Quien mira una foto mira un pasado. Imágenes de 40 años de Democracia
Resumen
Hay quienes dicen que el periodismo es el primer borrador de la historia. Yo pienso que la vida entera la hacemos en borrador. Con tachaduras, reiteraciones y errores de todo tipo. De tal forma que las fotografías documentales son solo un intento desesperado de retener una fracción de segundo de ese fluir que avanza en torbellino sin parar y sin reparar en los vaivenes de la existencia. Tal vez el oficio de fotógrafo sea en sí mismo un menester casi absurdo, perseguir incansablemente esa fracción de segundo que es el presente para intentar atraparlo en lo más hondo de una cámara y, a la vez, convertirlo en pasado. Y de esta forma es que esos pequeños rectángulos de imágenes, que son las fotos, se emparentan tan firmemente con la historia. Y la historia con la memoria. Porque eso es este puñado de fotografías, recuerdos subjetivos de momentos irrepetibles. De instantes del pasado que nos asaltan e interpelan nuestra propia memoria. Porque solo con la mirada del otro, del lector, del espectador se completa la imagen fotográfica. Quien mira una foto mira y observa un pasado. Muchas veces compartido, otras tantas, lejano, pero pasado al fin. Y es condición de la imagen poder imantar esa observación, conmover y también interrogar. Las fotografías nos traen emociones, preguntas, nostalgias. Si ante una imagen nos gana la indiferencia o la abulia, quizá no estemos parados ante una verdadera fotografía.
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