Entrevista a Cecilia Flachsland. Directora de Canal Encuentro

Ingrid Sverdlick. Directora Provincial de Evaluación e Investigación- Dirección General de Cultura y Educación

Cecilia Flachsland es licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA). Fue docente en el nivel Secundario y Superior, y continúa ejerciendo la docencia en la universidad. Se desempeñó en el Programa Educación y Memoria del Ministerio de Educación de la Nación desde 2006, abordando con sensibilidad y compromiso, entre otras temáticas, la cuestión Malvinas. En la actualidad, es la directora de Canal Encuentro —creado hace 15 años a través de la Ley de Educación Nacional 26.206— el cual cuenta con una programación atractiva en términos de narrativa audiovisual, temáticas y formatos, destinada a docentes y estudiantes de todos los niveles, y al público en general.

Actualmente sos directora de Canal Encuentro, ¿querés contarnos algo de tu trayectoria?

Soy docente desde hace 22 años y trabajadora estatal con un cargo concursado en el Ministerio de Educación. Estudié la carrera de Ciencias de la Comunicación en la UBA. Actualmente trabajo como directora de canal Encuentro. Doy clases en la Universidad de Buenos Aires, en la carrera de Ciencias de la Comunicación, y en la Universidad de Hurlingham. También trabajé durante muchos años como docente en escuelas secundarias y en formación docente. Integré el Programa Educación y Memoria desde su creación hasta el 2020. En ese programa, uno de los ejes constitutivos era el tema Malvinas. Trabajé mucho en ese eje escribiendo materiales educativos y recorriendo y enseñando la temática en distintas partes del país.

¿Y por qué? ¿Qué te interesó? ¿Cómo se despertó tu interés, preocupación sobre el tema? ¿De dónde surge?

En términos biográficos cuando fue la Guerra de Malvinas yo estaba en primer año de la escuela secundaria y creo que fue la primera vez que, dentro de la escuela, escuché una discusión política. Yo tenía un profesor de historia que se llamaba Alfredo López, que hoy recordando cómo era entiendo que era un revisionista de la historia, que nos enseñaba la Guerra del Paraguay aunque no fuera un contenido fuerte de la currícula. Este profesor estaba muy entusiasmado con la recuperación de las islas y hablaba con emoción del tema. Pero, por otro lado, en mi casa, donde mi mamá era delegada sindical docente, había una conciencia de lo que significaba el terrorismo de Estado y en ese sentido mi hermana y yo estábamos muy marcadas por el modo en que mi madre se posicionaba.

A mí no me dejaron salir a festejar el Mundial y cuando fue la recuperación de las Malvinas en mi casa se vivió como un drama. Vivía esta dualidad de sentir que en la escuela se abría una discusión política, en un momento en donde no había discusiones políticas en las aulas, y lo que se decía en mi casa. Yo iba a la escuela secundaria de Obras Sanitarias y durante la guerra nos convocaron a las y los estudiantes a ir a los recitales de Obras —no el de la solidaridad latinoamericana, sino otros— con una alcancía a juntar dinero para los soldados, incluso nos pedían que fuéramos vestidas de blanco por la cuestión de la paz. En síntesis, mis primeros recuerdos de Malvinas están asociados a la dictadura.

Cuando entré a trabajar en el Ministerio de Educación por los 30 años del golpe, Malvinas era un tema que se anunciaba como la Guerra de Malvinas, que estaba circunscripto sobre todo al conflicto bélico. Teníamos como asunto la dictadura, el terrorismo de Estado, y desde ahí construíamos tres ejes: las formas de la política y la participación en los años 70; el terrorismo de Estado y un tercer eje era la Guerra de Malvinas, o sea que entraba como un eje más del terrorismo de Estado. Eso después se fue ampliando y resignificando.

Eso fue cuando entraste al Ministerio ¿Qué lugar ocupabas allí?

Yo entré a trabajar en el Programa Educación y Memoria que en aquel momento inicial se llamaba “A 30 años del Golpe”, en principio era una acción puntual para brindar estrategias para enseñar la última dictadura en las aulas. Después se fue construyendo como un programa que se terminó llamando Educación y Memoria, y que quedó como una línea instituida de las políticas educativas del Ministerio de Educación de la Nación.

¿En qué año comenzó a funcionar el Programa?

El programa inició cuando se cumplieron los 30 años del golpe de Estado, apenas comenzado el gobierno kirchnerista. Fue una iniciativa de Alejandra Birgin, que era Subsecretaria de Equidad y Calidad Educativa, y el primer coordinador fue Javier Trímboli, quien armó y desarrolló el proyecto. Después la responsable fue Celeste Adamoli, que en ese momento era muy joven y actualmente es directora en el Ministerio de Derechos Humanos, Género y ESI. Malvinas como te decía entraba como un tema de la dictadura. Para nosotros fueron impactantes esos recorridos que hacíamos por todas las provincias del país enseñando y abriendo escenas de discusión con los docentes sobre el pasado reciente y la memoria. Malvinas en las diferentes regiones del país tenía otras repercusiones diferentes a las que habíamos planificado inicialmente.

En algunos lugares estaba vinculado a una memoria local, en otros lugares no les simpatizaba que Malvinas quedara reducido a un tema exclusivamente de la dictadura porque lo pensaban como una causa nacional. Entonces, nosotros mismos fuimos haciendo una reinvención de la temática, que me parece que también fue posible por lo que sucedía por fuera del ámbito del Ministerio y de la ruta de las escuelas. Me refiero a una discusión política más amplia, que sobre todo se dio en la etapa de gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, donde se empezó a señalar que era posible volver a pensar Malvinas como un tema vinculado al colonialismo, como un tema de larga data histórica que nos podía proyectar hasta el año 1833, el año de la usurpación. Cristina hizo un trabajo intelectual y político enorme en ese sentido, en especial, realizó dos movimientos claves: la desclasificación del Informe Rattenbach, que fue fundamental para poder ir a fondo con la revisión del comportamiento de las Fuerzas Armadas durante la guerra, y la creación del Museo Malvinas en la ex ESMA. En el lugar donde se habían cometido los peores crímenes del terrorismo de Estado se podían volver a decir palabras como patria o nación, ya que Malvinas convoca esos significantes. Cuando uno recorre el Museo Malvinas hay un piso dedicado a pensar la guerra, pero también Malvinas es un tema vinculado a los recursos naturales, al colonialismo y a diferentes momentos de la historia argentina.

Eso que se logró, implicó repensar un montón de cosas, nada sencillas, llenas de tensiones. Al principio nadie quería que hubiera un Museo de Malvinas en la ex ESMA, entonces de alguna manera, nosotros desde el Ministerio fuimos acompañando este movimiento que para mí está muy bien escenificado en el libro Pensar la Dictadura. Es el libro más importante que hicimos desde el Programa en relación a Malvinas. En su primera edición, el capítulo 1 del libro era sobre la guerra. Pero en su reedición el capítulo 1 es sobre la soberanía y la historia de Malvinas desde el 1833 en adelante, o sea, de alguna manera pudimos volver a esa cronología histórica, es decir: que el terrorismo de Estado no fuera la única marca para pensar el pasado sino que fuera posible abrir el pasado nacional desde la experiencia del terrorismo de Estado. Si uno lo analiza, este movimiento fue posible por varias cosas, discusiones internas en el programa, la recorrida por las provincias y por este impulso de la política para recuperar la historia nacional previa al terrorismo de Estado, y hacerlo reconociendo que la historia tiene una potencialidad política enorme. Eso creo que es algo que logró el kirchnerismo y que fue muy importante en términos educativos y pedagógicos para la enseñanza en general y en particular para el tema Malvinas.

¿Vos podés identificar algo que haya cambiado a partir de la producción del Programa? Porque se produjeron muchos materiales que dieron impulso a lo que vos estás contando, para pensar desde lo educativo Malvinas en términos de soberanía. Recuerdo que en algún momento conversamos sobre estas tensiones que tenían que ver con que la Guerra de Malvinas, que estaba muy vinculada a la cosa militar, que todo era visto como algo negativo, y que de a poco, empezaron a verse a las víctimas de Malvinas también como víctimas del terrorismo. ¿Qué se puso en juego ahí?

Cuando termina la Guerra de Malvinas, eso lo explica muy bien el historiador Federico Lorenz, el 14 de junio, empiezan otras guerras por Malvinas que son las disputas por la memoria y el sentido de Malvinas. Si uno piensa qué pasó desde 1983 hasta la actualidad, hay diferentes momentos en relación a esas memorias de Malvinas. Hay un primer momento, que podemos llamar de “desmalvinización” que ocupa los años 80 y en buena medida los 90. Uno lo puede pensar críticamente, pero a la vez, también hay que hacer el esfuerzo de comprender por qué Malvinas fue corrido de la agenda en aquellos primeros años de la democracia, y hay algún sentido en eso: en principio, como decís vos, es que, Malvinas podía llegar a legitimar a las propias Fuerzas Armadas, porque, por un lado, estaba el desastre y la irresponsabilidad de la guerra, pero también, por el otro lado, estaba ese intento de haber recuperado algo que había sido usurpado por el Imperio Británico.

Entonces, en esos primeros años de la década de 1980 quitar Malvinas de la agenda política era una forma de no legitimar una acción de la dictadura. Eso es algo que hace el alfonsinismo, cuando todavía el peligro del golpe era muy latente. Si uno lo piensa en muchos de los levantamientos militares que hubo en los 80, incluso el mismo presidente Alfonsín, para conciliar con las Fuerzas, los nombró como “héroes de Malvinas”, o sea que efectivamente fue un problema durante esos años. En términos de los soldados que fueron a Malvinas, eso fue enormemente problemático porque para esa mirada “desmalvinizadora”, los conscriptos eran solamente víctimas de la dictadura, y de este modo, no había ningún espacio para escuchar la experiencia de guerra que habían tenido. Esa experiencia de guerra, entonces, se elaboró en soledad o entre grupos de pares como mucho. Ese es un problema importante en términos de memoria porque estos soldados, que para la mirada más progresista, democrática, son solamente víctimas de la dictadura, se encuentran con una imposibilidad de hablar sobre esa experiencia de guerra. Esto lo trabaja muy bien una antropóloga que se llama Rosana Guber, que dice que el sujeto que fue a Malvinas es un sujeto liminar: no es ni de la dictadura ni de la democracia, ni jóvenes ni adultos, ni de la guerra ni de la paz, están justo en el borde. Y esa condición liminar se tradujo en el enorme dolor de los suicidios que son más que los que cayeron en combate (sacando a los que murieron en el hundimiento del General Belgrano). O sea que efectivamente esa soledad en que se los dejó para pensar esa experiencia de guerra, tuvo consecuencias dramáticas.

Hay otra hipótesis de Lorenz que es interesante, él dice que los excombatientes de Malvinas cuando hablaban de su experiencia de guerra traían algo de la memoria de los años 70, porque hablaban de colonialismo, de antimperialismo, de América latina. Y en esa escena de los 80, esas palabras convocaban a la memoria la violencia política de los 70. Lo que el alfonsinismo ingenuamente creyó es que era posible sacarse de encima la memoria política de la década anterior y que los problemas que ese legado nombraba podían conjurarse a través de las palabras de la democracia, digamos socialdemócrata. El tiempo demostró que no era así.

Los años 80 y 90 estuvieron marcados por esa “desmalvinización”. Aunque el menemismo hizo otras cosas más vinculadas a construir una escena conciliadora. A la par de los indultos para los responsables del terrorismo de Estado, Menem propuso dos medidas contradictorias para Malvinas: en la escena diplomática cedió o no avanzó en términos de reclamo y, a la vez, para los soldados y sus familias habilitó los viajes a Malvinas a partir de lo se llamó “paraguas de soberanía” (abrir algunas conversaciones con los británicos para avanzar en algunos puntos con la condición de no hablar de la soberanía en Malvinas). Entonces esas conversaciones que se abrieron permitieron que los familiares y que los soldados volvieran a viajar a las islas, cosa que no se podía hasta ese momento, y además permitieron la construcción del Cementerio de Darwin.

Entonces, todos esos problemas que se van construyendo, también se transforman en problemas pedagógicos.

El 2003 es el gran quiebre en este recorrido por diferentes motivos. En relación a la educación podemos pensar que en el 2006 cuando se sancionó la Ley de Educación Nacional, se logró un artículo específico, el 92, vinculado a la enseñanza de Malvinas, donde se dice que todos los distritos escolares, que todas las jurisdicciones de la Argentina tienen que enseñar este tema. Y la Ley avanza un paso más e indica que ese tema debe enseñarse en función de estos objetivos: transmitir por qué las Malvinas son Argentinas; explicar que la lucha por la soberanía debe darse en el marco de la negociación diplomática y no de la guerra; comprender que la guerra de 1982 ocurrió en un contexto de terrorismo de Estado; que es una causa nacional y latinoamericana. Es muy zarpado lo que la ley señala la verdad como mapa para la enseñanza de esta temática.

Después está la experiencia concreta del aula donde todo esto encuentra enormes desafíos. Yo creo que el principal desafío fue discutir con las provincias en relación a cómo creían que esta cuestión debía ser enseñada. Porque no tenía sentido que se enseñara como una “bajada” de Nación y punto. Capaz el ejemplo para mí más significativo en relación a esto, es lo que pasó en la provincia del Chaco. Allí había un profesor de una escuela intercultural bilingüe, que se llamaba Juan Chico —lamentablemente Juan falleció de COVID-19 siendo muy joven— que dijo: “bueno, acá si vamos a enseñar Malvinas lo que nos interesa es conocer qué pueblos indígenas fueron a la guerra”. Y Juan Chico hizo un relevamiento en la provincia, entrevistando, él que también era Qom, a los excombatientes que pertenecían a pueblos indígenas. Después publicó un libro en español y en Qom, y fue tan importante la repercusión que la provincia del Chaco decidió instituir una efeméride distintiva, donde recuerdan a los excombatientes de pueblos indígenas. Entonces, en el Chaco, además de nuestras efemérides del 2 de abril o del 10 de junio, hay una efeméride provincial, que es la del 26 de agosto para recordar a los excombatientes de pueblos indígenas. ¿Y por qué deciden ese día? Porque es el día en que en las islas, después de la usurpación, hay una sublevación protagonizada por el gaucho Antonio Rivero, una sublevación contra la usurpación británica.

¿Estamos hablando de 1833, no?

Sí, 1833, cuando el gaucho Rivero se subleva con los que estaban con él en la isla trabajando como conchabadores de ovejas. Algunos también eran indígenas. Entonces mirá ahí qué interesante lo que se puede producir: que una provincia, en nombre de los excombatientes de pueblos indígenas decidan que van a tener una efeméride local, propia, para trabajar en las escuelas, que vincula esa memoria con la memoria del gaucho Rivero. Ese es un ejemplo que concentra de alguna manera lo que una política que tenga en el centro el tema de la memoria debe hacer con una herida como en este caso la Guerra de Malvinas: abrir a esas memorias locales sin que se desvinculen de una memoria nacional.

Y en tu mirada, desde el Programa y a partir de la Ley, esto que señalás sobre la enseñanza, de torcer la mirada de lo que pasó en Malvinas, de pasar de la Guerra de Malvinas como una gesta militar a la cuestión Malvinas como algo más vinculado a la soberanía, y también a la guerra entendida desde estas otras tensiones, de lo militar, de la recuperación de los blancos, negros y grises, y con las particularidades de las provincias. ¿Creés que algo fue cambiando de cómo se trabaja en las escuelas la cuestión Malvinas? De ser un hito histórico vinculado a una gesta, para sintetizar, a pasar a ser una cuestión política, de colonialismo, de soberanía…

Primero te diría que los que más tuvimos que torcer la mirada fuimos nosotros, que éramos un grupo de porteños, docentes universitarios, progresistas que salimos a las provincias a trabajar y ahí nos dimos cuenta que del tema entendíamos poco y nada. Eso yo creo que fue la principal torsión importante que tuvimos que hacer nosotros desde el Ministerio. Yo diría que Malvinas es un conjunto de problemas, por más que se quiera disciplinar ese conjunto de problemas o normalizarlos o pensar que se tiene cerrado, ni bien lo planteás en una escuela se te arma un bardo.

Siempre pasa eso. Te puedo contar un montón de anécdotas. Te voy a contar una que para mí es buenísima de una escuela donde para el Día de la Bandera, piensan: “che, pero acá tenemos un montón de estudiantes que son peruanos, bolivianos, paraguayos y podemos poner varias banderas, además de la bandera argentina”. Y bueno, las docentes deciden que sí, pero aparece una estudiante que es hija de británicos, entonces deciden: “bueno, hay poner la bandera inglesa también”. Ahí se armó una gran discusión porque a la bandera inglesa no la podían poner en nombre de la memoria de los caídos en Malvinas. O sea, yo lo que creo es que lo que sí aprendimos nosotros y que en las escuelas también está, es que Malvinas es un significante que puede habilitar una cantidad de problemas que son muy ricos en término de enseñanza y también en términos de preguntarse qué significa pertenecer a una nación.

Entonces en ese sentido yo creo que sí, que por más que algunas escuelas quieran desvincular el acto del 2 de abril, del 24 de marzo y digan “no, no esto no tiene nada que ver”, enseguida la cosa se empieza a complejizar y se empiezan a abrir muchos problemas. Yo creo que en ese sentido sí se avanzó un montón al reconocer que esa complejidad que encierra el tema, lejos de ser un inconveniente pedagógico, tiene un potencial pedagógico. Y a mí me parece que lo que más aprendimos desde el Ministerio, es que Malvinas para las personas de algunos lugares del país, les permite sentir que pertenecen a una nación, y además, es un símbolo que permite habilitar otras preguntas sobre la justicia y la memoria. Es decir que también es un símbolo que ayuda en el buen sentido a construir preguntas sobre lo que significa la vida en común.

Nosotros hicimos un relevamiento en el 2015 con la Universidad de Buenos Aires en casi todas las jurisdicciones del país, para ver qué representaciones tenían los jóvenes sobre el pasado reciente. Hicimos preguntas sobre terrorismo de Estado, sobre Malvinas y sobre democracia. Y estos compañeros de la UBA que llevaron adelante el relevamiento, decían que lo que más les llamaba la atención es que las preguntas sobre Malvinas eran las que más habilitaban el uso de palabras vinculadas a sentimientos, había algo de sentimiento que se jugaba ahí, más que en los otros temas. Entonces creo que en las escuelas se trabaja bien sobre este tema. Me parece que la escuela es, incluso, la institución que más se ha hecho responsable sobre este tema. En ese relevamiento cerca del 70% de las y los entrevistados decían que fue en la escuela donde por primera vez y con más frecuencia se les habló de estos temas. También es llamativo que el 30% de las pibas y los pibes decían que su escuela había sido visitada por un excombatiente. Son datos zarpados en cantidad, ¿no? 30%... nosotros sabemos lo que es abrir la escuela a una persona que no es de la escuela, todo lo que significa eso administrativamente y políticamente. Y era un porcentaje importante.

Sí, son muy activos los excombatientes, recorren para llevar la palabra de esa experiencia que vos decís, la experiencia de guerra de los soldados; hay disputas de índole política en lo que llevan los excombatientes sin duda, pero digamos, desde lo vivencial, desde lo experiencial.

Sí, a mí me llamó la atención este año que di un montón de entrevistas por los 40 años, que nos cuesta bastante ver a los excombatientes como sujetos políticos, cuando claramente lo son, porque entre sí las agrupaciones de excombatientes tienen diferentes posturas, las hay de lo más corridos a la derecha, a la izquierda. Y también han conseguido cosas muy significativas, como, por ejemplo, la identificación de los soldados que estaban enterrados como NN. Pudieron construir políticas de memoria para Malvinas, políticas de reparación y también, porque son sujetos políticos, participan de la rosca política, en el buen sentido.

¿Considerás que hay cuestiones pendientes?

Te diría una cosa, cuando me preguntabas lo de los logros, una cosa que sí no logramos, que para mí es una deuda pendiente importante, es que hoy en la Argentina hay más de 30 escuelas que llevan el nombre de Giachino, que es el primer caído en Malvinas, y que está consignado como represor en la ESMA. Esto que sea represor en la ESMA no es ningún secreto porque cuando cayó en Malvinas la revista Gente puso una foto de él y puso “soldado de dos guerras”. Y la esposa de Giachino que da testimonio en una película que presenta a familiares de represores, lo reivindica abiertamente como perteneciente al grupo de tareas, y también su nombre ha aparecido en varias escenas de juicios por delitos de lesa humanidad. Él ya murió, por lo tanto no puede ser condenado por eso, pero sí aparecieron muchas pruebas contundentes sobre su vinculación a la represión, el terrorismo de Estado, sin embargo, las escuelas siguen llevando su nombre, eso no se pudo modificar. Nosotros en su momento habíamos imaginado que se podía sacar el nombre de Giachino y poner el nombre de un soldado que no haya sido represor, y en ese sentido no se pudo avanzar. Ahí hay muchas deudas pendientes todavía.

Pero ahí no se pudo avanzar porque las escuelas no lo promovieron, esas escuelas individualmente, por un lado, y por el otro, me imagino, no surgió una ley que diga, que estos nombres no pueden estar ahí.

Sí, por muchos motivos, pero no lo pudimos hacer, digo como una deuda pendiente que queda, que implicaría, digamos, que para que sea real me parece que implicaría un ejercicio de memoria de las escuelas, poder elegir otro nombre.

Claro, lo traía por eso, porque si la escuela hubiera querido, o si se hubiera hecho un trabajo donde la escuela pudiera tomar conciencia de eso, solo alcanzaba la voluntad de la institución, de las familias, para cambiar el nombre. Por el otro lado, está lo otro: en qué medida desde el Estado se ejercen algunas regulaciones para que algunos nombres no estén.

Claro, en su momento, seguramente es un nombre que le puso el Estado, ahí tenés el problema de Malvinas, que el Estado a los que pelearon en Malvinas o cayeron los reconoce como héroes, sean o no represores. Eso es un dilema para el Estado, porque el nombre de Giachino está en el Cementerio de Darwin y en el cenotafio de Retiro en donde se recuerda a los caídos, es uno de los 649. O sea que para el Estado nacional es una persona que cayó en defensa del territorio propio. Es decir, que es una cuestión que no es tan sencilla de resolver, pero me parece que justamente podría ser interesante por eso que habilita como discusión, ¿no?

Y desde Canal Encuentro, ahora te toca esta responsabilidad también. Tu mirada es una mirada político-pedagógica. ¿Hay algo que puedas recuperar de ese Programa para plantear en el canal? Como continuidad, ¿hay algo de tus preocupaciones sobre Malvinas que tienen que seguir instalándose pedagógicamente?, ¿o algo nuevo?, ¿por dónde están yendo?

Durante el kirchnerismo, desde el Programa hicimos para el canal una serie que se llamó “Pensar Malvinas”. Son 9 capítulos espectaculares que se pueden recontra seguir usando. Después realizamos otra serie que se llamó “Malvinas, Historia de una Usurpación”, y lo último que hicimos de Malvinas, antes del macrismo fue un viaje a Malvinas, tuve el honor de poder viajar con una escuela, para hacer el documental “Un viaje a Malvinas”. O sea que el canal tiene una memoria audiovisual única sobre Malvinas.

Este año, cuando fueron los 40 años, tuvimos el desafío de pensar qué cosa nueva se podía realizar, y lo que hicimos nuevo, en conjunto con el Ministerio de Educación y a partir de un material que escribió esa institución, es una serie que ya se estrenó de 4 capítulos, que se llamó “Navegar la Historia, Malvinas y el mar”. Fue un poco pensar Malvinas desde la pregunta, de qué significa ser un país marítimo y continental. O sea son 4 capítulos donde creo que lo nuevo para nosotros fue, cómo poner en el centro el mapa bicontinental, y con eso construir una serie que fuera interesante pedagógicamente. Entonces fue contar diferentes aspectos de la guerra y de la causa Malvinas, desde lo marítimo. Eso nos llevó a llamar a otras fuentes, por ejemplo, a personas de las Fuerzas Armadas, personas que trabajan en ellas que saben mucho sobre cuáles fueron los buques que estuvieron en Malvinas, qué combates libraron en el mar y también algo que tenía poca visibilidad, entiendo por nuestra dificultad de poder vincularnos con las personas de las Fuerzas Armadas por lo que eso significó, que fue, por ejemplo, contar la operación de rescate de los que sobrevivieron del buque General Belgrano, que fue un rescate heroico. Así, esas voces están ahora: la persona que manejaba el helicóptero que pudo rescatar a los que estaban en las balsas; las mujeres en Malvinas, que estaban en los buques que asistieron a los heridos en la guerra, que eran buques hospital, ya fueran instrumentadoras quirúrgicas o enfermeras, en algunos casos. De esta forma, fue también una posibilidad de convocar el testimonio de las mujeres que estuvieron en Malvinas. Esta serie me parece que estuvo muy buena. Después lo que hicimos fue un corto ficcional que está hecho con los diarios que escribió la esposa de Vernet, María Sáenz de Vernet, que se publicaron completos no hace tanto. También fue la posibilidad de convocar la voz de una mujer que estuvo en Malvinas antes de la usurpación, y que llevaba un registro cotidiano de lo que iba viendo.

Vernet, el último gobernador.

Claro, en este registro cotidiano de María Sáenz de Vernet, aparecen temas, desde el clima hasta la cuestión de las mujeres que estaban allá como esclavas. Es interesante porque es un registro narrativo de una mujer. Y después lo otro que vamos a hacer éste año, es el estreno, más hacia fin de año, de un ciclo de películas documentales, que lo que va a tratar de pensar es la memoria de Malvinas y la causa Malvinas. Entonces esto va desde la película Locos por la Bandera, hecho por el observatorio de Lanús, que es un observatorio que ha tenido sobre Malvinas algunas posturas que podríamos vincularlas más a un revisionismo nacionalista hasta la película de Lola Arias, que homologa a los soldados excombatientes con los soldados británicos que pelean por el imperio británico. Para mí es un movimiento ideológicamente muy discutible, pero bueno, ella lo hace con estrategias artísticas de representación muy importantes al punto que, así como hizo esa película, hace la obra teatral en el Teatro San Martín, que todos podemos aplaudir de pie, sin cuestionarnos, digamos, si los soldados británicos deben ser homologables a alguien como Rico o Seineldin, que eran las personas de las Fuerzas.

Profesionales.

Claro, porque los otros son conscriptos, que no se pudo homologar a soldados que pelean por el imperio británico, sin embargo, lo naturalizamos porque es una obra de arte del progresismo, y a mi entender, nos tranquiliza bastante.

Entonces vamos a hacer un ciclo de películas, para poder construir estos debates, presentados por Juan Palomino, y con un contenido que escribe Mariana Santángelo, que es una persona que también trabajó para el Programa de Educación y Memoria, que sabe mucho de los debates que hubo en la posguerra de Malvinas. Es importante poder presentar ese ciclo de películas contextualizadas, porque me parece que así, como capaz sabemos bastante, por ejemplo, sobre las diferencias que puede haber entre Hebe de Bonafini y otras Madres, es decir, conocemos más de esos debates que hubo en términos de memoria en relación al terrorismo de Estado y los Organismos de Derechos Humanos, de Malvinas no sabemos bastante. Yo le pregunto a cualquier persona más politizada que me diga tres grupos de excombatientes y qué diferencias tienen, no sé si las conocen…

De todas maneras Cecilia, si bien es cierto lo que estás diciendo, ese conocimiento de las diferencias, tampoco es que es muy generalizado. Por ejemplo, entre Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto, por nombrar dos personas extremadamente públicas, o Tati Almeida. Si vos le preguntas a cualquier persona joven en una escuela la diferencia, no sé si te la van a poder decir.

No, puede ser, pero sí puede al menos decirme referentes de derechos humanos, los puede nombrar.

Sí, claro.

Seguramente, si yo te pregunto por referentes de la memoria de Malvinas, te aparece el genérico de excombatientes. Y capaz que hoy puede ser menos conocido, pero en su momento cuando se discutió si había que cobrar o no, lo de la reparación económica de los desaparecidos, Hebe instaló ese debate en la Plaza de Mayo. Con Malvinas, es todo menos conocido, como que los excombatientes son las víctimas de la dictadura, “los pobrecitos excombatientes”. Y ellos dan debates muy interesantes, en términos de pensamiento sobre la guerra, sobre la causa y sobre la posdictadura.

Entonces nos parece importante poder pasar estos documentales, incluso vamos a pasar el documental que se hizo sobre las mujeres en Malvinas, Ellas también estuvieron, que es muy interesante. Además, una sobre el rol de los medios. Son diferentes documentales, pero un poco lo que nos interesaba es el mundo audiovisual, que tiene la fuerza de construir estos debates, que piensan cosas diferentes entre sí sobre el tema. Y lo último que vamos a realizar sobre Malvinas es un proyecto que nos trajo el Instituto del Teatro, que es un programa especial sobre obras de teatro sobre Malvinas, algo, capaz, bastante desconocido. Se va a filmar una parte en Caleta Olivia, y otra parte en la ciudad de Rosario. O sea que en sí, es un tema re importante para el canal, y no es porque esté yo, sino porque siempre lo fue. Trabajar en el canal nos da una responsabilidad extra en relación a que una parte de la pantalla debe estar siempre destinada a pensar temas de derechos humanos y de memoria. También nos pasa lo mismo con Malvinas, queremos que sea un tema constitutivo de los canales.

Bueno, también porque es un tema de derechos humanos y memoria, además de soberanía.

Si, y además porque hay una cláusula transitoria de la Constitución, que hasta que no se recupere la soberanía en las islas, es un tema pendiente que debe ser resignificado y transmitido a otras generaciones. Es un tema que si no se sostiene, se corre el riesgo de que se caiga de la agenda política pedagógica.

Para finalizar, ¿hay algo que te gustaría comentar, decir, expresar, en términos de desafíos o de pendientes, o de logros que haya que enfatizar?

A mí me gusta destacar algo que trabajábamos en el Programa, un desafío, pensar cómo la escuela enseña a estar en la patria. Me parece un debate político y pedagógico central. Cómo se puede, desde el conocimiento y desde el amor, transmitir un sentimiento nacional, una suerte de nacionalismo reflexivo. En general, cuando pensamos en el nacionalismo se lo vincula a la derecha y eso no necesariamente tiene que ser así. Transmitir una causa nacional puede ser otra cosa. Para nosotros, para las personas que nos consideramos malvineras —yo me considero malvinera—transmitir el amor por la patria, por Argentina, tiene que ser una transmisión muy marcada por la autorreflexión, por los debates del pasado reciente y por los actuales, por ejemplo por los feminismos y las luchas de las disidencias. Entonces diría que cómo enseñar a estar en la patria ampliando derechos, como enseñar a estar en la patria no desde la mera obligación sino desde el conflicto, es siempre un problema y un desafío. Y quienes nos dedicamos a educar no podemos abandonar ni una cosa ni la otra.