Germán Roberto Cantero. Universidad Nacional de Entre Ríos. Universidad Nacional de Luján
Este artículo propone analizar los tipos de Democracia que observamos en nuestro país y en el Occidente capitalista: una Democracia que históricamente la hegemonía ha tolerado; la que hoy se ha desenmascarado impúdicamente; la contrahegemónica por cuya construcción luchamos y la viabilidad de esta lucha, haciendo foco en la extensión de la educación popular a nivel global.
Palabras clave: Democracia tolerada, Democracia intervenida, Democracia radicalizada, Educación popular.
Desde sus orígenes, la Democracia occidental ha consistido en un ejercicio restringido de ciudadanía. En la antigua Atenas solo podían ejercerla los varones atenienses, es decir, un 10 % de la población (Fontana, 1999, p. 195). Las mujeres, los extranjeros y los esclavos estaban excluidos.
Dos mil trescientos años más tarde, en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Francia, 1789), mujeres, blancos pobres, afrodescendientes y etnias no europeas continuaban al margen, por un orden y una cultura que persistía en su clasismo, sexismo y racismo. Una mujer revolucionaria, Olympe de Gouges, que osó reclamar igualdad de derechos respecto a los varones, fue guillotinada.
Transcurridas apenas unas décadas, en el Río de la Plata y en una República que estaba surgiendo al influjo de aquellas ideas libertarias, se intentaba dar rango constitucional a la exclusión de los pobres. Manuel Dorrego, que en los debates de 1826 se opuso enérgicamente a tamaña segregación, fue fusilado dos años más tarde.1
Hoy, de la vieja Democracia liberal decimonónica solo queda una mascarada procedimental, en el contexto de la expresión más perversa del capitalismo hasta ahora conocida: la neoliberal. En realidad, Democracia y capitalismo han sido desde el comienzo de su historia dos términos antitéticos: la radicalización de cualquiera de los dos destruye al otro.
Por ello, desde el Imperio en crisis, la posibilidad de un exceso de Democracia por estas latitudes ha sido motivo de una activa preocupación. Cualquier intento de radicalización de este sistema por la vía procedimental ha sido y es impedido como un precedente inadmisible (Allende en 1973; Chávez en 2013; Evo Morales en 2019…).
Esta ha sido una reacción sistemática frente a todo intento de rebasar la Democracia tolerada.
En Argentina, los herederos del Imperio Británico que otrora desistieron de la vía militar han decidido probar suerte a través de formas más sofisticadas de incidir económica e institucionalmente. Para ello, estos y el conjunto de la plutocracia internacional cuentan con sus representantes locales para disciplinar gobiernos y sociedades, mediante deudas externas cada vez más impagables.2 Intentan además manipular las regulaciones legislativas y las decisiones ejecutivas a través del financiamiento de la política, la corrupción de dirigentes y la presión de sus lobbies y recurren a la complicidad de los medios de comunicación monopólicos.
Más recientemente, la intoxicación de las subjetividades a través de las redes sociales/antisociales y sus fake news y la cooptación de núcleos duros del Poder Judicial mediante la institucionalización del lawfare, muestran una hegemonía que muta hacia formas mucho más complejas. Ya no es solo aquella que describía Gramsci, la que, sin poder explicitar su currículo oculto ni querer apelar al uso de la fuerza, pretende imponer sus valores. Tampoco es solo una hegemonía que combina los cantos de sirena con el garrote de abollar ideologías que nos señalaba Mafalda. Se trata, además, de una hegemonía algorítmica, que intenta movilizar la voluntad de cada individuo a través de monitores y pantallas, insuflándole emociones contra el chivo expiatorio que contraría sus intereses: bronca, odio visceral, asco; así sea que este chivo se llame negro de m..., peronista, piquetero, planero,3 la Yegua, etc. Probablemente, aquellos odiadores que se creían nadies se sientan un poco álguienes, al participar de las emociones de su hegemón.
Así hoy, la hegemonía incorpora, contradictoriamente, las formas más brutales de violencia que antes se atribuían a las dictaduras cívico-militares. Los objetos de este sadismo han sido desprovistos de su condición humana y cosificados por el odio. Señalados como posesos del demonio por pastores pentecostales que vociferan noche y día por los medios y como terroristas por la multimedia global, se exhiben como los desechables de la humanidad.
Los plutócratas, enceguecidos por su relación erótica con el capital, hacen incluso apuestas de alto riesgo para crecer en sus negocios, como consentir brotes de narco-estados en América Latina.
En la Argentina del 2023, la hegemonía de la especulación financiera puede permitirse anticipar al pueblo, intoxicado de resignación y descreimiento, los sacrificios que deberá hacer cuando sus mandatarios sean gobierno. Sacrificios que tendrá que aceptar por culpa de las políticas que impusieron sus opositores corruptos.
Más aún, un minúsculo grupo oligárquico está logrando la paradoja que aquella Democracia que muchos jóvenes denostaban en los años 70 por burguesa, sea hoy percibida por las nuevas generaciones en proceso de disolución:
Todo el mundo siente que la Democracia no es la Democracia, que la Democracia está intervenida, que la Democracia ya no cumple con las condiciones mínimas para su funcionamiento, que la Democracia no es el gobierno del pueblo ni nada que se le parezca a eso. Y a la vez hay que defenderla, porque está cada vez más la asechanza de los tipos que la van a destruir del todo. […]. O sea, defendés el mismo medio a través del cual te están ahogando (Alemán, 31/3/23).
Habría que estudiar si realmente todo el mundo percibe la contradicción que observa Alemán o esta es percibida por una minoría esclarecida.
De todas maneras, la afirmación que en Argentina la Democracia está intervenida por poderes de facto, sin legalidad y mucho menos legitimidad, es una aseveración interpelante que camina por la cornisa del golpe de Estado.
Si nos atenemos a la procedencia e intenciones manifiestas de los buitres que sobrevuelan en estos momentos nuestro territorio, ávidos de recursos estratégicos, podría esclarecerse el sentido último de esta intervención.
Obviamente, en este caso no es carroña lo que está en disputa, es la percepción, desde el sobrevuelo a una altura imperial, del cuerpo debilitado de un Estado sin suficiente energía para defender sus recursos con soberanía e independencia. Recursos indispensables para atender las necesidades actuales de su población y su derecho a construir en Democracia un futuro de vida digna.
En términos teórico-ideológicos pueden distinguirse dos modelos de Democracia: la legal de la nueva derecha y la participativa de la nueva izquierda (Dussel, 2009, p. 435). En términos prácticos, la democratización tiene lugar a partir de la realidad existente. A continuación, afirma:
Ningún sistema concreto puede decirse que sea perfectamente democrático. Todo sistema tiene deficiencias anti-democráticas. La democratización es un proceso continuo al infinito. […]. La pretensión del Imperialismo militarista de imponer una institucionalización ejemplar de Democracia a otros países, […], se transforma así en su contrario: en la justificación de una acción despótica y brutal (p. 437).
De estas certeras afirmaciones de Dussel, la última podría ser el epílogo de una hegemonía que se saca la máscara.
De los modelos teóricos, la Democracia legal se corresponde empíricamente con la procedimental, que se extiende como una gran mancha de aceite sobre Occidente neoliberal. Pero lo importante es que la democratización es un proceso continuo al infinito…
Desde este horizonte utópico sostenemos nuestra lucha, construyendo y reconstruyendo fuerzas contra los proyectos de distopías deshumanizantes y ecocidas.
Desde nuestra perspectiva, el proceso de democratización consiste en la radicalización creciente de la Democracia como sistema político, lo que equivale a un empoderamiento popular también creciente para su participación en la toma de decisiones, orientadas a la dignificación de la vida de todos y a la asunción de las responsabilidades que a cada colectivo compete para pasar del derecho al hecho. Esto permitirá combinar Democracia como régimen político de participación popular con Democracia social y económicamente redistributiva y Democracia como modelo social de convivencia en la diversidad.
En Argentina, un país donde todavía hay presos políticos y los niveles de pobreza son escandalosos por una deuda externa que nos asfixia con la rodilla al cuello;4 en un país donde los poderes fácticos ensayan formas de desobediencia civil y golpes de mercado, la Democracia es un sistema exangüe a recuperar y reconstruir. En su reconstrucción nos va la sobrevivencia dentro de un estado de derecho, como alternativa a vivir por un tiempo indefinido en un Estado de derecha.
Sin embargo, navegamos en un mar de incertidumbres sin ninguna Itaca en el horizonte porque no hay puerto al que llegar, ya que la radicalización de la Democracia es un proceso que no tiene término:
Lo que está en disputa no es solamente un conjunto más o menos innovador de políticas públicas sino también, y sobre todo, un pacto político nuevo que además contiene una dimensión de cambio civilizatorio. En ese sentido, el pensamiento político de los cambios presupone el des-pensamiento político de todos los instrumentos teóricos-analíticos que impidieron los cambios o los trivializaron. Los cambios pueden resumirse en tres conceptos transicionales: des-mercantilizar, democratizar y descolonizar (Santos, 2010, p. 107).
Des-mercantilizar, desnaturalizando el capitalismo para poner en foco otras formas alternativas. Y continúa: “economía social, comunitaria y popular, cooperativas, control público de los recursos estratégicos y de los servicios de que depende directamente el bienestar de los ciudadanos y de las comunidades” (p. 108).
Democratizar, des-pensando la naturalización de la Democracia liberal-representativa y legitimando otras formas de deliberación democrática (demodiversidad), buscando “nuevas articulaciones entre la Democracia representativa, Democracia participativa y Democracia comunitaria” (p.108).
Descolonizar, que consiste en des-pensar “la naturalización del racismo (el racismo justificado como resultado de la inferioridad de ciertas razas o etnias y no como su causa) y denunciar todo el vasto conjunto de técnicas, entidades e instituciones que lo reproducen” (p. 108); entre estas últimas incluso las escuelas y universidades.
Concluye: “Estamos en el umbral de una larga transición histórica” (p. 109) y, en este contexto de transformaciones en un tiempo inescrutable, los criterios para una Democracia sustantiva los aportan aquellos bárbaros que sobrevivieron a las sucesivas oleadas civilizatorias: desde Chiapas, el mandar obedeciendo de los Zapatistas, desde Bolivia y Ecuador, el Buen Vivir o Suma Qamaña como filosofía que subordina la lógica de la productividad a vivir con lo necesario (ya incorporada a la Constitución boliviana en 2007 y de Ecuador en 2008); desde Argentina, recogimos testimonios del pueblo Mocoví o Moqoit sobre la sentada o ronda cultural, para la toma de decisiones; la que, en ausencia de cabeceras predispone a la escucha “o la escucha de ver el mundo desde el otro” (Cantero, 2018).
Estamos finalmente, en
un largo proceso de transición en el que Estado Revolucionario y Movimientos sociales se fusionan para que día a día se democraticen nuevas decisiones; para que día a día más actividades económicas entren en la lógica comunitaria en vez de la lógica del lucro (García Linera, 2015, p. 74).
Las transformaciones del nuevo milenio se habrán de alimentar de las culturas ancestrales americanas que van incorporando, también día a día, “los conocimientos y las prácticas indígenas de diálogo y convivencialidad con la Madre Tierra” (p. 74), ya reconocida globalmente como sujeto de derechos.
Plantear, en tiempos de radicalización de las derechas en el ámbito local, regional y global, la radicalización de la Democracia entraña riesgos enormes, pero también corren riesgos enormes los que violentan a los pueblos hasta su exasperación.
“Vivir peligrosamente significa correr riesgos a veces grandes, pero la alternativa es demasiado mediocre: vivir en espera, pero sin esperanza” (García Linera, 2015, p. 110-111). En este sentido:
Estos párrafos, que tuvieron la lucidez de una profecía auto-cumplida, no son, parafraseando a Freire, para convertir la esperanza en pura espera, en espera vana (Freire, 1997, p. 11). Son para advertir de los riesgos e interpelar a quienes han decidido vivir en la mediocridad (Cantero, 2021).
Estos riesgos los deberán correr quienes intenten sacar de la pobreza política:
Al ciudadano que ha olvidado su historia, que no comprende qué pasa ni por qué pasa, que sólo espera la solución de la mano fuerte o del papá bueno, que no se organiza para reaccionar, no se asocia para demandar, no se congrega para influir (Sirvent, 1994, p. 30).
En el lenguaje vernáculo, estos riesgos correrán quienes intenten avivar a los giles.5 Pero esta tarea es ardua cuando se trata de adultos cuya pobreza política se ha consolidado culturalmente, incluyendo un pensamiento ingenuo que los torna vulnerables a la manipulación subjetiva de la hegemonía que denominamos algorítmica.
De ahí que nuestra investigación de los últimos veinte años se haya centrado en demostrar el surgimiento de una nueva matriz cultural, la del pensamiento crítico, que tiene lugar en los niños y jóvenes que, en compañía de sus padres y comunidades de pertenencia, han vivido la experiencia de un darse cuenta, de desnaturalizar las situaciones que les generan sufrimiento individual y colectivo; de problematizarlas vislumbrando que estas pueden tener, al menos, un principio de solución e iniciar una acción concreta e inmediata para intentar resolverlas o paliarlas. Porque “aunque no lo pueda todo, la práctica educativa puede algo” (Freire, 1996, p. 107).
La investigación realizada demuestra que esto ya ha ocurrido y ocurre en el ámbito de escuelas públicas, desde la Patagonia hasta el Norte argentino y sur de Brasil, pasando por el Conurbano Bonaerense y el Litoral y que la utopía de última instancia de Freire, de “hacer educación popular, en el cuerpo de una red bajo el comando autoritario antagónico” (p. 112), se ha abierto camino como realidad tangible en muchos espacios e instituciones de Nuestra América. En Argentina y sur de Brasil lo hemos verificado. Se trata de experiencias surgidas, algunas, por iniciativas aisladas de comunidades escolares y, otras, insertas en organizaciones y movimientos sociales. Viene ahora lo más difícil: extender esta educación popular a todo el sistema educativo.
Hemos afirmado que la radicalización de las derechas es un fenómeno local, regional y global; por ende, la extensión masiva del pensamiento crítico exige visibilizar movimientos y experiencias convergentes en todos estos ámbitos en reclamo de una creciente educación política de los pueblos. Ampliaremos así el presente y acercaremos así el futuro (Santos, 2010).
Para ello, hemos pensado en un haz de fuerzas que se articulen para esta masificación del pensamiento crítico: el sindicalismo rebelde (particularmente el docente), la marea verde por una sociedad sin patriarcado, el movimiento ecologista de los que militan por la vida y la comunicación popular.
Actas del debate constitucional del 25 de septiembre de 1826, intervención de Manuel Dorrego, extractadas en “Los otros: ciudadanos de primera, ciudadanos de segunda”; revista virtual “Contratiempo”. Año II, nº 4, otoño/invierno 2002.
Alemán, J. (31/3/23). Entrevistado por Carlos Barragán. Programa radial Diario K-Todos en cuero. FM La Patriada.
https://www.youtube.com/watch?v=S5pioveEhe8
Cantero, G. (2018). Prácticas de gobierno escolar como prácticas de educación popular en escuelas públicas (Tesis doctoral). Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, Argentina.
http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/10714
– (2021). Escuelas de Dignidad. El derecho a la política amanece en otra escuela. CLACSO-IUCOOP-CTERA-Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires [Libro digital en PDF].
Dussel, E. (2009). Política de la liberación. Vol. II: Arquitectónica, Trotta.
Freire, P. (1996). Política y Educación. Siglo XXI Editores.
Fontana, J. (1999). Introducción al estudio de la historia. Crítica.
García Linera, Á. (2015). Socialismo comunitario: un horizonte de época. Ediciones Luxemburg.
Santos, B. de S. (2009). Una epistemología del sur: la reinvención del conocimiento y la emancipación social. Siglo XXI-CLACSO.
– (2010). Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una Epistemología del sur. Editorial Antropofagia.
Sirvent, M. T. (1994). Educación de Adultos: investigación y participación. Libros del Quirquincho.
1 Ver referencia en Fuentes.
2 Al respecto, se sugiere apelar a la pedagogía de la lucha que procede del arte con humor: la letra, música y visceral interpretación de la pianista y cantautora argenmex Liliana Felipe de su tema: “Como Madame Bovary”.
3 Modo despectivo de referirse, por parte de sectores conservadores neoliberales, a los titulares de planes sociales subsidiados por gobiernos generalmente populares.
4 Una alegoría de la asfixia del afrodescendiente George Floyd por la rodilla policial en Minneapolis, el 25 de mayo de 2020; mientras los argentinos conmemorábamos nuestra independencia en un contexto de aislamiento social preventivo por la pandemia del COVID-19. Alegorías que se convocan mutuamente...
5 Expresión del lunfardo argentino equivalente al idiota de la Grecia antigua.