Sangre y tierra. Dos incidentes para pensar Malvinas

Federico Lorenz. Facultad de Filosofía y Letras- Universidad de Buenos Aires - CONICET

RESUMEN

"Malvinas" es un concepto polisémico en la cultura política argentina, ya que remite tanto a una causa nacional anclada en la disputa territorial con Gran Bretaña por las islas homónimas, como también a la guerra librada en el Atlántico Sur entre abril y junio de 1982. Se combinan distintas sacralidades: la del territorio nacional argentino, mancillada por la usurpación británica, y la de una guerra en la cual cientos de ciudadanos murieron en nombre de la patria, máximo sacrificio de la religión laica estatal-nacional. El contexto en el que se produjo la guerra (Argentina estaba bajo una dictadura militar desde 1976) vuelve complejas las memorias de la guerra, y genera disputas políticas que se recalientan en cada aniversario. Este trabajo presenta dos incidentes en sendos espacios estatales (un ministerio y un museo) para analizar las tensiones que la guerra y la causa nacional puestas en contexto sufren, así como también los límites y posibilidades de visibilizar las contradicciones y disputas simbólicas que "Malvinas" convoca.

Palabras clave: Malvinas, Guerra, Memorias, Conmemoración, Ciencia.

Tjaden regresa. Sigue excitado, y al punto interviene en la conversación preguntando cómo se produce una guerra.

–Por lo general, es porque un país ofende gravemente a otro

–contesta Alberto, con un tono un poco superior. Pero Tjaden se hace el tonto.

–¿Un país? No comprendo. Una montaña alemana no puede ofender a una montaña francesa, ni un río, ni un bosque, ni un campo de trigo.

–¿Eres estúpido hasta ese punto, o es que te lo haces?

–rezonga Kropp– No es eso lo que he querido decir. Un pueblo ofende a otro…

–Entonces, no tengo nada que hacer aquí –replica Tjaden– Yo no me siento ofendido.

Sin novedad en el frente de Erich María Remarque

 

“Malvinas” es un concepto omnipresente en la cultura política argentina, sobre todo desde la década de 1930, cuando numerosas iniciativas políticas y sobre todo su inserción en el sistema educativo le otorgaron una amplia difusión (Guber, 2022; Lorenz, 2022a). Sin embargo, esa persistencia y aparente unanimidad en el reclamo y el sostén de la causa nacional (“Las Malvinas fueron, son y serán argentinas”) no ha estado exenta de contradicciones, tanto desde mediados del siglo XX como, sobre todo, a partir de 1982. Desde ese año, en el nombre del archipiélago se superponen un conflicto diplomático transformado en una “causa nacional” y la derrota en la guerra contra Gran Bretaña, conflicto armado por la decisión de desembarcar en las islas tomada por la última dictadura militar (Lorenz, 2022b).

“Malvinas” está teñida por una conflictiva polisemia en la que confluyen cuestiones identitarias (una causa irredentista, un símbolo de unidad, etcétera), y también las heridas de una guerra y las revisiones sociales sobre el pasado dictatorial. Decir “Malvinas” es pronunciar una suerte de conjuro que despierta emociones y miradas dispares. Si en el siglo XIX para Sarmiento la evocación de la sombra del caudillo riojano asesinado en Barranca Yaco implicaba abrir la puerta para explorar la clave de los problemas nacionales, hoy “Malvinas” parece tener el mismo poder.1

En síntesis, la potencia de “Malvinas” como vector de memorias se debe a una guerra perdida, con muertes cuyas secuelas aún se procesan socialmente. Pensemos, por ejemplo, en el trabajo de identificación del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en el cementerio de guerra de Darwin todavía en curso. En su origen, el EAAF fue creado para identificar a las víctimas de la represión ilegal; hoy, su capacidad científica se aplica a la restitución de la identidad a los restos de soldados muertos en una guerra que remite al culto sagrado de los muertos por la patria, a la sangre ofrecida sacrificialmente a la nación, una parte de cuyo territorio continúa usurpada. Solo esa confluencia de elementos muestra lo inextricablemente unidas que están una causa nacional con las cuestiones pendientes sobre el pasado reciente argentino, y que podrían confluir en una palabra: “identidad”, encarnada en la sangre y en la tierra.

La sangre y la tierra son dos elementos sagrados sobre los que se fundan identidades y pertenencias. A partir de dos incidentes producidos en 2007 y 2017,2 que pusieron en tensión tales símbolos, y que por lo tanto se vuelven fértiles para la interpretación, me propongo problematizar algunos de los límites conceptuales implícita o explícitamente existentes para la reapropiación y transmisión crítica de temas asociados a “Malvinas”. El primero de los episodios se produjo en el Ministerio de Defensa en el vigésimo quinto aniversario de la guerra; una fecha “redonda” en las que habitualmente la presencia pública del tema evocado gana en presencia y densidad. El segundo, más modesto, tuvo por escenario un encuentro científico organizado en 2017 en el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Cabe acotar que tanto el Ministerio de Defensa como el Museo están ubicados en Buenos Aires, la capital argentina. Pero si bien son episodios locales geográficamente, expresan (por el escenario como por tratarse de instituciones nacionales y por la criticada macrocefalia nacional que condiciona la forma de circulación de las memorias públicas) situaciones útiles para pensar “Malvinas” a una escala nacional.

SANGRE: “ ESCRACHE” EN EL MINISTERIO DE DEFENSA

La Guerra de Malvinas y la represión ilegal pusieron en crisis el imaginario patriótico construido a lo largo del siglo XX, inaugurando una ambigüedad que a lo largo de las décadas se tornó más o menos conflictiva de acuerdo a los diferentes contextos históricos (Lorenz, 2022b). En la interpretación y enunciación de un relato del pasado confluyen distintos actores: sobrevivientes, veteranos, intelectuales, periodistas, docentes… De lo que no cabe duda es que en hechos en los que el Estado tiene un papel nodal (la represión ilegal, una guerra) la posición que este adopte, o el escenario que propicie, no son un dato menor. A la vez, frente a estos posicionamientos oficiales, sobre pasados controversiales o “que no pasan” por distintos motivos, es habitual que los actores directamente involucrados o afectados lleven ese pasado al terreno de lo sagrado, el lugar donde lo vivido no se puede tocar y que precisamente es lo que legitima su voz.

En 2007, en ocasión del 25 aniversario de la guerra en el Atlántico Sur, el Ministerio de Defensa argentino organizó una muestra en el Edificio Libertador, a metros de la Casa de Gobierno. En un gesto poco frecuente de apertura, pero coherente con la política de revisión crítica del pasado que fue un eje de los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner, el Ministerio planificó una muestra conjunta, a la que invitó a diferentes actores: organizaciones de excombatientes, cada una de las Fuerzas Armadas, artistas e investigadores. Sin embargo, la convivencia de las miradas divergentes o antagónicas en un espacio común no pudo realizarse más que de manera parcial.

El día de la inauguración de la muestra la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur presentó una nota a la ministra anunciando que se retiraba del evento y, en el mismo acto, también los objetos que había inicialmente aportado para la exhibición. Entre ellos, la campera manchada de sangre de Pedro Edgardo Giachino, muerto en el asalto a la casa del gobernador británico el 2 de abril de 1982.3 El motivo del enojo de la Comisión se debió a que una agrupación de excombatientes, el CECIM La Plata (Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas de La Plata), había instalado el maniquí de un soldado estaqueado.4 Es decir, se establecía físicamente una polarización entre la guerra como “gesta” y otro relato que establecía a los soldados como víctimas de sus propios oficiales.

Conviene destacar que la Comisión y el CECIM no solo expresaban y expresan miradas antagónicas sobre la guerra, sino que en un plano más banal, disputan espacios en la estructura estatal. La Comisión de Familiares tenía fuertes vínculos con la Federación de Veteranos de Guerra, que se había constituido como hegemónica durante la década de 1990 merced a un discurso que reivindicaba la “gesta” de Malvinas en sintonía con la política del gobierno de Carlos Menem. Pero a partir del 2003, el CECIM La Plata, marginado la década anterior, logró hacer crecer su lugar en el Estado kirchnerista, y de a poco ocupó espacios de gestión tanto en Defensa como en Educación. No solo impugnaba la visión épica de la guerra, sino que incorporó a su repertorio simbólico consignas propias del movimiento de derechos humanos.5 En síntesis, además de una caracterización sobre la guerra de 1982, estaban también disputando la interlocución con el Estado.

La Comisión de Familiares dejó muy claro su rechazo a esa performance:

Desde el momento mismo de su nacimiento, la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur viene luchando para enaltecer la memoria de sus Héroes [...] Como sucede con todas las causas verdaderamente nacionales y populares, el homenaje a los Héroes de Malvinas y a la Gesta, se inició de abajo hacia arriba. A lo largo de estos 25 años, fue el pueblo argentino el que –sobreponiéndose a la incesante desmalvinización promovida por el sistema político, cultural, educativo y comunicacional de postguerra– ofreció leal y sinceramente su tributo a los Caídos y a la Causa por la que dieron sus vidas [...] La sabiduría popular nunca confunde lo principal con lo secundario: hay una parte de nuestro territorio ocupada por una potencia extranjera. Es un conflicto que atraviesa toda la historia argentina y que compromete su futuro y el de la Región. Hay hombres que cayeron luchando por esta Causa. Son nuestros Héroes. Esto es lo principal. Esto no puede olvidarse [...] Esta pérdida de orientación –o esta orientación conscientemente dirigida– es la que todavía insiste en reducir el sentido de la Causa de Malvinas a una “aventura de la dictadura militar”. Olvida los antecedentes, las causas profundas, los intereses en juego, el significado del protagonismo popular que despertó el 2 de abril, oculta a los combatientes o promueve lo peor de ellos, los trata de “chicos de la guerra” y les niega la dignidad de haber sido parte en una Causa histórica del pueblo argentino. Es por eso que los que olvidan estas cosas tienen tantas dificultades para reconocer a sus Héroes. Porque los que eligen el olvido sólo saben construir víctimas [...] Los Familiares, en cambio, hemos elegido la Memoria [...] Es por ello también, Sra. Ministra, que no podemos dejar de manifestarle nuestra más profunda tristeza y desagrado, ante la muestra que vuestra cartera ha organizado, supuestamente en conmemoración del 25 aniversario de la Gesta de Malvinas [...] Entendemos que pueden existir muchas miradas sobre Malvinas; nuestra entidad no niega a ninguna, aunque hayamos elegido la que entendemos como la más valiosa para construir el futuro  de nuestra Nación [...] La Muestra organizada por Usted, abona el camino de la confusión, deshonra la memoria de nuestros Héroes, reduce la complejidad a una mirada prejuiciosa y lejana a la verdad de los hechos.6

La Comisión impugnaba parte del contenido de la muestra apoyada en la retórica patriótica “clásica” y que había regresado con fuerza en la década de 1990, entre otras cosas por la propia acción de la misma Comisión y la Federación de Veteranos de Guerra. Solo que el discurso de la Comisión, que colocaba al sacrificio en la guerra por encima de cualquier disputa interna, y a los héroes nacionales por encima de cualquier facciosidad, circulaba ahora en un contexto de revisión del pasado que habilitaba miradas críticas sobre el conflicto, como la instalación de un soldado estaqueado. El conflicto aparece más claro si prestamos atención al texto con el que la misma Comisión informaba acerca de la muestra “Malvinas. Islas de la memoria”, que habían inaugurado en 2006:

Todas las explicaciones que circulan en la superficie de nuestra sociedad reducen el conflicto de Malvinas a una trasnochada maquinación de la dictadura y, como no ven que haya ocurrido nada más, concluyen restando toda importancia simbólica y política a la causa de Malvinas, lo cual equivale a minimizar de un plumazo más de dos siglos de historias [...] Sucede otra cosa, en cambio, cuando el encuentro no es con este tipo de “intérpretes de hechos” sino con quienes protagonizaron directamente esos hechos, ya sea porque estuvieron ahí, combatiendo, o porque fueron afectados en carne propia por la pérdida de un ser querido en el conflicto.

Si bien admitían la importancia de la “deliberación” y la “reflexión”, el lugar de enunciación en el que se colocaban abortaba esa posibilidad. En primer lugar, porque había que separar “la gesta” de “la dictadura”; en segundo lugar, porque aceptaban la discusión “intentando que el dolor no nuble sus sentimientos”, es decir, implícitamente, hablaban desde la legitimidad que les otorgaba el vínculo de sangre con los muertos:

Uno puede reconocer la madurez de quien sabe llevar con la naturalidad las contradicciones de su época, y puede homenajear la gesta al mismo tiempo que repudia el poder cívico–militar que nos gobernaba por la fuerza en esos días [...] Hacer su aporte para que la “cuestión Malvinas” siga abierta a la deliberación y continúe siendo motivo de reflexión. Y lo hacemos de la misma manera que los Familiares han venido haciendo su tarea desde hace más de dos décadas: con seriedad, sin rencor, intentando que el dolor no nuble nuestros pensamientos, y buscando siempre aprender algo más de la memoria de nuestros Caídos, para que lo aprendido sirva a la construcción de un futuro del cual ellos pudieran estar tan orgullosos como nosotros lo estamos de ellos.

Esa legitimidad nacida en el vínculo biológico y en la pérdida se refuerza en el epígrafe que abre el texto precedente: “Quisiéramos que lo privado se vuelva público, tanto en la construcción de la memoria común como en la política”.7

Más allá de que esta acción política expresaba la reacción de un grupo que había consolidado sus posiciones durante el menemismo frente al avance de sus adversarios políticos dentro del gobierno kirchnerista, la cuestión de fondo es evidente: no puede haber acciones que manchen la memoria de los muertos y afecten una causa sagrada.

El kirchnerismo en el poder avanzó en cuestiones significativas para la revisión de la guerra. Reinstaló el tema en el sistema educativo público (Farías et al., 2012), publicó oficialmente el Informe Rattenbach, e impulsó las identificaciones de los soldados sin tumba conocida en Malvinas, y a la vez pudo convivir con el relato épico de la guerra (en 2006, por ejemplo, Néstor Kirchner también llamó a no confundir la maniobra de la dictadura con “el patriotismo y el sacrificio generoso de nuestro pueblo y el de miles de soldados”).

TIERRA: INCIDENTE EN EL MUSEO

El Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur (en adelante MMIAS) fue inaugurado en 2014 por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Está emplazado en el Espacio Memoria y Derechos Humanos Ex ESMA, un predio significativo para las luchas por la memoria acerca del pasado reciente argentino, ya que allí funcionó un centro clandestino de detención y exterminio, y luego de su “recuperación”, en 2004, gradualmente se pobló de instituciones vinculadas a los derechos humanos.8 Desde su fundación, en el MMIAS confluyen dos líneas de fuerza: la primera, la de la causa nacional por la recuperación de las Islas Malvinas; la segunda, la reapropiación de la memoria histórica sobre los años de la dictadura cívico- militar, cuyo gobierno produjo la guerra. Es un museo nacional basado sobre un “consenso” (la causa nacional) pero que a la vez está sometido a una sorda batalla por el pasado reciente: aquella por la cual los militares golpistas utilizaron la guerra de 1982 para reivindicarse simbólicamente ante sus compatriotas.

Bajo la consigna “Paz, Memoria y Soberanía”, el MMIAS “expresa la memoria colectiva del pueblo argentino sobre nuestras Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur”. Se trata de un museo que tiene tanto de “museo” como de “memorial”. Materializa el relato que el gobierno nacional decidió sostener sobre Malvinas. Más aún: fue definido por su primer director como “el domicilio de la patria”.

Pero el hecho de materializar una “causa nacional” y a la vez ser un posible significante de la guerra de 1982, hace que en el Museo Malvinas convivan las más modernas tecnologías y algunas de las discusiones más actuales sobre el pasado reciente, con la sujeción ritual a la “causa nacional” tanto en su faceta sagrada sacrificial, como también territorialista (Lorenz, 2022b). La muestra permanente está dividida con el concepto de estaciones. En el primer piso, el “Verano” remite a la flora, la fauna y la geografía, mientras que el “Otoño” abarca la historia desde la época colonial, pasando por la agresión británica, a las biografías de personajes importantes para la historia del archipiélago. En el último piso, el “Invierno”, que remite a la dictadura militar y a la guerra de 1982, convive con la “Primavera”, asignada al período democrático pero sobre todo al kirchnerismo, al que el guión original otorga el papel del gobierno democrático que más hizo por las islas. Este esquema estacional se superpone también con las ideas de vida, muerte y resurrección. Simbólicamente, el presente –el Museo– era un momento en el que los argentinos se reencontraban con Malvinas. Esta organización explicita el tono cuasi sagrado con el que sus fundadores diseñaron el Museo: no como un espacio de discusión o reapropiación crítica, sino más bien como una instancia pública de catequización laica sobre una causa sagrada: la recuperación de las islas a partir de la reafirmación de la explicación de por qué las Malvinas son argentinas. El MMIAS fue pensado como un lugar para reafirmar algo que los argentinos ya saben.

En 2016, el Museo Malvinas tuvo que soportar una tensión más: el cambio de gobierno. El kirchnerismo, en el poder desde 2003, daba paso al gobierno de Cambiemos, de signo liberal y que se autodefinía como un proyecto de renovación de la política, en un contexto de alta polarización retórica. Si al apropiarse del tema Malvinas el kirchnerismo abrió una caja de Pandora, cerrada esta en lugar de la esperanza, lo único que queda es el polvo sagrado en el que se mezclan la tierra y la sangre. Fuerzas que resultan superiores a cualquier coyuntura, y que trascienden a los gobiernos. En ese sentido, el macrismo, en cuanto al frente interno de la causa nacional, fue una mera anécdota en un relato mucho más sólido. Con su afán modernizador, eficientista y “antigrieta”, entró con notable ingenuidad o llamativo desinterés a ese campo minado que es “Malvinas”, lo que favoreció la liberación de esas fuerzas que, retóricamente, buscaba domesticar.9 Y en un contexto de polarización, la posibilidad de analizar de formas distintas cualquier tema relativo a las islas se volvió más difícil. Un episodio que se produjo en el Museo Malvinas en 2017 permite ver cómo más allá de las disputas ideológicas en torno al tema los esencialistas tienen más acuerdos que desacuerdos.

BERMA DE TORMENTA

“A los tibios los vomita Dios”, recoge el dicho popular del texto del Apocalipsis. En cuestiones de soberanía, a los científicos, también. En 2017 el Museo Malvinas organizó un encuentrointernacional para difundirtrabajos de investigadores especializados en la historia patagónica y atlántica. La dirección del Museo se propuso tanto visibilizar esas investigaciones como apoyarse en ese mundo, “el científico”, para contraponer masa crítica con legitimidad académica tanto a los cuestionamientos políticos al Museo como a las adhesiones puramente emotivas al tema. A la vez, buscaba ampliar las aproximaciones a “Malvinas” a algo más que el recuerdo de la “guerra” y la reivindicación del archipiélago usurpado: una forma de mirar una argentina marítima.

El resultado fue un encuentro llamado “Berma de Tormenta. Primer Seminario Internacional de Historia Sudatlántica” cuya propuesta e invitación al público sostenía:

El Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur tiene como uno de sus objetivos principales insertar la historia de las Islas Malvinas en el marco más amplio de la historia regional (en sus múltiples escalas: provincial, nacional, continental), con especial énfasis en construir una perspectiva atlántica del problema.

Con esta premisa, desde el Museo buscamos construir un nuevo espacio de discusión sobre estos temas, en formato de seminario académico, que actúe como un punto de encuentro de los diversos acercamientos a la temática, para conformarnos como un centro de referencia institucional.

La idea central es la de construir, tanto en el Museo en general como en este seminario en particular, un nuevo espacio de discusión que aborde perspectivas innovadoras sobre estos temas. Es necesario repensar la asociación entre la historia académica y las propuestas museológicas. Ese es el marco desde el que proponemos un Seminario Académico sobre Historia Regional del Atlántico Sur”.10

Participaron algunos de los más importantes especialistas en el campo de estudios atlánticos (aún incipiente en la Argentina), muchos de ellos investigadores del CONICET con base en universidades públicas. La mayoría de los invitados, residentes en distintas provincias argentinas, como una manera de ofrecer, también, una mirada federal sobre el tema. El énfasis de las ponencias estaba puesto en un enfoque sociocultural y regional del espacio Atlántico, en el que las Islas Malvinas eran un aspecto más del problema a analizar, un posible punto del temario en una mirada que se proponía más amplia y, si no superadora, por lo menos problematizadora de la cuestión desde otros temas que la historia diplomática (por ejemplo, la historia social y cultural). Es decir que la cuestión soberana no era el tema principal que abordaron los expositores.11 Sus presentaciones trataron sobre los viajes entre Malvinas y el continente, sobre la emigración a la Patagonia, sobre la vida a bordo de los barcos en los siglos XVIII y XIX, sobre la caza de ballenas y lobos marinos.

Las exposiciones estuvieron organizadas en mesas temáticas, y por una cuestión de equilibrio interno del Museo, la dirección optó por poner como comentaristas a dos trabajadores del museo, ambos con formación universitaria: uno de ellos, abogado y el otro, licenciado en Letras. Pertenecían a ATE (Asociación Trabajadores del Estado) y UPCN (Unión del personal Civil de la Nación) respectivamente, los dos sindicatos con presencia en el Museo. El equipo de dirección evaluó que era una forma positiva de involucrar a los trabajadores en las actividades estratégicas del Museo por el sencillo expediente de que cada uno de ellos representaba a sendas facciones que dividían al personal. Los llamaremos respectivamente “Comentarista 1” y “Comentarista 2”.

La devolución que los comentaristas hicieron a los especialistas fue una llamada al orden desde la intangibilidad del reclamo soberano por Malvinas. “Comentarista 2” calificó una de las presentaciones, que narraba un viaje de trabajo de campo a las islas, como “un refinado ejercicio de espionaje”. Pero los matices que valoraba cuando se proponían las miradas en escala regional –calificó con displicencia como “barrio” al área abarcada por Punta Arenas, Río Gallegos y Malvinas– le generaban una gran pregunta: “Cómo hacer para juntar todo esto y transformarlo en una herramienta que sirva a nuestro reclamo, eso no me quedó tan claro. No es una chicana, sino que es una pregunta genuina”. Verbalizó la principal incomodidad que habían generado las intervenciones: eran racionales, eran interesantes, eran tan novedosas como sólidas, pero no “servían” para fortalecer “el reclamo”. Proponían “descentramientos de todo tipo” y, según “Comentarista 2”, eso “nos disparó una cosa paranoica”, en alusión tanto al auditorio como a los guías del Museo.

Llegó el turno de “Comentarista 1”, que ocupó su lugar en la mesa con un poncho al hombro y mate bajo el brazo, en el physique du rol de gaucho o patrón de estancia con toques de argentinidad campera y pampeana.12 Comenzó leyendo a todos los presentes, desde su celular, la cláusula transitoria de la Constitución Nacional. Recordemos el texto:

La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.

Luego, explicó por qué había decidido iniciar sus comentarios con esa lectura:

Nosotros en calidad institucional, como trabajadores del Museo y Federico como director, auspiciamos de anfitriones, y obviamente son bienvenidos, y queremos que vengan [...] pero desde un rol institucional, el Museo tiene postura institucional, y esa postura es la postura del Estado. Y este Museo no es un lugar neutro [...] Hubo un cambio de gobierno pero las consignas son las mismas.

La performance fue potente y agresiva: recordó “a los científicos” que llevaban horas reunidos intercambiando sus presentaciones el carácter irrenunciable de la cuestión “Malvinas”. Al citar la Constitución Nacional como preludio a sus comentarios, colocó a la producción de los investigadores subordinada a esta, y tácitamente construyó la idea de que la actividad de un científico argentino debe ser funcional al mandato de recuperación. Lo que el comentarista había hecho era construir la idea de que si las conclusiones de un investigador llevaban a pensar en una dirección diferente de la que señalaba la Carta Magna, quedaba simbólicamente fuera de la ley. Fijó una vara clara: “Este Museo parte de una presunción indeclinable de que las Malvinas son argentinas”.

El terreno de la discusión estaba limitado con un alambre infranqueable. No se podía ir más allá hasta tanto no se completara el territorio amputado. Así como una década antes la sangre impedía miradas críticas sobre la guerra e impugnar los relatos heroicos era alejarse de la causa sagrada regada con sangre, proponer preguntas científicas que pusieran en duda la legitimidad de ese sacrificio (siempre, desde el punto de vista de los oyentes) implicaba quedar fuera del pacto ciudadano encarnado en la Constitución.

Puesto en términos de relato nacional, el pensamiento científico se subordinaba a definir qué es útil para la Argentina, qué no lo es. Llevándolo al extremo, quién es argentino y quién no.

CONCLUSIONES

Ambos incidentes, separados por una década, permiten verificar, en primer lugar, la fuerza del movimiento de apropiación del tema “Malvinas” por parte del kirchnerismo, en dos momentos institucionalmente diferentes: como gobierno, y en la oposición.

Emerge también la solidez de la “causa nacional”: las islas fueron, son y serán argentinas. Y en consecuencia, por el peso simbólico de ese dictum, la discusión histórica y política sobre la guerra y la posguerra queda por debajo de ese anhelo nacional que a la vez tiene rango constitucional. En 2007 los familiares de los muertos en la guerra les hablaron desde la legitimidad de la sangre a los funcionarios nacionales que tuvieron un gesto plural; en 2017, los investigadores vieron relativizada e impugnada su tarea por trabajadores del Estado nacional en un museo diseñado para “malvinizar”: transmitir de modo acrítico el repertorio básico del credo laico por el cual la tierra usurpada debe ser recuperada. El problema es que el quehacer científico, esencial a la transmisión del conocimiento y no solo a su producción, puede ser altamente contradictorio con estos objetivos, que buscan generar pertenencias e identificaciones.

Para el nacionalismo ciego, la mirada del científico es peligrosa, salvo que “refuerce” los argumentos propios. En una mirada condescendiente, el partidismo puede llevar al investigador a omitir datos “incómodos” simplemente porque no los ve. Pero también puede ser la negación consciente de una perspectiva de quien la desarrolla con criterios profesionales. En ambos casos, significa hacer mala ciencia.

Es evidente, por otra parte, que estos incidentes, producidos en espacios públicos que no son escuelas, pero que en el caso del Museo tienen fuertes vínculos con el sistema educativo, obligan no obstante a pensar de qué forma estas tensiones tienen lugar en las escuelas, en tanto los adultos al frente de un curso son maestros y profesores, y no sacerdotes de ningún culto. En las aulas, donde se produce la transmisión y la construcción de vínculos intergeneracionales, es más probable que las miradas intermedias y matizadas encuentren su lugar para fortalecerse, lo que redundaría en una mayor calidad de la democracia, sobre todo en cuanto a la tolerancia.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Fondo de Cultura Económica.

Guber, R. (2022). ¿Por qué Malvinas? De la causa nacional a la guerra absurda. Fondo de Cultura Económica.

Lorenz, F. (2022a). Las guerras por Malvinas1982-2012. Edhasa.

Lorenz, F. (2022b). Malvinas. Historia, conflictos, perspectivas. Sb editorial.

 

Notas

1 El entrecomillado refuerza la idea de un significante polisémico y complejo, cargado tanto histórica como culturalmente.

2 En el primero de estos episodios el autor concurrió como participante, mientras que en el caso del segundo, fue el organizador.

3 La figura de este oficial de marina es controversial pues fue denunciado por su participación en los grupos de tareas de la dictadura. Su retrato, años después, fue retirado del Concejo Deliberante de Mar del Plata.

4 El estaqueo o “calabozo de campaña” es un castigo consistente en atar de pies y manos extendidos al soldado que se considera en algún tipo de falta.

5 El ejemplo más claro es la reformulación por denuncias de malos tratos en Malvinas. En la década de 1980 las agrupaciones de excombatientes pidieron que se juzgara a sus superiores por traición a la patria con el código de Justicia Militar, mientras que el CECIM y otras agrupaciones buscaron homologar los malos tratos en las islas a crímenes de lesa humanidad.

6 Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur, Nota a la Ministra de Defensa, 14 de mayo de 2007. Subrayado en el original. Archivo del autor.

7 Las citas precedentes se encuentran en el catálogo de la Muestra, en las páginas 11 a 13.

8 Visto el apartado anterior, se comprenderá que el emplazamiento de un museo sobre “Malvinas” en el predio donde funcionó uno de los más grandes centros clandestinos de detención y exterminio es cuestionada por numerosas agrupaciones de veteranos de guerra y excombatientes.

9 Por otra parte, esa idea presente en sectores de Cambiemos de que el kirchnerismo se había apropiado del “tema de los derechos humanos” hizo que sectores reaccionarios o procesistas se sintieran habilitados para expresarse públicamente, en un proceso similar al de los primeros años de Néstor Kirchner, solo que con el aval tácito del Estado.

10 Texto de la invitación a los participantes. Archivo del autor.

11 El seminario fue transmitido por streaming a través del canal del Museo. Está disponible online completo. Aquí, el link al segundo día, donde se produjeron los intercambios/ incidentes que analizaremos: https://www.youtube.com/watch?v=dRo1cq6EQT8

12 Destaco esto no con fines de caricaturización, sino porque consciente o inconscientemente expresaba una forma de imaginar la Argentina creada por el modelo agroexportador. Tomo la noción de “comunidad imaginada” de Benedict Anderson (1993).