Vanesa Deldivedro. Profesora en Escuelas de Educación Secundaria de La Plata. ISFDyT n° 49 de Brandsen
En este artículo se presentan algunos relatos vinculados a la enseñanza de la historia reciente en las Escuelas de Educación Secundarias en el marco de los cuarenta años de Democracia. También se recuperan algunas reflexiones acerca de la escritura como parte importante de la experiencia docente.
Palabras clave: Experiencia docente, Escrituras docentes, Enseñanza de la historia reciente.
No se escribe por escribir.
Hay una imagen-sentimiento-fuerza que nos
insta a hacerlo para reconocernos en el otro.
Ricardo Nervi
La revista Anales de la Educación Común es muy cara a la historia del sistema educativo de la provincia de Buenos Aires. Fundada en 1958 por Sarmiento, luego dirigida por Juana Manso, ha seguido los avatares de la educación bonaerense por tres siglos (Bracchi, 2005). En su historia ha tenido diversos formatos, discursos y destinatarios; que en este período se haya tomado la decisión de que exista una sección destinada a la publicación de las experiencias docentes en primera persona es algo para celebrar. Este número en particular, además, se inscribe en otra celebración: estamos cumpliendo 40 años de Democracia ininterrumpidos en nuestro país. Una vez más, aparecerán en las páginas de esta Revista las marcas, los vaivenes, las palabras, las ilusiones y las celebraciones de quienes transitamos por el sistema educativo provincial.
Fui invitada a participar en este número “desde mi experiencia como profesora en el marco de los 40 años de Democracia, recuperando experiencias de enseñanza de la historia reciente”. Me pregunté: ¿Qué puedo decir desde mi experiencia docente siendo profesora de escuelas secundarias desde hace solo tres años? ¿Qué experiencia puedo contar si tengo en mi haber solo un puñado de clases tratando temáticas vinculadas a la historia reciente? Sin embargo, empujada por el deseo de participar de estos Anales, asumí las dudas y las incertidumbres como parte del paisaje y como algo que también es parte de mi experiencia docente. Porque como sostiene Jorge Larrosa: “La experiencia es siempre de alguien, subjetiva, es siempre de aquí y de ahora, contextual, finita, provisional, sensible, mortal, de carne y hueso, como la vida misma” (2006, p. 3) y propone además pensar la experiencia no solo desde la acción, desde la práctica, sino desde la reflexión:
Mantener siempre en la experiencia ese principio de receptividad, de apertura, de disponibilidad, ese principio de pasión, que es el que hace que, en la experiencia, lo que se descubre es la propia fragilidad, la propia vulnerabilidad, la propia ignorancia, la propia impotencia, lo que una y otra vez se escapa a nuestro saber, a nuestro poder, a nuestra voluntad (p. 4).
Tengo algunas cosas para compartir porque las dudas, los faltantes, aquello que no sé son también parte de lo que me acompaña todos los días en la escuela. Y, además, porque no solo tengo dudas, también tengo la convicción de que hay que transmitir la historia reciente, de que hay que generar espacios democráticos, de que hay que pensar en instituciones democráticas, de que estamos para enseñar, para garantizar derechos y para acompañar a nuestras estudiantes y a nuestros estudiantes en el ejercicio de una ciudadanía plena.
En estos tiempos, como profesora me ha atravesado la soledad, nunca antes había sentido ese tipo especial de soledad; y ante eso, lo mejor que pude hacer fue escribir. Necesité escribir porque, como dice Fernando Bárcena: “Se escribe, no porque escribir nos proporcione un placer –y a menudo ocurre así–, sino porque a veces no tenemos más remedio que hacerlo” (2012, p. 16). Esas escrituras que fui haciendo fueron asumiendo distintos sentidos, estilos, formas. En ningún caso fueron realizadas con la aspiración de construir un saber pedagógico comunicable, muy lejos de pensarlas en clave de producción de saber, ni siquiera como narrativas de experiencia (aunque reconozco que existe un enfoque de investigación y producción pedagógica en ese sentido). Solo se trató, como dice Bárcena, de una necesidad vital.
La idea de que la construcción de la Memoria, la Democracia, la enseñanza requieren de espacios colectivos y de que esos espacios no siempre están disponibles, como parte del periplo cotidiano de quienes transitamos las escuelas, me fue animando a compartir esas escrituras para provocar intercambios, para exponer mi vulnerabilidad y animar a otras y a otros a compartir las suyas.
En este artículo recuperaré algunas de esas escrituras previas y la “idea-sentido-fuerza” que me instó a escribirlas (Nervi, 2021). Seleccioné cuatro escritos para compartir. El primero se trata sobre la experiencia docente y, de alguna manera, me permite validar la incorporación de los que siguen. Los dos siguientes son relatos vinculados específicamente a la temática: se trata de clases en el marco del Calendario Escolar: “Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas” y “Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia”. Finalmente, el cuarto, se trata de un escrito que recupera la necesidad de la escritura y de lo colectivo como parte de mi experiencia docente. En todos los casos elegí respetar las formas coloquiales de escritura con que fueron producidos, aunque se han reemplazado algunas palabras, y en algunos casos se trata de extractos de lo publicado. Si bien son textos que fueron producidos para otros espacios, decido compartirlos en esta Revista, porque como dijo el mismísimo Rousseau: “Aunque mis ideas sean malas, con tal de que inspiren otras mejores, no habré perdido el tiempo” (1944, p. 11).
Mi hijo mayor tiene maravillosas y enervantes teorías acerca de la educación en general, y de la profesión docente en particular. A veces dice cosas con una densidad brutal. Según él, yo no soy ni seré nunca una profesora-profesora, “porque para serlo te va a faltar haber tenido una vida de ser profesora”.
Dice tanto en esa frase...
Hoy saliendo de la escuela, me senté en el auto, me vi el pantalón negro lleno de tiza y me acordé de él. Si yo fuera profesora-profesora ya no me compraría pantalones negros, o al menos sería más cuidadosa. Que yo vea mi pierna llena de tiza y que me dé algo de emoción solo confirma esa idea de Santi. Hay algo de eso de que no soy profesora-profesora porque los profesores “tienen el cansancio de muchos años de ser profesores, que vos no lo tenés porque recién empezaste y te vas a jubilar antes de tenerlo”. Me quedo pensando en que a esta altura me parece que me perdí de algo que no sé si hubiera estado bueno tener. Y además, no me sacudo el pantalón negro y lo dejo así todo lleno de tiza...
(Publicación personal en mi Facebook, en modo oculto, el 12 de noviembre de 2021, acompañada de una fotografía de mi pantalón lleno de tiza).
Es interesante la distinción entre la Erlebnis (como un acontecimiento excepcional) y la Ehrfarung (experiencia adquirida en el tiempo) que hace Benjamin (1993). Y si bien es imposible desconocer que existen acontecimientos excepcionales que nos marcarán, el relato retoma algunas reflexiones en torno a la idea de que la experiencia como profesora de Secundaria no se da tanto por episodios como por horadación.
El tema con la experiencia no es que suceda algo, sino que ese algo se repita hasta el infinito una y mil veces. Algo de la forma de ser profesora de Secundaria, creería que tiene que ver con esto. Ser una profesora novel (hace tres años que soy profesora en escuelas secundarias), a pocos años de jubilarme (tengo más de 20 años de antigüedad en la docencia), es posible que no me permita acceder a esa dimensión de la experiencia docente; sin embargo, no debiera invalidar que pueda compartir los escritos que siguen. Porque también, y jugando un poco con los planteos de Benjamin, me gusta pensar que cada día puede ser un acontecimiento.
a. Malvinas (y la densidad del silencio)
Hoy es 2 de abril. Jueves y viernes trabajé “Malvinas” con dos grupos de Secundaria. Nunca antes había sentido el silencio denso en un aula. Nunca antes había tenido que decidir si salir rápido con un chascarrillo o si hacerme cargo de esa densidad.
Fui por la densidad. Y estuvo muy bien. Aprendimos. Cerré antes de hora el tema y ahí sí, distendimos... Pero hubo tres que, en ese rato de hablar de cualquier cosa, me llamaron a sus bancos y me contaron (no a la clase, sino a mí) historias familiares muy cercanas...
Aprendí, me enseñaron que a veces hay que hacerse cargo de la densidad para darles permiso. Y entonces cuando vaya a hablar de Freire en el profesorado, eso de que todos enseñamos y aprendemos, va a tener nombre y apellido, va a ser desde la entraña.
(Publicación personal en mi Facebook, en modo oculto, el 2 de abril de 2022).
b. Chacabuco (y contar nuestra historia con las limitaciones del caso)
El año pasado, casi a fin de año, un estudiante me enseñó que hay que decirles los porqués profundos y sinceros de por qué hacemos lo que hacemos como profesoras y profesores. Él me dijo que yo insistía mucho en que entregaran el trabajo final “como si me importara en serio” y le expliqué que sí me importaba, porque lo que me importaba era su derecho a la educación. Él entendió algo que hasta ahí no había entendido, se puso a hacer el trabajo con seriedad y lo entregó. Aprobó la materia. Terminó la Secundaria.
Como aprendí eso, este año decidí en la clase por el Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia, contarles mis porqués. Les hablé de ser parte de una generación que tiene que contar a las generaciones que siguen. Después de la mini presentación vinieron dos horas de una clase de esas en que se generan climas, donde pasa algo (porque no siempre pasa algo en la clase, también hay que decirlo).
Al final, luego de todo, de las dos horas, del trabajo, cuando yo juntaba los trabajos por los bancos y ya guardando los útiles y preparándonos para irnos, una estudiante me mira y me dice en voz baja: “Nunca me había pensado como parte de una generación”.
Algo le pasó que si no me lo decía ella yo no lo sabía. Tampoco sabía que al inicio, cuando dije mis porqués profundos, hablé de Chacabuco.
No sé ni sé qué dije exactamente, porque sólo se trataba de explicitar por qué quería en lo personal hablar de ese tema... Pero hoy, ahora, al leer sus trabajos, sé que hablé de Chacabuco.
Estoy leyendo sus trabajos y sé que aprendieron. Pero además, sé que aprendí.
Elijo este posteo en un 24 de marzo porque cada una y cada uno desde su lugar, con lo que puede y con lo que no puede, con todas las limitaciones del caso, con distintas formas que cada quien encuentre... Por los que no están y por los que sí estamos. Por los que estarán... Tenemos la responsabilidad de ser parte de una generación que tiene que contar la historia, nuestra historia.
Memoria, Verdad y Justicia.
(Publicación personal en mi Facebook, en modo público, el 24 de marzo de 2023, acompañada de la foto de un fragmento del trabajo de una alumna en el que se lee: “A mí lo que más me interesó durante la clase fue cuando a la profe estaba hablando de las historias de su pueblo”).
Salgo de la escuela explotada, conmovida. Necesito tiempo, necesito procesar... Me siento en un banco de la plaza, le mando un mensaje a un grupo de amigos: “A veces amo ser profe de Secundaria, se lo digo a ustedes que me escuchan despotricar siempre”. Se lo digo con la conciencia de que eso no lo podría decir en voz alta ante muchos de mis colegas porque no se habla de placer en la escuela. Y a veces, algunas veces, la escuela es un placer.
Quiero quedarme, quiero escribir, pero sigo porque no tengo tiempo, el día recién empieza. Necesito escribir... ¿qué fue todo eso que pasó? Lo bueno, lo malo, lo a revisar, lo a escudriñar... me acuerdo de la posactiva y si tuviera tiempo, si pudiera parar hoy, ahora. No más tarde, no en otro momento, porque es ahora que está todo acá agolpándose, conmoviéndome. Pero entre las mil cosas que pasaron, pasó una nítida, ahora nítidamente recortada, repasada mentalmente, para revivirla y entender un poco más.
Llego a casa, tengo que repasar para la clase que sigue, sí, necesito repasar porque prometí explicar esa parte del texto que no entienden, y porque son de Primero tengo que tenerme el texto al dedillo, para poder acompañar esa lectura... pero no puedo. Necesito escribir lo que pasó, lo que acaba de pasar. Y acá estoy, a contrarreloj, escribiendo, porque si no, no puedo seguir; o porque no quiero seguir y perderlo.
Él es mi alumno incluido, el que me exige cada día explicitar minuciosamente las consignas, que me exige elegir mejor las palabras, el que me enseñó que si digo 40% tiene que ser 40% y no un “tun tun”... El que me exigió que revisara mi contrato y que lo explicitara a la hora de los debates. Ese que se enojó tan mal conmigo aquella vez que me dijo “¡¡¡Eh, profe, no se ponga así!!! ¡No puede ser que todo lo que digo está mal!”, que se paró y que me dio miedo al verlo tan grandote y enojado. Ese con el que nos entendimos enseguida cuando explicité mis formas de generar debates. Ese, el que me mejora a fuerza de exigencias.
Ese, hoy, cuando terminaba la clase me preguntó: “Profe, en su materia, ¿vimos algo de adicciones?”. Le contesté que no, pero que si necesitaba, que si quería investigar eso... “No, pero ¿no vimos algo...?”. Y yo tratando de ver qué podría ser eso que él recordaba... suponiendo que dije algo alguna vez… “Creo que no, pero decime exactamente qué me querés decir”, y me responde: “Yo no sé si algo que vimos con usted o con la de Psicología me ayudó; hace tres días que no tengo atracones”. Ahí con ayuda de la Acompañante Terapéutica entendí que se trataba de algunos desórdenes en la alimentación y entonces le pregunté: “¿Vos me querés decir que algo que viste en la escuela te ayudó a no tener atracones?”. Se queda pensando y muy reflexivamente me contesta: “Yo creo que sí, porque con ella aprendo cómo funcionan las personas y con usted, la sociedad”. ¡¡Tsunami interno!! ¡¡Que alguien me sostenga!! Rearmándome como puedo a esa estocada, le digo: “Mirá, si vos pensás que la escuela colaboró en algo para eso, y si yo incidí minúsculamente en algo, es un tremendo halago”.
Yo miraba a la Acompañante, como pidiendo socorro, entonces él agrega: “Yo creo que sí, y por eso le quiero dar un abrazo”, y me abrazó. Primero respondí a ese abrazo como una profesora. Entendí que no me estaba abrazando solo a mí, en ese abrazo abrazaba a la de Psicología y, en realidad, estaba abrazando a la escuela. Pero después, hubo un momento que la profesora le dio lugar a Vanesa y lo abracé con toda la ternura de la que soy capaz. Pero en ese abrazo empecé a romperme, me desarmaba... y la volví a mirar a la Acompañante que dejó de acompañarlo a él y me acompañó a mí. “Ya está…”, le dijo suavecito y lo acompañó con el gesto para que me suelte. Me di cuenta de que yo tampoco lo abrazaba a él. Lo abracé a él, pero cuando empecé a romperme también estaba abrazando a la de Psicología, a la escuela y a mí.
Quiero escribir esto y quiero publicarlo, porque lo personal es político.Porque vamos como podemos, con parches, con lo que tenemos y con lo que no tenemos. Pero, en ese abrazo, lo que hubo es una reivindicación de las políticas de inclusión y de la Escuela Pública.
(Publicación personal en mi Facebook, en modo público, el 3 de mayo de 2023).
Estos escritos los seleccioné porque en algunos casos aluden a una temática particular y el último refiere a la Democracia. Sí, refiere a los 40 años de Democracia, refiere a la ampliación de derechos, a la educación como un derecho.
Insisto en que estas escrituras no tuvieron la ambición de construcción de saber pedagógico; sin embargo, sería necio no reconocer que me siento interpelada cuando leo:
En el proceso de escritura, los docentes y educadores que protagonizaron experiencias pedagógicas en las escuelas se convierten en autores narradores de relatos pedagógicos e historias escolares, al mismo tiempo que muestran y tornan públicamente disponibles los saberes profesionales, significados culturales y comprensiones sociales que ponen a jugar cotidianamente en sus prácticas educativas y cuando las reconstruyen, relatándolas. Se transforman en narradores de sus propias experiencias y prácticas pedagógicas. Y como se sabe, toda narración o testimonio autobiográfico ya suponen en sí mismos interpretación, construcción y recreación de sentidos, lecturas del propio mundo y de la propia vida (Suárez, 2007, p. 87).
Es muy claro que son solo relatos, que no están acompañados de reflexiones teóricas ni de los análisis que merecen. Sin embargo, aún no estoy en condiciones de hacerlos de manera pública. Por supuesto que están acompañados de lecturas que me ayudan a pensarlos, por supuesto que subyacen autoras y autores que he leído y leo. No los puedo analizar tomando la distancia necesaria, sin embargo, sé que algo comunican.
Cuando compartí esos relatos públicamente ocurrió que quienes hicieron comentarios estaban conmigo, de todas las maneras posibles. Estaban conmigo en las convicciones, pero también en la cotidiana. Me acompañaron en mi periplo escolar, paliando la soledad, diciéndome que somos muchas y muchos los que transitamos la docencia acarreando las mismas dudas y certezas. Pero también me hice consciente de que en ese intercambio, de alguna manera, estábamos documentando un tiempo, una forma de estar ahí, apostando a una Escuela Pública inclusiva, democrática: “Al disponer públicamente sus relatos escritos de experiencias, los docentes narradores colaboran a reconstruir la memoria pedagógica de la escuela o de ciertas prácticas educativas en una cierta geografía y en un determinado momento histórico” (p. 88).
Como dice Dewey:
Vivimos siempre en el tiempo que vivimos y no en algún otro tiempo, y solo extrayendo en cada tiempo presente el sentido pleno de cada experiencia presente nos prepararemos para hacer la misma cosa en el futuro. Esta es la única preparación que a la larga cuenta para todo (1958, p. 55).
Y en este presente lo único que nos salva es la reflexión pedagógica. Pero esa reflexión requiere de otras y otros que nos ayuden a pensar, que nos mejoren y que nos permitan, cada tanto, el abrazo contenedor para cuando nos equivocamos y la palmada en el hombro para cuando, alguna vez, nos sale bien.
En las escuelas nos faltan esos espacios para juntarnos a charlar de lo que nos pasa, para pensar juntos cómo le encontramos la vuelta para garantizarles el derecho a la educación y a la Democracia a nuestras estudiantes y a nuestros estudiantes. Nos faltan, y a veces tampoco nos animamos a exponernos para generarlos. Tal vez no sea tan descabellado pensar en que la revista Anales de la Educación Común al disponer de esta sección, nos los esté generando.
Elegí estos textos porque en ellos hay referencias a mi experiencia docente con vinculación explícita a temáticas referidas a la historia reciente. Sin embargo podría haber seleccionado otros, porque en cualquier clase, en un día cualquiera, cada vez que piso la escuela sigo siendo yo; y voy con mis memorias, con aquello que sé que debo transmitir, con aquello que sé que quiero defender. Sé que seguiré escribiendo porque no lo puedo evitar y porque es la forma que encuentro de reconocerme en otras y otros. Y porque es como eso que dice el escondido Pa’ no esconderme, del dúo Coplanacu: “Yo canto lo que voy viviendo, viendo y escuchando, andoi’ con la cara al viento, voy buscando”.
Bárcena, F. (2012). Entre generaciones. Notas sobre la educación en la filiación del tiempo. En M. Southwell (comp.), Entre generaciones. Exploraciones sobre educación, cultura e instituciones. Homo Sapiens Ediciones/Flacso.
Benjamin, W. (1982). Experiencia y pobreza [1933]. En Discursos interrumpidos I. Madrid, Taurus.
_ (1993). La metafísica de la juventud. Capítulo IV: Experiencia. Paidós.
Bracchi, C.; (2005). Anales de la educación común. Cuando la historia se hizo revista. Revista Anales de la Educación Común, 1 (1), 148.
https://cendie.abc.gob.ar/revistas/index.php/revistaanales/article/view/230/2171
Dewey, J. (1958). Experiencia y educación. Losada
Larrosa, J. (2006). La experiencia y sus lenguajes [conferencia]. Serie Encuentros y Seminarios. FLACSO.
Nervi, J. (2021). Tiempo y Desvelo. Editorial Voces.
Rousseau, J. (1944). Emilio o La Educación. Tomo I. Editorial Albatros.
Suárez, D. (2007). Docentes, narrativa e investigación educativa. La documentación narrativa de las prácticas docentes y la indagación pedagógica del mundo y las experiencias escolares. En I. Sverdlick (comp.), La investigación educativa: una herramienta de conocimiento y acción (pp. 71-110). Noveduc.
1 Agradezco las sugerencias y el acompañamiento cuidadoso de Florencia Laguna Weinberg, Luciana Garatte y Gabriela Marano para animarme a escribir este artículo.