Malvinas es Soberanía

Entrevista a Edgardo Esteban (excombatiente de la Guerra de Malvinas - Director del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur)

Marcelo Mosqueira. Dirección General de Cultura y Educación

“Hay que seguir trabajando a favor de la esperanza y apostar por la vida”

Es un día soleado de invierno, recorro el camino desde la estación de tren hasta el Museo de Malvinas. No lo conocía. Cuando entro al predio, veo un mural del gol de Diego Maradona a los ingleses, la “mano de Dios”, que en el imaginario social ese gol, ese partido, no lo podemos separar de un homenaje a los pibes de Malvinas. Entro al edificio, me impacta la belleza arquitectónica y la amabilidad con la que fui recibido. Recorro el Museo, lo que me invita a la reflexión, a conocer y a recordar. Me adentro en la sala de realidad virtual, una experiencia única, es como una excursión a las Islas Malvinas. Edgardo Esteban, termina una reunión con excombatientes y me hace pasar a la oficina. Me recibe un hombre cordial y cálido, en un escritorio lleno de papeles, entre los que se encuentran los documentos de combatientes que le restituye la embajada del Reino Unido. Comenzamos la entrevista.

Si tuvieras que presentarte: ¿quién dirías que es Edgardo Esteban?

Edgardo Esteban es un periodista desde hace 39 años, excombatiente de Malvinas. Fui soldado en el año 1982 en el conflicto bélico del Atlántico Sur, hincha de River, del Oeste, de Haedo, mi barrio, mis raíces. Soy un hombre agradecido de la vida, no me gusta la palabra sobreviviente y amo profundamente la vida, tanto como a mis hijos y mi nieta, aunque mi nieta es de Boca, pero bueno es otro tema.

¿Cómo viviste ese momento en el que te convocan para ir a la guerra?

Mira, yo me iba de baja el 4 de abril así que, el 2 de abril, estaba en mi casa en Haedo y me despierta mi madre. Ella estaba viendo la televisión, y me dice: ¿cuántas madres de soldados estarán yendo a Plaza de Mayo a celebrar? — ¿a celebrar qué? —le pregunté, —que vamos a una guerra —me contestó y me la dejó picando… Cuando volví a Córdoba, a la unidad donde hice el servicio militar, a buscar mi libreta de enrolamiento, me dijeron que podía irme de baja, pero quise quedarme. Me entusiasmó la idea de viajar a Malvinas. En realidad, no pensé que llegaríamos a una guerra, para mí eso era más una aventura. Había elegido hacer el servicio militar, porque me entusiasmó el paracaidismo, saltar de un avión. Ingenuamente pensé en viajar en un avión a las Islas Malvinas, allá en el sur, que sería una experiencia increíble. Era como viajar a la Luna, te imaginás que era una aventura. Todo cambió el 1° de mayo, cuando apareció la primera bomba, comenzó la guerra y la palabra murió al mismo tiempo. ¿Quién piensa en la muerte a los 18 o 19 años? Ingresé en otro mundo que ni pensaba conocer tan pronto. La guerra es un hecho que te cambia para siempre la vida. Uno no vuelve de esa experiencia siendo el mismo. La muerte es la mochila que lleva toda tu vida, por eso me parecía injusto no construir a partir de esa experiencia. Tengo la ventaja de que sé que moriré en algún momento y por eso valoro cada segundo de mi vida. No somos eternos, somos finitos.

Cuando llegaste a Malvinas ¿qué encontraste?, ¿cómo viviste ese momento?

Llegué el 25 de abril, a las 22.20. Fue mágico ese encuentro con nuestras islas. Lloviznaba, hacía frío, había viento pero estaba en Malvinas. El amanecer fue hermoso. Ver en ese despertar ese paisaje te hace pensar. Después, con el transcurrir de los días, esas primeras sensaciones se fueron modificando. Empezás a caminar por la turba que es pisar barro como si fuera una esponja mojada. Cuando hacíamos los pozos de zorro se llenaban de agua. En ese momento no lo pensé, que además de hacer nuestros refugios para defenderte del enemigo, hacías también, por las dudas, tu propia tumba. El frío se fue haciendo cada vez más duro, más cómplice de la angustia, de esas situaciones difíciles. Estás en un lugar en donde el viento es permanente y las bajas temperaturas son cada vez más severas. Fue uno de los inviernos más duros en años, y las nevadas se anticiparon. Fue muy difícil convivir con el clima, con las lluvias y con la falta de alimentos.

Y esa situación de pasar de esa primera expectativa de llegar a Malvinas, de no ser del todo consciente de la guerra en su dimensión, al primer bombardeo, ¿cómo fue esa experiencia ya de combatiente?

Nunca te acostumbras a las bombas. Ni a la espera, porque pensás que la próxima puede ser la que te toca a vos, la estás esperando, es como una lotería, una ruleta rusa. Los bombardeos, en su mayoría eran de los barcos. Hubo mucho hostigamiento naval, y también pasaban los aviones Sea Harrier. Yo le tenía más temor al hostigamiento naval.

A medida que fueron pasando los días resultó más difícil sobrevivir, había menos alimentos, las temperaturas bajaron más, estaban cada vez más cercanos el enemigo y las bombas. El final fue entre la noche del 11 y el amanecer del 14 de junio. Fue un infierno dantesco. Se iluminaba la noche todo el tiempo con las ráfagas de las balas trazantes, de las luces de bengala, de los proyectiles. Te agarra mucha ansiedad. Cuando finalizaron las batallas, el 14 de junio, nos replegamos en Puerto Argentino. Fue un alivio, pero al mismo tiempo una frustración, nosotros creíamos que estábamos ganando y de un momento a otro todo cambió.

Como un “¿qué pasó acá?”

Sí, porque la misma sociedad argentina que celebró el 2 de abril en la Plaza de Mayo la recuperación de las Islas Malvinas, fue la misma que después del anuncio de la rendición salió a protestar por las calles y hasta quiso prender fuego la Casa de Gobierno. Tuvo que renunciar Galtieri, el pueblo le había dicho basta. El final de la guerra fue el principio del camino hacia la democracia, pero también, fue una gran frustración para el pueblo argentino, y al otro día nadie quiso hablar de esa derrota. No solo fue al otro día, fue el otro y al otro, pasaron muchos años para volver hablar de Malvinas, de los excombatientes.

Hoy se puede hablar de la causa Malvinas, hay otra valoración y consideración hacia los excombatientes, pero en aquel momento volvemos con 18, 19 o 20 años y que la sociedad no quisiera hablar, fue una gran frustración. Cuando llegué a mi casa, esperaba que estuviera toda la Argentina para abrazarme. Y lo único que había era un perro ladrando en la oscuridad de la noche, una luz blanca y debajo de esa luz solo mi madre. Mis amigos, mis vecinos, mis compañeros de colegio y mi novia brillaron por su ausencia.

Ahí ya empezó la palmadita en la espalda “ya fue”, “ya pasó”, “olvídate”. Pasaron 40 años y aun no olvido ese recibimiento. Ojalá fuera tan fácil curar esas heridas. Fue tan dura la propia guerra como la posguerra. Esa sensación de no poder hablar. Primero fue el pacto de silencio que nos pidieron nuestros superiores y segundo que la sociedad no quería escucharnos, nos quería lejos.

¿Y por qué creés que no querían escuchar?

Fue tan fuerte la campaña triunfalista de comunicación que la derrota fue más frustrante y se quiso cambiar de canal enseguida. Con Alfonsín se siguió para adelante y no se quiso hablar de Malvinas. El menemismo también jugó con las “relaciones carnales”, el paraguas y la política de seducción. El gobierno de De la Rúa pasó muy rápido y tampoco se habló de la guerra ni de los excombatientes. Recién con la llegada de Néstor Kirchner empezamos el camino de malvinizar y Malvinas fue parte de una política de estado.

En Malvinas, ¿cómo fue el vínculo entre soldados, y entre los soldados con los mandos del ejército?

Fue muy dispar, pero hubo malos tratos y abusos. Con algunos cuadros había un diálogo muy profundo a veces, por lo general cuando oscurecía y tenías ese momento previo a las bombas. Los bombardeos empezaban a las diez de la noche, entonces teníamos un par de horas, con una calma tensa, donde uno hablaba mucho de los afectos, la familia, los hijos, las ilusiones, los proyectos, lo que haríamos cuando volviésemos, cosas que no se cuentan, por ahí ni siquiera a tus hijos, o a tu compañera. Era como dejar, por las dudas, una especie de testamento o de testimonio, para que llegue a tu familia si no volvías. Después había gente que se desbordaba y generaban situaciones de malos tratos injustos para la propia tropa. Para mí, muchas cosas de las que pasaron fueron injustificadas, pero en la guerra para muchos todo vale…

A esta altura de mi vida ya no tengo las tensiones o los enojos que tenía en esos días, hoy siento la necesidad de construir otros relatos. Todos los años me planteo por dónde pasa Malvinas. Este año para mí Malvinas es el rescate de lo colectivo. Malvinas de alguna forma "nos une".

Es muy fuerte ese lema “Malvinas nos une”, creo que fue muy oportuno.

Fue muy oportuno. Es algo que hablamos mucho al principio con Pedro Saborido y después lo trabajamos mucho con Guillermo Carmona, el Secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de la Cancillería. También había que buscar ese rescate, no hay otro tema, salvo el de la selección argentina de fútbol, y más en un año en donde vamos a jugar el mundial. Solo con Malvinas, ahora todo el mundo va a estar con la celeste y blanca. En ese contexto Malvinas es un punto de encuentro a pesar del disenso.

¿Cómo empieza a ser Malvinas un punto de encuentro?

Cristina Fernández de Kirchner dijo el 2 de abril de 2013 en Puerto Madryn que “la Patria es el otro”. A diferencia de ese 2 de abril del 82, este año, que conmemoramos los cuarenta años del conflicto bélico, fueron todos reencuentros, todos abrazos. No hay ciudad, por más pequeña que sea, que no tenga una plaza, un monolito, un mural, una escuela, un lugar de referencia que recuerda y conmemora a los excombatientes.

Este Museo tiene un guión sobre la historia de Malvinas, no solo de la guerra. Relata la historia desde el primer avistaje desde hace 502 años hasta la actualidad, de los 189 años de usurpación, de la flora y la fauna. No podemos hablar de soberanía, sino sabemos de qué se trata nuestra historia sobre las islas y viendo que ahí enfrente, está la base militar más grande del hemisferio sur manejada por el imperio decadente británico, que entre otras cosas está construyendo un puerto de aguas profundas, mirando hacia el continente blanco o depredando con la pesca de nuestro calamar.

¿Malvinas es pasado? Malvinas es presente, pero también es futuro, debe ser una política de Estado, que es uno de los desafíos pendientes ¿no?

En una entrevista contás que venías en el Canberra, que supuestamente había sido hundido por las tropas en combate. Este hecho es para vos un ejemplo de hipocresía y es lo que te hace plantearte ser periodista para ir a construir una verdad. ¿Cuál es el relato que vos creés que faltaba decir?, ¿cuáles eran los pilares que sostenían el relato inicial de la dictadura que vos querías desarmar?

Mirá, la contratapa de Iluminados por el fuego dice: “la guerra es un procedimiento por el cual hombres que no se conocen, se ven obligados a matarse por hombres que si se conocen y no se matan”. Hubo una gran campaña de propaganda por parte del gobierno militar centrado en sesenta minutos, hay un documental que se llama 1982 que narra que vamos ganando, que hundimos el Canberra. Fue tapa de los diarios y de repente te subís a un barco que está hundido y ahí empezás a darte cuenta de que la gran derrotada de la guerra es la verdad. Muchos de los bombardeos que se decían no existían. Ese relato no fue real.

Hay participaciones tuyas en programas de televisión donde estás frente a frente con Benjamín Menéndez y sostener tu verdad, tengo que decirte que me genera gran admiración. Es más, vas a presentar el libro Iluminados por el Fuego a la escuela del Ejército. ¿Sentiste que asumiste una batalla colectiva al contar la verdad de los combatientes que estuvieron en Malvinas?, ¿sentís que era necesario para construir un relato desde los excombatientes que estaba invisibilizado?

Fui un poco ingenuo al principio, después aprendí que no sirven los héroes individuales, sino los héroes colectivos. En ese momento me enfrenté a una institución como la militar, porque se hablaba de un lugar que, a mi entender, parecía injusto. Lo que no voy a hacer es hablar de la guerra solo como una gesta, porque, como en todas las guerras, también hubo miserias humanas que hay que contarlas. Creo que lo que hizo Iluminados por el fuego es hacer de bisagra para abrir ese debate y poder exorcizar el silencio. Fue muy duro para nosotros. La problemática del estrés postraumático es un tema colectivo, que también incluye, la violencia familiar, el alcoholismo, la droga, temas que se hacen colectivos ante la falta de una contención por parte del Estado.

La guerra es lo más injusto que hay, porque si vos podés hasta matar, de matar para abajo vale todo. Lo que nunca hice fue juzgar a nadie y acá estoy de pie.

Soy un hombre agradecido a la vida, y me parece que hay injusticias, y sí, pero es parte de la vida también. A mí lo que me dignifica es poder mirar a los ojos a mis hijos y que ellos sepan el padre que tienen y saquen sus propias conclusiones.

¿Crees que fue muy fuerte el silencio y el no querer hablar de la guerra?

Pero ahí salió en los documentos por qué no podías hablar. Hablar era como una traición a la patria, pero sabés qué daño hizo eso, el no poder hablar.

Como decías: “el silencio nos causó muertes”.

Mi rebeldía fue eso, fíjate vos que elegí una profesión que fue la palabra, y la palabra me hizo poder exorcizar fantasmas, escupir mi dolor, porque hubiese sido muy difícil si yo no escribía, y no escribía pensando en las faltas de ortografía o en los puntos y la coma, escribía desde el alma.

¿Vos sentías que escribías por vos o escribías por todos?

Cuando terminé Iluminados por el Fuego, sentí que escribí sobre mi camino en primera persona, como sembrar una semilla que empezó a crecer. En esos días comencé a escuchar a otros compañeros que empezaron a sentirse identificados. Como que había abierto un túnel para contar cada su propia historia, su propia verdad. Cuando empezaron a cuestionarme, me di cuenta de que había tocado algo que no esperaba. El libro fue importante, pero la película lo profundizó más. De la primera edición del libro pasaron casi 30 años, y del estreno de Iluminados, 17 años.

Que este gobierno, el de Cristina, el de Néstor o el que fuere vayan al comité de descolonización o se crucen con un primer ministro británico y lo primero que le exijan es hablar de soberanía, es el camino. Malvinas, es una cuestión de Estado y tiene que estar por encima de cualquier gobierno.

Tenemos que trabajar mirando a la región, porque hoy Uruguay, no Chile, es el principal aliado de los británicos y tenemos que entender que América es parte del territorio de Malvinas y que vamos a volver a recuperar las islas con ese respaldo y ese apoyo. A mí, el discurso que más me impactó trabajando como corresponsal fue el de Lula Da Silva, en la Cumbre del Grupo de Río en México, él dio un discurso sobre Malvinas donde demostraba que de eso se trata la Patria Grande, entendió que Malvinas era parte de América Latina.

Vos en todos tus trabajos y discursos, mencionas los conceptos de soberanía, dictadura, guerra. ¿Considerás que hoy se ha logrado construir un imaginario de Malvinas separado de la dictadura, que se representa la causa Malvinas como una causa de Estado y de soberanía?

A mí me parece injusto Malvinas 40 años, es injusto porque son 40 años del conflicto bélico del Atlántico Sur. Malvinas tiene 502 años de historia, son 189 años de la usurpación, diez años de la desclasificación del Informe Rattenbach y diez años del inicio de la identificación de nuestros compañeros, sin olvidar el operativo cóndor, es Miguel Fitzgerald.

El Museo trabaja con realidad virtual, tratando de darle a las nuevas generaciones un legado, Malvinas no puede ser solo una efeméride, tenemos que afianzar Malvinas.

¿Cuál es el sentido que tiene el Museo?

Cuando miro este Museo, que tuvo su resistencia, y empezaron a tener más referencia los combatientes, como parte también de esa transición de la democracia, pienso: ¿cómo construir soberanía si no entendés? Vos pensá que acá también está lo que significó el gobierno de Illia o José María Ruda y ese reclamo de la Resolución n° 2065, que tiene 57 años, y a la vez se desconoce. ¿Por qué en los años 70 la Argentina continental inauguraba es sus islas un puerto de agua y no un aeropuerto con la bandera argentina y británica, o por qué hasta el año 82 estaba ahí YPF o Gas del Estado o el Correo Argentino o el Banco Nación, o iban maestras del continente a enseñar español? Es decir que había un vínculo muy intenso y estrecho, entonces es importante saber toda esa historia.

En el año 1973 Perón ya había logrado una aproximación para poder generar una especie de gobierno con las dos banderas. Perón, uno de los últimos decretos que firma es la ley que aprobaba que el 10 de junio era el día sobre los derechos sobre las Islas Malvinas. Si no se hubiese muerto Perón, quizás hoy hubiésemos recuperado las islas. Entonces también es esa coyuntura, la que nos hace entender que hay que trabajar por un lado en lo que significa, la historia, la militancia, la pertenencia, la causa, la identidad, el amor por Malvinas. La segunda etapa es trabajar por lo que significa la integración regional, pero también sabiendo que de las 17 colonias que hay en la actualidad, once son británicas.

¿Considerás que la construcción del Museo es en cierta manera un reconocimiento al combatiente, de sacarlo del olvido?

Nosotros trabajamos para eso. No es un museo que tenga como eje a los excombatientes, pero trabajamos para ese reconocimiento que creo que empezó cuando el presidente Néstor Kirchner malvinizó. Él tenía una mirada patagónica, le fue dando un lugar de reconocimiento y hoy es parte de eso. A nosotros los combatientes, es como que nos pusieron de pie, porque hubo una sociedad que nos miró más y la distancia hizo cicatrizar esas heridas.

Las generaciones que hoy abrigan a sus combatientes no tienen nada que ver con aquella sociedad que hace 40 años no quería pensar lo que había pasado con el conflicto bélico, tras la derrota. Me parece que hay un cambio, lo del Museo es una herramienta, pero no alcanza solamente con el Museo.

Con respecto a esto, ¿cómo pensás que es el trabajo que tiene por delante el Museo para instalar en la sociedad la causa Malvinas, para que perdure como construcción de soberanía sobre la idea de la efeméride de la guerra?

Estamos trabajando la sala de realidad virtual que tenemos, es como pisar Malvinas. Fue la continuidad de la sala Paka-Paka que se cerró en la gestión anterior. Nosotros lo que hicimos fue rescatar y a la vez estamos estimulando. “Pisar Malvinas” se podrá ver en Ushuaia y en Tecnópolis. La idea es federalizar el Museo. Seguimos trabajando para perdurar en el tiempo, para que las gestiones que vengan lo sigan sosteniendo. Compartía con mis compañeras y compañeros un pensamiento de Pierre Bourdieu que dice que cuando hay un vaso, vos le tiras piedras y se rompe con fragilidad, ¿a qué se debe eso, a la dureza de la piedra o a la fragilidad del vaso? Generalmente debido a la fragilidad del vaso. El gobierno anterior tiró muchas piedras y ha intentado destruir este museo por la causa Malvinas, y no lo pudo romper porque hubo una resistencia de las trabajadoras y los trabajadores. Entonces lo que uno pretende construir es un vaso lo más duro posible, para que la causa Malvinas no sea tan fácil de destruir. Un vaso lo más duro posible, para que las futuras generaciones puedan entender que Malvinas es parte de nuestra construcción cotidiana y que tiene que estar todos los días.

¿Vos considerás que el Museo puede favorecer esa idea de que la causa Malvinas se instale en el imaginario como una huella imborrable, que perdure en las generaciones, que pueda interpelar a los jóvenes a partir de elementos como la sala de realidad virtual?

Nosotros tenemos la visita de 20 escuelas por día, queremos que vengan las escuelas. Me parece que eso es lo importante. Malvinas tiene que trabajarse con mucho amor, porque para las chicas y los chicos de las escuelas, 40 años es un tiempo lejano.

Bueno ¿algo más que quieras agregar?

Hay que seguir trabajando a favor de la esperanza y apostar por la vida. Cuando fuimos a la Antártida con León Gieco, después del recital que fue hacer en la Base Marambio, que me invitó a que lo acompañara, estaba muy tenso y le propuse ir a mirar las estrellas. Y salimos en medio del frío. Si yo te hubiera contado que escribí un libro y que con ese libro iría a la Antártida y ver las estrellas con Gieco, vos hubieses dicho “este tipo delira, divaga”. Si yo te dijera ahora “antes de morir, sueño con ver flamear la bandera argentina en Malvinas", me vas a decir: “este tipo está loco divagando”, pero con esos imposibles o esas cosas que uno cree que no van a pasar.

Claro de eso se trata también nuestro andar, tratar de que lo imposible sea posible.

A mí me enseñaron que el no, no existe en el periodismo, que tenemos que trabajar por esa construcción del sí, y tenemos que trabajar para que en nuestras Islas Malvinas vuelva a flamear nuestra bandera, porque no tenemos fiesta completa si no hay una bandera en nuestras islas, entonces lo que sueño es eso: ver flamear ahí la celeste y blanca.

El sueño de muchos.

Edgardo Esteban | Director
edgardo.esteban@gmail.
Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur
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