Freire en el mundo de la pandemia

Adriana Puiggrós
Universidad de Buenos Aires – Universidad Nacional Pedagógica

RESUMEN

En este artículo se aborda el pensamiento de Paulo Freire a partir de las principales ideas, desplegadas en su primer libro, Educación como práctica de la libertad. Se considera como concepto central el “inédito viable” y se analizan sus sustentos epistemológicos, pedagógicos y efectos políticos. El enfoque freireano se vincula con la situación generada por el avance de las nuevas tecnologías sobre la educación, la pandemia de COVID-19 y las polémicas sobre el futuro de la escuela

Palabras clave: Educación, Democracia, Cultura, Imaginación, Tecnología, Neoliberalismo

Quizás retornar a la lectura de la obra de Paulo Freire resulte adecuado en estos años cuyo clima trágico el educador brasileño no llegó a suponer. Empero, debe tenerse en cuenta que una de las características de los textos de Freire es que pueden recorrerse de muchas maneras, y que el ánimo del lector, sus preconceptos, lecturas previas o carencia de ellas, pueden generar diversas interpretaciones. También es posible decidir un recorrido, postergando otros para diferentes motivos. Hemos elegido trabajar este texto especialmente desde el enfoque del primer capítulo de Educación como práctica de la libertad (1967), primer libro de Paulo Freire, porque contiene probablemente la mayor condensación de las ideas que luego fue desplegando en su amplia obra. Medio siglo después de aquella escritura, sus categorías y sus argumentos tienen una fuerza explicativa y motivante de mucho valor para una situación social, cultural y educativa inédita, como la que estamos atravesando.

Precisamente las preocupaciones que aquejan a los docentes ante una realidad inesperada y un futuro con demasiadas incertidumbres, producto de la globalización neoliberal y de la pandemia de coronavirus, nos impulsa a tomar al “inédito viable”, esa extraordinaria figura freireana, como motor para nuestro viaje.

Hay varias razones para ello. Cotidianamente estamos inmersos en discursos que prefieren mostrarnos la inviabilidad de propuestas, programas y/o soluciones. Quitarles validez es una manera de descalificar a las demás personas, grupos, sectores políticos e, incluso, equipos científicos. El fundamento es suponer que la propia existencia tiene como condición la desaparición de quien difiere en algún aspecto físico, genérico, lingüístico, religioso, político u otros. Freire, en cambio, valoriza las diferencias y encomienda a la educación superar las desigualdades. Todos somos personas diferentes, pero la desigualdad es una construcción social. Entonces debemos dar entidad a las ideas de los otros, lo cual no es lo mismo que dejarnos colonizar o ejercer la colonización. El interlocutor implícito de Freire es la humanidad, y él cree en la viabilidad de la obra humana. Es consciente de la opresión, de la colonización, de las causas de la pobreza de muchos y de la concentración de la riqueza en unos pocos. Pero tiene esperanza. La considera una necesidad ontológica. Reclama para la esperanza un arraigo, “necesita anclarse en la práctica” (Freire, 1992:19), dice.

La práctica de la esperanza cobra sentido si se la encara en todas sus dimensiones posibles; Freire otorga especial importancia a la educación en esa tarea. Propone educar la esperanza, evitar experimentarla de manera errada o aleatoria “dejando que resbale hacia la desesperanza y la desesperación” (Freire, 1992: 19), que son fuente del inmovilismo. Podemos agregar que la esperanza, consciente o no, aceptada o negada, es una condición de la existencia humana y del curso de su historia. Vincular la esperanza con la educación, como hace Freire, acierta en el elemento más fuerte de la identidad del educador. Quien educa, aunque la vida le provoque dificultades, angustias, o todo se le presente muy difícil, le pone una ficha al futuro. Si no lo hace, dejó de educar.

La palabra educar proviene de educare en latín, y educere, a su vez compuesto por ex (fuera de) y ducere (guiar, conducir). He aquí dos cuestiones a tener en cuenta en relación al pensamiento de Freire. “Fuera de” se vincula con el concepto de trascendencia, de especial importancia en las ideas del autor. El origen es el pensamiento católico que le fue transmitido por su madre, que remite al carácter inacabado humano que encuentra su completud en Dios. Desde ese punto de vista, Freire sostiene en su primer libro anteriormente citado, que la religión no debe ser un instrumento de alienación, y, por lo tanto, que la trascendencia lo es hacia su liberación. Así es que la trascendencia es un salir “fuera de” la situación de alienación hacia la liberación. La educación debe conducir, guiar, dar orientación a la trascendencia.

En la década de 1960, Freire asimila, entre otras influencias, el existencialismo católico francés de autores como Emanuel Mounier, Jacques Maritain; por Carl Jaspers, y por las producciones del Instituto Superior de Estudios Brasileños (ISEB). Para el existencialismo el hombre trasciende fuera de sí con intencionalidad que se dirige hacia un horizonte (Ferrater Mora, 1986: 3308-3318). Freire valoriza la trascendencia hacia otras personas, la superación de la existencia individual, la comunicación con otros seres, y recala en un sentido social de aquel término. Escribe: “Trascender, discernir, dialogar (comunicar y participar) son exclusividades del existir” (Freire, s.f. [1967]: 11).

Con el correr del tiempo y la incorporación de otras lecturas provenientes del personalismo, del desarrollismo, que se gestaba en el ISEB, y del marxismo, la relación entre el hombre y la sociedad fue tomando un carácter más laico. En Pedagogía de la Esperanza, publicada en 1992, Freire dice que “la propia direccionalidad de la práctica educativa, que implica trascenderse siempre, perseguir objetivos y metas, sueños, proyectos” (154), plantea al educador el derecho y el deber de enseñar.

Desde que comenzó la pandemia que aún nos azota, los docentes podrían haber reaccionado volcándose hacia su propio interior, amparándose en sus deberes familiares, en el peligro de contraer COVID-19, en el derecho a cuidar su salud e, incluso, en alguna interpretación de la legislación laboral, y suspender su asistencia. Podrían haberse negado a trascender. No obstante, no fue lo que ocurrió. De acuerdo a informes parciales de distintas fuentes gubernamentales y de organismos internacionales, así como del informe de la Internacional de la Educación para América Latina (IEAL, 2021) sobre las tendencias en la educación en la región durante la pandemia, en la mayor parte de los países, los docentes tuvieron la inmediata actitud de sostener los vínculos con sus alumnos. Lo hicieron tanto de manera espontánea como participando de programas organizados por gobiernos nacionales o jurisdiccionales, como fue el Programa de Acompañamiento a las Trayectorias y Revinculación (ATR), y como ocurrió en todo nuestro país.

Anótese: en el momento en que fue inminente la necesidad de suspender la presencia en los locales escolares para preservar la vida y la salud de los alumnos y los docentes, estos últimos salieron a buscar a sus chiques, o bien a llevarles bolsones de comida (cosa que muchos ya venían haciendo desde tiempo atrás), o les alcanzaron cuadernillos, u orientaron a los familiares sobre la enseñanza del programa escolar, o hicieron todas esas actividades juntas. Todos se vieron ante la urgencia de actualizar sus conocimientos tecnológicos, advirtiendo que los educadores estuvimos equivocados en nuestra renuencia a hacernos de las nuevas tecnologías. El aprendizaje fue enorme. Esta noticia, cuyo despliegue y análisis excede los objetivos de este artículo, es una manifestación de la trascendencia social que otorgan los docentes a su trabajo, así como del carácter de componente nodal de su identidad, que posee la esperanza. Pero esta categoría, en la trayectoria de Freire se ve amalgamada con la política. Del mismo modo, ante la situación límite que produjo la pandemia, la reacción de los educadores que despliegan la esperanza, es política.

La investigadora Lidia Rodríguez plantea que el “inédito viable” freireano, “es quizás una de las categorías más interesantes, se refiere a la capacidad creadora, que se activa a partir del reconocimiento de la posibilidad de superar las ‘situaciones límite’” (Rodríguez, 2015: 159). Freire dice que en estas situaciones se encuentran razones para la esperanza y para la desesperanza y que es “una de las tareas del educador o educadora progresista, a través de un análisis político serio y correcto, descubrir las posibilidades–cualesquiera sean los obstáculos– para la esperanza” (Freire, s.f. [1992]:19). Y enfatiza las bases ético-históricas de las acciones motivadas por la esperanza, esa acción política.

El otro aspecto a considerar en la categoría “inédito viable” es la necesaria convicción del educador de la posibilidad del futuro, de la continuidad de la historia. Solo dándole una oportunidad a la historia se justifica la identidad del educador. Se trata de un principio muy importante. Las grandes corporaciones, invasoras del escenario educativo, erigidas como educadoras desde hace unas décadas, han advertido que en el trabajo educativo está una de las llaves para el dominio del futuro e identificado a estudiantes como clientes y a docentes como sus empleados. No es solamente tras las ganancias inmediatas (enormes durante la pandemia) que las transnacionales tecnológicas ofrecen plataformas, contenidos enlatados, programas de evaluación productores de ranking, sino que se proponen ocupar los lugares que han dejado vacíos o insuficientemente atendidos los sistemas de educación pública. Saben que la viabilidad de la dirección político educativa de las grandes mayorías reside allí. En términos freireanos, el programa pedagógico de las corporaciones consiste en la “domesticación” de las masas, en la “alienación” del pueblo. Se trata de convertir humanes en “hombre-objeto” (y aunque Freire no se haya referido al tema genérico, subrayamos el peso del término patriarcal), en lugar de “hombre-sujeto” (diremos humanes bajo sujeción).

Para concebir al humane bajo sujeción es necesario recorrer la ruta de la desalienación que conduce hacia la libertad. Pero, ¿qué es la libertad para Paulo Freire? Es desalienación, capacidad de lectura crítica, conciencia de la historia que nos constituye e inserción consciente, responsable, en la sociedad de nuestro tiempo. El individuo adaptado, sometido, ajustado a las reglas impuestas por los poderosos carece de libertad. El término llega a mayores profundidades: la riqueza y el rol de opresor no otorga libertad, sino que también establece alienación. El opresor reniega de su contexto, en el cual se impone de manera autoritaria, apropiándose de la libertad de los otros.

Aquella idea de libertad deshumanizada, es la que esgrimen actualmente los cultores del neoliberalismo. En nombre de la libertad rechazan las políticas democrático populares. En nombre de la libertad,

atraen hacia sí a los ‘teóricos’ de la ‘crisis’, como generalmente llaman al nuevo cli- ma cultural cuando ven su propia ‘libertad’ de oprimir amenazada porque el pueblo emerge desde la ‘intransitividad de conciencia’, y opera sobre la sociedad cerrada abriendo la posibilidad del cambio, de la creación, del surgimiento de lo inédito y de la búsqueda de lo viable (Freire, s.f. [1967]: 22).

Podríamos decir que se trata del momento de constitución de la política. Es en la lógica del “inédito viable” que tenemos que encarar los retos que se nos presentan en la educación. El punto de partida es la propia “praxis” (usando un término caro al educador brasilero) siendo conscientes y valorando las experiencias pedagógicas democrático populares estatales, las de educadores y educandos en las aulas, en los hogares, en los libros y en los cuadernillos, en las reuniones virtuales, en las redes, en las comunicaciones radiofónicas, y en tantos otras, que son problematizadas por el interrogante de Alicia de Alba, sobre la “presencialidad” en la “virtualidad” (De Alba, 2021).

Las nuevas tecnologías ya forman parte de los procesos educativos, y los educadores estamos convocados a apropiarnos de maneras creativas, sin abandonar ese territorio donde se acercan estudiantes y docentes donde pronto volverán a mirarse a los ojos, a chocar los codos y los puños, y quizás también a abrazarse. Desde la escuela, ese lugar, cimiento de la educación formal y pública, sostén de soberanía, desplegaremos todos los soportes que permitan alcanzar a las infancias, juventudes y adulteces, con la mejor educación.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS