Lenguas y escuela
Resumen
Roberto Raschella dice, en su libro Tránsitos I (2013): “Cada vez que alguien balbucea está naciendo una nueva lengua”. Esta frase me interpela en relación con las lenguas que se hacen presentes en la escuela, institución que podemos pensar como trama que da cuenta de una multiplicidad de lenguas que se hacen oír, se silencian, traen ecos de otras lenguas, se yuxtaponen, se liberan del corset de la norma o se sujetan a ese marco como si fuera imposible existir sin él. En la escuela, cada vez que un/a estudiante habla o escribe nace una nueva lengua, una lengua podríamos decir desterritorializada; una lengua en la que muchas veces “se desfiguran las palabras, se modifica el sentido de los términos, se apuesta a una sintaxis de ruptura y a una ortografía minada en su normativa” (Sardi, 2013:108). Esta lengua nueva, la lengua de cada estudiante, es también la palabra que expresa a una persona en relación con otras lenguas que conforman la trama del logos escolar. En ese tejido lingüístico está la lengua del currículum, la lengua de la norma, la lengua de los libros de texto, la lengua de los/as profesores/as; una y mil lenguas que luchan por dominar el territorio escolar. Podríamos decir, entonces, que cada vez que alguien habla en la escuela pone en juego una nueva lengua, una lengua que da cuenta de su identidad lingüística y cultural, que es única y singular, que amplía los horizontes culturales de las escuelas y de los sujetos que se encuentran en ella.
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