre nosotros como para darle carácter serio a nuestra literatura-, que sin embargo ganó con su obra digna y de real calidad no solamente ese galardón: en efecto, el grupo literario La Nueva Literatura, de Venezuela, incluyó este año su nombre en la lista de los diez mejores prosistas latinoamericanos, en la honrosa compañía de Vargas Llosa, Guimarães Rosa, Alejo Carpentier, García Márquez, Roa Bastos, Juan Rulfo y otros.

Esa personalidad contradictoria y arisca que posee Conti, sorprende al crítico y al lector; eso, hasta que encuentra su clave en los libros. Escritor testimonial, como hombre asume su responsabilidades con la hora y el mundo; aunque reconozca que lo que más le interesa de éste es América. (Otro punto de contacto con los autores incluidos en la lista de críticos, escritores y periodistas venezolanos agrupados en La Nueva Literatura).

No encontró su camino fácilmente; comenzó siendo un enamorado del río -todavía le sigue siendo fiel- y profesor -actividad de la que no consigue desprenderse- alternó esta actuación con desdichados intentos de negocios, y ahora enderezó hacia la publicidad.

Le restan de estas facetas el disconformismo, la intención de dar algo de su mundo; y de otros amores olvidados -el teatro y el cine- esa investigación honda y demorada del hombre, la plasticidad con que, en pocas líneas, recrea un paisaje. Olores, colores y sonidos son elementos de su imaginación, proclive a veces a dejarse guiar por ellos.

Sus personajes son seres anónimos, desgastados por la vida, "vividos" por ella antes que sus vividores; la relación con ellos es curiosa. No sabe cómo nacen, pero sí que son lo suficientemente fuertes como para adueñarse del tema, siempre, y de su vida, por los meses que le demande el libro: éste cobra realidad en tanto que ellos dejen de ser meras entidades:

"En algún momento cobran vida, se animan y comparten mi existencia; necesito mucho tiempo para darles un hombre, encarnarlos y vestirlos. Después de eso no me sorprendería tropezarme con cualquiera de ellos. en la calle. Más bien me sorprende que no ocurra así. De manera que ellos están ahí, me cuentan su historia y cuando han terminado se me mueren, por así decir, y sobreviene la tristeza. Nada me resulta tan viejo y quejumbroso como leer uno de mis libros. En realidad, no he podido hacerlo nunca, ni siquiera en prue[bo]. Cuando alguien viene y me habla de tal o cual personaje me pregunto qué será de él, y siento una especie de rencor. Es como si me hubiera plantado. Como si me hubiera despojado".

"MI ESTILO: PLAGIAR A USTEDES"

Del Haroldo Conti que rehúsa ser considerado "un escritor del río", a pesar del éxito de "Sudeste" (premio Fabril Editora, 1964), y que recuerda con cierta nostalgia que "todo esto" (escribir, acceder a reportajes, firmar contratos, luchar para que nadie absorba su tiempo dividido entre su familia, el río y los personajes de turno) comenzó cuando la revista "Life" premió su cuento "La causa", queda poco. Aliado de la soledad, en ella y por ella escribió los relatos de "Todos los veranos" (segundo premio municipal de prosa, en 1965). Con igual técnica de laboratorio, desmenuzando la realidad, poniendo bajo el cristal del microscopio a los hombres, latiendo un poco en cada una de sus criaturas, creó los de "Con la gente". Dando vuelta alrededor de "Yo-y-los-hombres", como un perro en círculos ante su cola, nos deslumbra con "Alrededor de la jaula".

Los amigos y los vecinos dan fe de que Conti se enoja cuando alguien dice que sus libros son pintorescos; en cambio no lo hace cuando reconoce que en su constancia a ciertos temas puede haber limitación ("Mi último libro se llama «Con otra gentes» cuando en realidad es la misma de siempre; quise decir que es distinta a nosotros, a usted, a mi")

En su ambiente, dentro de un tiempo cruelmente irreversible que se precipita a un futuro devastado por nuestras crisis de hoy, este escritor recrea los temas sin caer en artificialidades; sin desligar lo subjetivo de lo objetivo, las dimensiones múltiples del momento vivido se sueltan, patinan y chocan, aunque vuelven a unirse en un punto: para compartir las cargas emotivas de los personajes. Casi como si se coagularan antes de ser deslindados por la percepción.

Para ello hace falta un estilo, una "forma" que vierta con fidelidad ese mundo, ese momento y esos hombres. "Por lo que hace al estilo creo haber cambiado un poco, en la medida en que cambié yo mismo. Uno se convierte con el tiempo en su propio lugar común. A cierta altura, inevitablemente, se fatiga de sí mismo. Entonces arremete contra la forma y escribe algo incomprensible y queda satisfecho porque no se reconoce. Yo he tratado de hacerlo, pero solo he conseguido que me entiendan cada vez mejor. Es una forma de plagiar a la gente: ése es mi estilo".

DONDE UN PUNTO TIENE VALOR

Un día el hombre fue al Zoológico; había muchos chicos, las distintas jaulas tenían su propio público. El hombre pensó, "¿qué pasaría si ese muchacho que hace más de veinte minutos que está fascinado ante la jaula de los lobos marinos, se robara uno?" El hombre era Haroldo Conti; el nombre del chico no fue conservado en la anécdota. Así nació "Alrededor de la jaula".

La historia es menos importante que el ambiente en donde se desarrolla: una calle del barrio sur, el puerto, el zoológico, un café portuario, un parque de diversiones, el hospital. Con esos elementos y una notable potencia para crear el clima y el clímax, el ambiente se hace también personaje.

Como Milo, el adolescente que sale a descubrir el mundo; como Silvestre, su protector; como Lino, "un tipo tan lleno de ideas como de mala suerte. Una mala suerte que, según parece, le venía del viejo, de manera que había terminado por tomarle afecto. Hablaba de ella sin rencor y en forma elevada como si se tratara de una persona de carne y hueso". Todos ellos arrastran su carga interior, ese complejo mundo que es el propio motor.

Cuando Silvestre se enferma, Milo, [com]ienza a ser libre, menudean sus [visi]tas al zoológico, y la libertad, la [sol]edad, lo identifican con un animal [(“]Milo recordaría siempre esa primera vez que lo vieron. Estaba sentado en un rincón de la jaula y no se le velan más que los ojos. Al rato se acostumbraron a la oscuridad y lo vieron tal cual era. El por su parte, los observaba con una expresión muy seria, sin que se le moviera un pelo. Aquellos ojos los siguieron alrededor de la jaula y se detuvieron también"); el cartel decía Mangosta canina; para Milo sería, para siempre, "Ajeno". Un nombre que dá la tónica de sus sentimientos y apetencias; un anticipo de esa identificación con la soledad que van a impulsar su gran aventura "alrededor de la jaula".

La anécdota es simple, la enriquecen las circunstancias y la explican las peripecias. Unas y otras confirman ese mundo interior que se da exclusivamente en la plenitud de una obra. El ambiente es real -tiene la fuerza pesada y sofocante de lo que se absorbió y deglutió en años y segundos- y los personajes son encontrables porque están hechos con retazos de otros muchos personajes de la vida, y eso les permite animar un mundo con intensidad. "Algunos personajes llevan nombres reales, como el de mi amigo Pinamides, el cigarrero de la esquina de Paseo Colón e Independencias, pero nada más que el nombre -¡casi se le habría podido ocurrir a Denevi!-, porque el fingido Pinamides es una suma de personajes, y por supuesto tiene bastante de mí mismo. Sin embargo, después de haberlo escrito pienso si no vivirá realmente...”.

Con todo, la simplicidad de la anécdota niega el derecho a relatarla en forma parcial; como lo reconoce su autor, para hacerlo "habría que contarla hasta el último punto".

Dos características se marcan perfectamente en el libro de Conti: la perspectiva policial -la huida de Milo con Ajeno, su escondite, la búsqueda, el encuentro: término de una aventura sobre el final de ese raro amor que une a un chico con su animal-, y la despiadada búsqueda reiterativa en el alma de su protagonista -esa batalla interior en la que un ser procura aun definición- usada como descripción de una conducta.

Conti es uno de los escritores argentinos que posee mayor poder de síntesis; eso le permitió en este caso hacer de un tema minúsculo una apasionante imagen del mundo en la que se atrapa y queda allí como fotografiada, la recuperación de un momento del hombre: el de una aguda, formadora experiencia personal. Con economía de palabras, con una inclemente vigilancia de su emoción y su lenguaje, se obtienen trozos de gran fuerza dentro de un casi deslucido, ropaje verbal: "Sobre el río se podían apreciar los distintos tonos de grises, en cambio entre los edificios, sobre la ciudad, el gris del cielo o lo que fuera podía pasar muy bien por otra pared. Después de mirar un rato hacia el horizonte a uno le brotaba de adentro una especie de congoja, no algo triste exactamente sino un deseo incierto, como si debiera hacer otra cosa o estar en otra parte o echar a andar sin volver la cabeza".

El tema parece como si hubiera ido engrandeciéndose a medida que cobraba autonomía del autor, cuando las premisas fueron desbordadas ampliamente. Se revive en bloque un periodo, el de la adolescencia, a medida que la personalidad de Milo se destaca dando una impresión de totalidad; y es en este personaje donde Conti vuelca su ternura. Lo respeta como ser humano, y, por lo mismo, trata de ayudarlo, de caer en esa misma densidad que lo envuelve como una capa grasosa sin resbalar en ella.

Quienes sigan de cerca la obra de este escritor podrán percibir que él aprendió a amar a sus personajes; no les perdona nada, no les ahorra nada, ni les hace concesiones, pero los ama; en "Alrededor de la jaula" esto se hace más evidente. Conti pone en crisis a su personaje, y la interpretación de su angustia se hace a través de la soledad, el desamparo, la inquietud, la duda; estos estados componen con frases exactas el cua dro del individuo sumido en la inse guridad de su realización como tal.

Milo y Silvestre alrededor de la jaula; Conti y sus lectorestambién alrededor de una jaula: la de su definición ante ellos mismos, la de su realización de ellos mismos. El mundo y el yo: inmensas jaulas para la perplejidad del hombre.

Fuente: ANÁLISIS. n° 344, 16 de octubre de 1967

Comisión Provincial por la Memoria, Fondo Haroldo Conti con información reunida por la familia